20 - Después de despertar

Efectivamente Conner y yo tuvimos problemas luego de este encuentro nocturno. Su mamá nos dio una charla sobre los peligros y riesgos del sexo, nos dio horarios para vernos fuera del colegio y comenzó a rastrear dónde podía estar Conner una vez que terminaba nuestra jornada escolar.

Su forma de ser conmigo cambió por completo al nivel de decirme que buscara otro representante legal. Ahora sí que lo había arruinado. Me habló de cuán decepcionada estaba de mí, que había confiado y creído que yo era una chica responsable y aún así le hacía esto a ella y a su hijo. Probablemente se enojó conmigo cuando le dije: "tanto problema por una noche de sexo", porque incluso comenzó a hablar de mi madre, su crianza, mi calidad de persona y que quizás yo no tenía la culpa de ser así, pero que podía cambiar para mejor si así lo quería. Qué asco de sermón.

Según su retorcido horario impuesto, Conner y yo solo podíamos salir como pareja los viernes después del colegio.

—Deja que se calme —intentó tranquilizarme Conner—. Ya verás que se le va a pasar.

—Tú no le dices nada —contesté enojada.

—¿Cómo que no? Terminamos gritándonos el otro día porque le dije que no se metiera con mis decisiones. Pero ya la ves... al final es mi mamá.

Mi mamá nunca me había prohibido algo y si lo hubiera hecho con más ganas la hubiera contradicho.

—Si quisiera evitar que mi hijo tuviera relaciones con determinado sujeto, lo enviaría lejos de él —le dije hipotéticamente—. Creo que está haciendo una tormenta por algo que podemos hacer de todas maneras.

—¿Ah, sí? Me interesa saber más —me tomó de la cintura sensualmente.

—Ja, ja, ja. Como en el baño del colegio, por ejemplo —una ráfaga roja pasó por sus mejillas.

—Si nos descubren, mi mamá de seguro se muere.

Continuamos riendo del tema. Me gustaba mucho que Conner no se acomplejara frente a los imprevistos. En un inicio yo me había enojado, pero él relajó por completo la situación con su buena actitud y esperanza.

—Cuando cumplamos dieciséis vamos a tener más facultades para hacer cosas —me dijo mientras íbamos saliendo de clases—. Quizás hasta me podría ir de casa, buscar un trabajo de medio tiempo y...

—Vivir juntos —completé con una sonrisa. Nos miramos a los ojos durante un instante. Creo que cada día nos queríamos un poco más. "¿Te estarás enamorando, Mireya?", pensaba, "¿Será este el comienzo de una historia de telenovela?".

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Ya había formado un gran lazo con Fran, una de las chicas que estudiaba para ser barista. Ella había hecho cursos con anterioridad y, debido a su experiencia, apoyaba a los profesores para enseñarnos. Aprendí a hacer un café simple en distintas técnicas, estaba aprendiendo a diferenciarlos por sabor y a texturizar leche. Fran siempre se acercaba para enseñarme personalmente mientras no parábamos de conversar sobre otros temas. Le conté la situación actual con Conner y me dijo que sus papás eran muy estrictos y que la mamá de mi novio había sido bastante suave.

—Imagina que ya tengo 17 y mi mamá enloqueció cuando supo que salía con un chico de 15 —me contó molesta—. Me mandó a hacer unos talleres para no verlo y resultó que me gustó hacer café.

—Al menos te divertiste.

—¡Me miraba desde fuera! No tienes idea lo que es que te vigilen día y noche. Ya veía que me ponía una cámara —me reí. Por un lado me sentía extrañamente celosa. Mi mamá nunca me tomó la atención suficiente y terminé por hacer todo yo sola—. Considérate afortunada.

—Sí, es agotador trabajar hasta tarde, estudiar y todo... pero bueno... al menos tengo algo de libertad.

La verdad es que estaba agotadísima. Nos quedaba una semana de exámenes antes de salir de vacaciones de verano. Entre el colegio, el taller, el trabajo, los estudios y las tareas de la casa, apenas me quedaban fuerzas.

—Valora tu independencia —me dijo antes de partir a ayudar a alguien más.

—Fran —giró a mirarme—. ¿Por qué no te quedas conmigo esta noche? Me siento sola sin Conner.

—¿Hoy? Deja preguntarle a mi mamá. De seguro me va a dejar allá con lo desconfiada que es. ¿Qué tal si me das el horario en que ves a tu novio para saber cuándo estás disponible?

