Capitulo 5

Al día siguiente, un poco más repuesta, Alena salió de su habitación para cumplir con sus obligaciones, mientras preparaba el desayuno el prometido de la señorita se acercó silenciosamente hacia ella, susurrando al oído.

Prometido: Dime muchacha, te encantan los huevos duros, por qué yo te puedo complacer.

Alena: Señor, por favor puede retirarse de la cocina, este no es lugar para una persona como usted.

Prometido: Para ti tampoco muñeca, solo pide y te llevaré a una habitación digna de ti.

Alena: Señor no se confunda, yo soy una simple mucama, empleada de los padres de su futura esposa, soy poca cosa para usted.

Prometido: No te confundas mocosa, no te quiero para mí esposa, te quiero en mi cama, quiero escuchar tus gemidos, hacerte gritar de placer, que te vengas una y otra vez, simple, que conozcas un verdadero hombre en la cama.

Alena: Señor no se confunda, yo no soy una prostituta para estar en su cama, además no me interesa nada de lo que usted me ofrece.

Prometido: Es que no has visto aún a mi grande y jugoso amiguito, por qué cuando veas a mi miembro te va a encantar, y no vas a querer que te lo saqué ni de la boca ni de tu deliciosa panocha… Mm que rico.

Alena llena de furia cogió el cuchillo e iba a aventarse encima de ese depravado cuando llegó su novia, solo pudo morderse los labios, llena de ira y frustración.

Prometida: Amor, ¿Qué haces aquí con la muchacha?

Prometido: nada cariño, solo le está diciendo a esta niña, que a ti te encantan los huevos bien duros, mi amor.

Prometida: Hay príncipe, no había necesidad de eso, ella sabe cómo me gustan, pero gracias por preocuparte por mí, eres un amor.

Prometido: Sabes que siempre busco y quiero lo mejor, para ti mi reina.

Prometida: Hay mi príncipe, eres el mejor, te amo tanto.

Se abrazaron dulcemente, pero el muy sinvergüenza. Aprovecho para mirar de reojo a Alena y lamerse los labios mientras la miraba, Alena solo pudo poner los ojos en blanco al ver tal cinismo de ese poco hombre. Pero por lo menos sentía un poco de alivio que su novia haya llegado a tiempo y ese imbécil no pudiera sobrepasarse con ella, y poder continuar con sus deberes.

Mientras estaba sirviendo el desayuno todos, justo cuando se acercaba a colocar los jugos a los futuros esposos, vio como este inmoral tenía metida la mano en medio de las entrepiernas de su novia, pero no puso relevancia, al final ya eran pareja.

Lucrecia: Por cierto, niña, necesito qué hoy me ayudes con los preparativos de la fiesta, van a llegar algunos invitados.

Prometido: Gracias, querida suegrita, mis padres y mi primo llegarán temprano.

Prometida: Hay mi amor estoy tan contenta, será una velada inolvidable.

Prometido: lo será princesa, lo será.

Alena: No se preocupe señora, haré mi mayor esfuerzo para que la velada sea perfecta.

Prometida: Gracias nena, gracias mamá, estoy tan feliz.

Lucrecia: Lo que sea necesario para ver a mi niña feliz y dichosa.

Alena se retiró y continuo con sus actividades, después de un tiempo doña Lucrecia le envío a un mandado, así que Alena se sentía feliz poder salir de esa casa y alejarse aunque sea por algunos minutos de ese acosador.

Mientras caminaba por el parque, observando a las chicas con sus hermosos atuendos, se comenzaba a imaginar cómo mejoraría cada uno de ellos, o de que color le quedaría mejor según el tono de su piel, iba tan concentrada en sus pensamientos que tropezó con un caballero de edad.

Alena: Mil disculpas, fue mi culpa, discúlpeme.

Desconocido: No muchacha, la culpa es mía, iba muy distraído.

Alena: Pues el error ha sido de los dos, pues yo también iba muy distraída, permítame ayudarle a alzar sus objetos.

Desconocido: muy gentil de tu parte, gracias.

Al terminar de ayudar aquel desconocido, su teléfono sonó, era un pequeño teléfono antiguo que la señora Lucrecia le había entregado para poderle localizar cuando ella saliera a hacer los mandados. Era un mensaje de la hija de doña Lucrecia.

📨 Necesito que cuando llegues vengas directo a mi habitación, no toques, solo entra, entendido.

Alena muy obediente, apenas llegó a la casa dejo las fundas de compras en la cocina y se dirigió a la habitación de la señorita, abrió la puerta y se encontró con una escena bastante desagradable.

Era ese infeliz teniendo relaciones con su novia, la tenía boca abajo, mientras él la penetraba por detrás, y la hacía gemir, él mira con Ángela estaba en el umbral de la puerta. La miro con una sonrisa burlona, y comenzó a penetrar a su novia con mayor intensidad, hasta el punto de hacerla gritar.

Prometido: así chiquita, así, déjate venir, disfruta de este gran regalo que te doy.

Prometida: !a¡, más, más, no, no pares, sigue, sigue!

Prometido: Te encanta, ¿verdad?, disfruta princesa.

Alena no soportó tantas sinvergüenzas, ver ese sínico tener relaciones con su novia mirándola a ella, provocando la, era repugnante, maldecía mientras baja las escaleras, cuando de pronto se encuentra con la señora Lucrecia.

Lucrecia: niña ¿Dónde estabas?

Alena: Este, yo estaba, yo.

Lucrecia: hay niña, deja de perder el tiempo y ven conmigo, hay que tener todo listo, ya mismo llegan los invitados.

Ella tenía muchas ganas de decirle a la señora todo lo que había visto, pero a la vez recapacito, que sacaba diciendo todo, al final él era su futuro yerno y ella su hija, le creería a él, y no a una simple empleada. Así que optó por quedarse callada.

La fiesta empezó sin ningún contratiempo, la comida fue un éxito, todos felicitaban a la señora Lucrecia, aunque había sido Alena la que preparó la mayor parte, pero a nadie le importaba eso.

Luego empezaron a beber, las personas comenzaron a entonarse, luego empezaron a bailar, todo era algarabía y felicidad, pero había algo que no le gustaba para nada, era las miradas que el prometido y su primo hacían a Alena. En el fondo ella sabia que algo malo estaba por suceder.

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