Dieciocho

Al abrir los ojos se dio cuenta que no se encontraba en su habitación, sino que estaba acostada en el asiento trasero de un auto en movimiento. Se sentó confundida y lo primero que vio fue el asiento de copiloto, donde se encontraba su papá.

—¿Papá? — el señor la vio por el espejo retrovisor y sonrió volviendo la vista en el camino.

—Cariño, despertaste— dijo como si nada, como si fuera una situación normal.

—¿Qué haces, dónde vamos? — preguntó algo exaltada mirando por la ventana, estaban entrando al pueblo.

—Qué cosas preguntas, querida— rió— A casa ¿A dónde más?

—¿A casa? Yo no quiero ir a casa, me mudé recién ayer—se quejó.

—Yo no te di permiso de mudarte.

—Ya no lo necesito, cumplí la mayoría de edad hace un mes— recostó su espalda en el acolchonado respaldo del sillón del auto— Cumpleaños al cual faltaste, igual que la mudanza— no hubo respuesta de parte de él. En el silencio, soltó un suspiro— Para, me quiero bajar y volver a mi departamento— ordenó.

—No— frunció el entrecejo y se reincorporó molesta.

—Que pares porque me quiero ir— levantó un poco la voz y él no le hizo caso. Se acercó a una de las puertas y trató de abrirla inútilmente, tenían el seguro puesto—¡Papá!

—Yo ya hablé, Elizabeth, ahora cállate y quédate quieta—le exigió alimentando el enojo de ella.

—¡No, quiero bajar! — empezó a hacer un berrinche— ¡Déjame bajar! — golpeó los vidrios de la ventana e intentó intensamente abrir la puerta.

—Elizabeth, por favor, sé obediente.

—No soy un perro, déja de tratar como tal.

—Me estoy empezando a enojar.

—¿¡Y qué!? ¡ya no te tengo miedo! — fue a la otra puerta a insistir en abrirla forzándola y golpeándola— Cuando se entere mamá vas a estar en graves problemas.

—Te aseguro que tu madre no se va a enterar de nada, ahora compórtate— cerró el vidrio del medio haciendo que la chica se exalte más y pida a gritos que la deje bajar, apretó uno de los botones del auto dejando liberar un gas en los asientos de atrás para dormirla. A los minutos ya no se escuchaba nada.

Richard Nilsson había encontrado la manera de que su hija viva para siempre, que su belleza sea eterna, ahora solo hacía falta poder clonarla para que pueda vivir para siempre en la memoria de todos. Él pensaba que, en un futuro, despertaría de su sueño y vería todo lo que logró gracias a su padre. Fama a mundial, ser amada por todos, tanta riqueza que no iba a tener que nunca más iba a necesitar trabajar. Según Richard, eso era lo mejor para su hija, pero nunca le preguntó lo que realmente quería ¿Qué pasa si ella quería llevar una vida como los demás, en una casa acogedora viviendo de lo que amaba sin que nadie esté encima de ella presionándola?

Elizabeth estaba nuevamente inconsciente en el asiento de atrás del auto, con lágrimas cayendo de sus ojos.

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