Veinte

—Sí, mamá, te llamo después, te amo— corté la llamada tirándome en el sillón cansado.

Recién mudado a la gran ciudad, es increíble lo que avancé como oficinista y todo fue gracias a mamá, después de comentarle que quería trabajar hizo que me aceptaran en donde estaba ella, tuve buen rendimiento y me ascendieron hasta llegar a la gran ciudad como colega del jefe ¿Suerte? Puede ser, todo pasó muy rápido, en tan solo cinco años.

Aburrido, mirando la ventana del departamento frente de mí, mis días no hacen más que repetirse, desde que me gradué de la universidad no hago más que trabajar, ni siquiera pude ejercer mi título como arquitecto, aunque la verdad estudiaba para mantenerme distraído. Y sí, sigo pensando en Elizabeth, pero como un recuerdo del pasado, pasaron cinco años desde aquel lío donde se la llevaron en la ambulancia, cinco años sin tener ningún rastro de ella ni para saber qué tan grave era su herida del hombro.

Mi celular vibró indicándome que tenía un mensaje nuevo, lo abrí, era Charlie, invitándome a tomar algo en la cafetería. Ambos nos volvimos cercanos desde la partida de Elizabeth, estaba solo nuevamente así que le di una oportunidad y ahora es el amigo más cercano que tengo, pero seguía siendo irritante.

Me puse una campera, afuera estaba fresco, el otoño había empezado y se hacía notar. Salí del departamento, bajé por el ascensor y, con las manos en el bolsillo, caminé a la cafetería donde quedé en encontrarme con Charlie. Creo que necesitaba más que una campera, por suerte hay calefacción a donde me dirigía.

—¡Ray, sí viniste! — Charlie se acercaba a mí con una gran sonrisa.

—Baja la voz— empujé sus manos de costado ya que me iba a abrazar.

—Siempre tan cálido…

Entramos a la cafetería y buscamos en donde sentarnos, hoy estaba más lleno que de costumbre. Mientras tomábamos un café hablamos sobre mi mudanza y su nuevo trabajo, cada año tiene uno distinto, según él es más experiencia.

—¿Supiste algo de Elizabeth? — preguntó después de un largo silencio.

—No, ya te dije que perdí la comunicación con ella— habiendo tantos temas de conversación tuve que caer en ella. Se vieron una vez, pero, aun así, la recuerda, no lo culpo, no es alguien fácil de olvidar.

—Es raro, como la conocí se fue, de la nada— habló mirando un punto fijo arriba de mi cabeza— ¿Seguro que ya no le hablas más? — bajó la mirada en mí.

—Sí— afirmé seguro, no estoy mintiendo.

—Pero ¿No era tu novia? No pueden haberse dejado hablar de la nada— fruncí el entrecejo confundido.

—¿Quién dijo que era mi novia?

—Tu escena de celos aquella vez en la cafetería— apoyó los brazos en la mesa mirándome pícaro.

—No estaba celoso.

—Pero si tu humor estaba peor que de costumbre y tratabas de llamar la atención todo el tiempo con suspiros.

—Vos estabas más irritante que de costumbre, siempre fui así— negué lo que él decía, yo no soy celoso.

—No sé— volvió a recostar su espalda en el respaldo de la silla sin quitar la mirada sobre mí ni cambiar la expresión. Me levanté de la mesa pidiendo permiso.

—Voy al baño— avisé.

—¡Sí, dale, escapa! — se empezó a burlar. Puse los ojos en blanco ya irritado, pero enseguida cambié de expresión al chocar con alguien.

—Perdón— un olor familiar me invadió.

—¿Ray? — esa voz, el corazón me latía rapidísimo, sentía que se iba a salir.

—Elizabeth…

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