Seis

Pasaron las horas y ya estábamos lejos de mi casa, no tanto como quisiera pero tenía que mantener una imagen baja. Lo que más me asusta es que Elizabeth no tiene papeles ¿Y si me detienen? ¿Y si nos arrestan? Peor ¿Y si la policía conspira con aquellos sujetos? Hay bastante posibilidades en nuestra contra.

— ¿Elizabeth qué?— habló de la nada.

— ¿Cómo?

—Mi nombre completo— específico.

— Elizabeth Nilsson, supuestamente te quedaste con 18 años de edad— le respondí sin dejar de ver el camino.

— ¿Cómo supuestamente?— fruncí los labios, se me escapó.

—Va a ser difícil de entender— hice una pausa— Pero deberías tener unos 42 años— le di una mirada rápida, pareciera que su mirada iba a hacerme un agujero en la cabeza— Te mantuvieron joven dentro de una cápsula, no sé por qué, pero sospecho que todo fue plan de tu papá— me remojé los labios y después me mordí el inferior nervioso, no sé cómo va a reaccionar. Se acomodó en su asiento y miró hacia al frente.

— ¿Estás jugando?

—No, no jugaría con algo así— suspiré— Sé que es difícil de entender, pero si logramos recuperar tu memoria, capaz puedas saber el por qué— traté de calmarla— Los padres siempre hacen lo que creen mejor para sus hijos.

— ¿Tu papá lo haría?— negué con la cabeza.

— No lo conozco, abandonó a mi mamá cuando estaba embarazada de mí— contesté neutral— Pero él no es un ejemplo de lo que te acabo de decir— entonces una no muy buena posibilidad apareció en mi mente «Está enferma», sentí como se iba el color de mi cara ¿Y si es contagioso?

— ¿Ray, estás bien?— me estacioné a un lado de la carretera— ¿Qué te pasa? ¿Te bajo la presión?— negué con la cabeza.

—No, no es eso— tomé aire— ¿Y si estás enferma?— la miré preocupado, por mí, por ella ¡por todos! no sé, pero su cara también cambió al escuchar la pregunta.

—Oh, Dios— se miró las manos— Me voy a morir— dijo casi susurrando— quiso abrir las puertas del auto pero estaban con seguro— ¡Te puedo contagiar, Ray!— seguió intentando abrir la puerta desesperadamente.

— ¡Pará, cálmate un poco!— busqué agarrar sus manos para detenerla pero no escuchaba— ¡Elizabeth!— grité y de la nada paró, se quedó quieta— Calmemonos, inhala y exhala despacio— le indiqué y empezamos a hacer el ejercicio de respiración juntos. Al verla más tranquila pero aun con una expresión de preocupación— Es una posibilidad, no sabemos nada— asintió— No hay por que alterarnos por algo que ni siquiera sabemos si es verdad— volvió a asentir— Aparte, yo me siento muy bien ¿Y vos?

—También— habló en voz baja.

— ¿Ves? Descartemos esa idea y sigamos con el camino ¿Sí?

—Si— solté sus manos y, después de mirar que no venia ningún auto, me metí en la autopista nuevamente, todavía con preocupación.

— Sí debería tener 40 y algo— empezó a jugar con sus manos— ¿Qué año es este?

—2022— traté de sonar calmado, tratando de transmitirle el mismo sentimiento.

— ¿Cuánto tiempo estuve dormida?— empecé a calcular mentalmente.

—Unos...— sí tenía 18 y nació en el 82, entonces la congelaron en el 2003— 24 años...— soltó aire fuertemente.

—Son muchos años, soy como una vieja en el cuerpo de una chica— se empezó a tocar la cara— Espero que el efecto dure— no había pensado eso, podría envejecer— Pero tengo una duda ¿Por qué los autos no vuelan? ¿No es este el futuro?

—Sí, bueno, están en eso, la tecnología no está tan avanzada— pensé que se lo tomaría peor, bueno, agradezco que esté tranquila— Eso sí, la internet es mucho más rápido, y no hace falta tener teléfono para estar en conexión.

—Uuh, ya quiero navegar— habló con emoción mientras frotaba sus manos entre sí.

Un viaje “tranquilo”, donde no me dejaba de hacer preguntas, sobre ella y sobre el “nuevo mundo”, hasta a veces tomaba agua de la saliva que gastaba hablando. Un viaje de cuatro horas más o menos, de ella hablando, sentía que me dolía el oído. Paré en un estacionamiento de un restaurante familiar, bajamos, buscamos una mesa y nos sentamos, nos tomaron el pedido casi al instante ya que no había mucha gente. Ya con la comida en la mesa, Elizabeth empezó a comer y yo aproveché a ver si mi mamá no me había enviado algún mensaje pero no, capaz sigue en viaje.

— ¿Qué es eso que tenés en la mano?— deja la servilleta a un lado.

— ¿Mi celular?— pregunté y ella encogió los hombros— Es un celular— se lo pasé y lo tomó en sus manos.

— ¿Qué? ¿Y los botones? ¿Cómo lo encendés?— miró cada detalle, hasta que encontró el botón de encendido y lo apretó— ¿Por qué es tan plano?— cuestionó mirando la pantalla.

—Mayor comodidad, así entra en el bolsillo supongo— miré lo que hacía con mi celular— No hay botones porque la pantalla es táctil, solo apretás con suavidad y deslizas para arriba con cuidado— le expliqué e hizo lo que dije.

—Pide contraseña.

—Sí, eso mantiene tu privacidad, pones una contraseña personalizada para que nadie más revise lo que haces y lo que no haces— me hace recordar cuando a mi abuela le dieron su celular nuevo.

— ¿Y yo puedo tener uno?— me miró ilusionada.

—Están bastante arriba de mi presupuesto— en realidad, fue un regalo de mi abuelo— Capaz más adelante.

—Sí— me devolvió el celular— Después de todo, según vos, soy heredera de más de un millón— alardeó.

—Dije, probablemente, no te confíes— rodó los ojos.

—Lo que sea.

Empezamos a comer, hubo, por primera vez en tanto tiempo, silencio entre nosotros dos, sabía que no iba durar mucho, así que disfruté que estaba ocupada comiendo sin decir nada y me relajé. Estar tenso desde que la traje no le ayudó a mi espalda, tampoco a mi nuca. No me gustan los masajes pero creo que necesito uno.

Terminé primero que ella, se veía elegante comiendo, supongo que no olvido sus costumbres. Habrá tenido una muy buena educación por la forma en la que se expresa y se comporta, siempre derecha y “femenina", su imagen también ayuda, rubia de ojos verdes y pelo medio rizado y largo, parecía el prototipo de ángel que te da la sociedad.

Mi celular empezó a vibrar arriba de la mesa asustando a Elizabeth, lo agarré aguantando una sonrisa burlona y vi que era una llamada de mi mamá, lo que estaba esperando. Contesté.

— ¿Dónde estás?

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