—Sí, claro... Ya te digo qué momentos tengo libres —su melena rosa se meneó al darse media vuelta.

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Había subido unos kilos tras tanto comer helado con Conner y durante la semana intenté limitar mis comidas. Este día no había comido nada más que un café y estaba un poco temblorosa. Casi se me cae una bandeja con unas copas, pero Emilia alcanzó a sostenerme.

—¿Qué pasa contigo, mujer?

—Estoy bien —le dije intentando convencerme a mí misma. No podía morir por no comer un día.

—Te estás sobreexplotando. Procura descansar.

—Es el colegio que me tiene ocupada de noche.

—Deberías trabajar menos, entonces.

—Ya quisiera poder hacer eso.

Terminé mi jornada de trabajo con dificultad, aparentando sentirme de maravilla y animando a los clientes.

Esperando mi taxi casi me caigo al subirme y cuando me bajé sentía hormigueo en mis piernas y manos. Mi estómago crujía, pero no iba a desechar todo el esfuerzo del día. Ya mañana podría comer algo, ahora iba a dormir. Caminaba con dificultad hacia mi edificio y me llegó un mensaje de Fran preguntando si mi novio Conner nos iba a acompañar hoy en la noche. ¿Qué clase de pregunta era esa?

—Aló, Fran —la llamé por teléfono.

—Hola, Mireya.

—Leí tu mensaje.

—Ah, sí... quería saber si iba tu novio...

—¿Qué tiene que ver Conner en esto?

—Solo no quiero interrumpirlos

—Aaaah... —dudé de sus palabras.

Este mensaje había sembrado una duda en mí. Intenté pensar en momentos en los que ella y Conner habían conversado, pero nada parecía sospechoso. Sacudí la cabeza. Estaba cansada y pensaba mal de mi amiga.

—Conque era eso. Ya te dije que está castigado ¿Vas a venir a mi casa?

—No lo creo... Mi mamá ya se acostó, dudo que me vaya a dejar. Pero el sábado las chicas se verán. Ah, cierto que no puedes. La última vez que te fuimos a ver no quisiste acompañarnos.

—Estaba cansada... Deja que lleguen las vacaciones y las acompaño seguro.

—Muy bien. Descansa, amiga.

Corté el teléfono y cuando me agaché para guardarlo en mi bolso todo comenzó a darme vueltas y se me empezó a nublar la vista. Me esforcé por aferrarme de la muralla, pero no la encontré y caí al suelo. Todo se volvió negro.

......................

Un dolor de cabeza intenso me despertó. Intenté recordar qué había pasado. "Me desmayé por no comer bien". Mis ojos se abrieron con lentitud. Tenía náuseas.

Tanteé dónde me encontraba, segura de estar en la entrada del edificio, pero no fue así. Una superficie acolchada reemplazaba el esperado césped; una almohada suave, al pavimento en el que había caído y una manta tibia, al cálido aire del verano.

Me levanté a duras penas y toqué mi cabeza que tenía una venda. "Diablos, debo haberme golpeado la cabeza".

A medida que miraba alrededor del lugar donde me encontraba, comencé a reconocerlo. Ese aroma a canela, esa luz suave que entraba por los gruesos ventanales, ese sonido de ducha con múltiples salidas de agua, esta cama enorme, esta decoración lujosa y sobria al mismo tiempo. Sin duda me encontraba en el departamento de Lex.

Mil preguntas llegaron a mi mente: "¿Cómo llegué aquí? ¿Me habrá hecho daño? ¿Habré venido luego de despertar sonámbula? ¿Debo llamar a Conner? ¿Qué hago con el colegio?", cuando de pronto el agua de la ducha dejó de sonar. Miré hacia el baño pensando si esperar a que saliera la persona que se encontraba dentro o si irme corriendo. Intenté levantarme, pero aún no tenía fuerzas, me mareé y caí sobre la cama por la velocidad a la que lo intenté. Me disponía a levantarme con lentitud cuando la puerta del baño se abrió. Ahí parado frente a mí cubriendo de su cintura hacia abajo con una toalla, goteaba agua de su cabello escurriendo por sus pectorales y abdominales a los que evité dar adjetivos calificativos. Me miró con sus inconfundibles ojos violeta mientras revolvía su cabellera rubia. Lex en gloria y esplendor.

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