Pasaron tres días y Elizabeth iba recordando de a poco, me confesó su miedo y le prometí estar ahí para ella, siento que todo esto nos acercó, aunque creo que íbamos a acercarnos de un modo u otro estando en esta situación. También concluí que sí, ella me atrae ¿Pero a quién no? Por eso era tan popular, tiene belleza exterior e interior, que al final la última es lo que cuenta, admiro la valentía y esfuerzo que le está poniendo a todo esto, porque, aunque no sé exactamente qué es lo que siente, sé que debe ser bastante difícil para ella, la vuelve loca no poder acordarse de su papá.
Hoy era el último día en casa de mis abuelos, en la noche volvíamos a mi casa. La rubia permanecía tranquila con la idea de volver a nuestro pueblo, es más, se encontraba arrodillada con guantes de jardinería abonando las flores, con una expresión tranquila y una muy leve sonrisa dibujada en la cara, parece estar disfrutando del momento. Cuando me quiero dar cuenta me estoy acercando a ella ¿Por qué? Pura impulsividad, creo. Me senté a su lado mientras que ella, con delicadeza, arreglaba las hojas de las plantas.
— ¿Qué haces?— hice una pregunta obvia, quise golpearme la frente.
—Cuido de las plantas— respondió con tranquilidad— la otra vez leí que el tiempo para las plantas pasa muy rápido— comentó— ¿No es increíble?
—Sí, supongo— contesté nervioso y no supe qué más decir. Normalmente soy alguien introvertido pero nunca me puse nervioso al hablar con otra persona. Un silencio incómodo se empezó a formar entre nosotros y yo me quería hundir en un pozo, que vergüenza ¿Debería irme?
—Esta era una de las actividades que hacía con mi mamá, aunque teníamos jardineros, de vez en cuando íbamos a cuidar de las flores nosotras— comentó nostálgica.
—Eso suena lindo— sonreí— Mi mamá y yo solemos jugar juegos de mesa— también compartí.
— ¿Sabes? La paso muy bien a tu lado— dejó las plantas— Lo que quiero decir es que me haces sentir cómoda, te agarré confianza rápido— me miró y sonrió— Sos un chico muy dulce ¿Te lo dijeron?— mis mejillas empezaron a arder.
—Yo, bueno, gracias— tartamudee— Sinceramente me sorprende un poco, no soy alguien que tiene amigos— confesé tratando de ocultar mi sonrojo.
— ¿En serio?— asentí— Pensé que eras como el popular, sos atractivo y atento— basta, me late tan rápido y fuerte el corazón que siento que se va a salir— Capaz tengas un grupito de admiradoras atrás tuyo y vos no te diste cuenta— me codeo juguetona.
—Sí, no sé— miré para otro lado— Es mejor que durmamos una siesta— me levanté rápido del pasto— Tenemos un viaje de seis horas, si es que no hay mucho tráfico— empecé a caminar hacia adentro con prisa.
¿Qué fue eso? ¿Por qué no pude actuar normal? Aunque no puedo borrar mi sonrisa, sentía una gran pena por mi reciente comportamiento, habré parecido un tarado. Subí las escaleras y me metí al cuarto que me asignó mi abuela, lo de la siesta era en serio, bueno, tendría que dormir solo yo, pero me ayudaría una copiloto atenta, por la dudas. Me quité las zapatillas y me acosté, cerré los ojos y solo esperé a conciliar el sueño.
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Subimos los bolsos al baúl, Margareth le dió todos sus viejos vestidos a Elizabeth, quien estaba muy contenta por el regalo. Por mi parte, llevaba la misma ropa que traje y una preocupación encima, el sueño, al final no había dormido nada y me levantaron temprano, espero llegar a casa sano y salvo, aunque tampoco olvidemos mi preocupación por los matones. Capaz no deberíamos salir, capaz estábamos muy bien escondidos y por eso no nos encontraron, vamos a tomar este riesgo por ella, en el pueblo capaz recuerde más cosas.
—Hasta pronto— mi abuela me abrazó sorprendiéndome un poco, cuando me di cuenta, le correspondí.
—Hasta pronto, disfruté pasar tiempo con ustedes— me despedí y nos separamos.
—Tienen que venir más seguido, y con tu mamá— sonreímos— que tengan un buen viaje.
—Gracias— y sin más, nos mentimos al auto, cada quien en su lugar y me puse en marcha mientras que mi copiloto saludaba con la mano por la ventana.
De nuevo en viaje, dejé salir un suspiro y me concentré en el camino. Elizabeth puso música, no fuerte, era más como música de fondo, mientras se golpeaba suavemente la pierna al ritmo de la canción. Todo iba bastante tranquilo para nuestra suerte, y agradecía eso. En la ruta no había casi nadie por lo que le calculaba que tardaríamos seis o menos horas, sería genial que el tránsito siga como está. Traté de concentrarme en la ruta y que le explicación le daría a mi mamá cuando llegara y vea a Elizabeth o donde la dejaría, solo faltaban tres días hasta su regreso del trabajo, lo peor, esta es la última semana de vacaciones. Siento que van a ser los tres días más complicados de mi vida.
Miré por unos segundos a Elizabeth moviendo la cabeza al ritmo de la música y casi al instante se dio cuenta que también volteó a verme, aparté la mirada rápidamente ¿Por qué estoy actuando tan infantil? ¿Es verdad eso que dicen cuando te atrae alguien? Es muy tonto, yo estoy actuando como un tonto, si fuera otra persona me reiría de mí mismo.
— ¿Cuánto falta?— preguntó.
—Hace minutos salimos nada más— apreté mi agarré en el volante con las manos sudadas— Todavía falta bastante— bufó ¿La aburriré?
—Contame algo— bajó más a la música, podía sentía su mirada sobre mí.
— ¿Por qué no me contás algo vos?— sinceramente, no tenía nada interesante que contar.
—No, quiero que me hables de vos— se negó— Literalmente todo este viaje fue por mí— soltó una risita. Lo dudé.
— ¿Qué querés que te cuente?
—No sé, sobre tu vida, tu padres, vos— pensé.
—Soy estudiante de arquitectura, me gusta leer, nunca conocí a mi papá y todavía vivo con mi mamá— ¿Estaré sonando inútil?— No me da vergüenza decir que tenemos una relación cercana— eso no es mentira, he escuchado a varios compañeros quejarse de sus madres por cosas estúpidas haciéndose los muy "grandes", aparte de ese lado infantil, no tengo nada de que quejarme de mi mamá.
—Que lindo, espero poder conocerla también— casi me ahogo con mi propia saliva.
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