De Niña A Mujer
Estaba cansada de la vida que me había tocado. Hace 2 años que trabajaba para solventar mis gastos personales, aquellos que el mundo daba por sentado en esta asquerosa y superficial ciudad; pero los cuales mi mamá, entre juerga y juerga, nunca fue capaz de satisfacer. Nunca conocí a mi padre y, a pesar de que mi madre se había casado con un hombre rico y ya no sufríamos necesidades, odiaba depender del “cerdo asqueroso” de mi padrastro.
—¡Deja de quejarte, Mireya! —exclamó Emilia, mi compañera de trabajo—. Tienes un viejo dispuesto a comprarte lo que sea
—No tienes idea cómo me mira ese viejo obeso —moví el flequillo marrón con un gesto de disgusto—. Prefiero mantenerme lejos de él y no deberle nada. Mi mamá me comentó el otro día: “es feo, pero es rico”. ¡Como si me estuviera haciendo un favor! ¡Por todos los demonios!
—Mireya, te llaman de la mesa 4 —dijo la supervisora. Me di media vuelta y avancé a la mesa que me tocaba atender, donde bebía un grupo de hombres de negocio hablando en voz fuerte entre atropelladas risotadas
—Buenas tardes —dije con la mejor de mis sonrisas.
—Mireya. Mi anfitriona favorita —no podía resistirme a la expresión encantadora de Lex. Adoraba el hoyuelo que se le formaba en la mejilla izquierda cuando sonreía y el perfume inconfundible que emanaba de sus camisas costosas. Pero eso no era todo. No sabía con certeza cuántos años mayor que yo era, pero sus pectorales trabajados y su pantalón ajustado no me dejaban pensar en eso.
—Espero que todos se encuentren de maravilla y disfruten su velada —mi sonrisa era sincera. Estaba feliz de verlo—. ¿Qué desean que les sirva?
—Eso déjaselo a la mesera —me ordenó—. Siéntate junto a mí —obedecí rápidamente.
Mi función era básicamente ser una compañía amena mientras Lex hablaba con otros hombres sobre cosas que parecían importantes, pero que no comprendía. Al demostrar mis habilidades sociales, hace unos meses se me ofreció trabajar en este bar. El dueño me tenía en alta estima al haberme mostrado responsable, seria y confiable a pesar de mi edad. Me había cortado el cabello en una melena corta que me hacía lucir mayor y mi busto había crecido lo suficiente como para pensar que ya no era una niña.
Emilia me hizo un gesto de aprobación desde la parte de atrás del salón del Club. Lex solía pedirme exclusivamente a mí. Eso me hacía sentir emocionada y nerviosa al mismo tiempo. Era prácticamente el hombre perfecto, si no fuera por el estúpido anillo que llevaba en su anular izquierdo. “Obviamente que está casado”, pensé “un hombre de unos treintaytantos, guapo, que se ve exitoso y adinerado no podría estar disponible… pero ¿por qué siempre me pide como acompañante? No soy capaz de seguirles la conversación y parezco una niña al lado de ellos.” En ese momento sentí chocar la pierna de Lex junto a la mía, delgada y pálida, y me lamenté de no haberme bronceado ese verano. La mini falda del uniforme de sirvienta dejaba a la vista todas mis inseguridades. Retiré la pierna suavemente, no fuera que el supervisor viera que tocaba a los clientes y me reprendiera. Nuevamente sentí el cálido toque de la firme pierna de Lex y por un momento pensé que lo hacía intencionalmente. “No, no puede ser. Es un hombre casado y de ninguna manera se fijaría en una chiquilla de 15 como yo”. Lo miré de reojo y sentí como si el tiempo se detuviera. Los hombres que lo acompañaban hablaban afanados sobre un tal “budget” mientras Lex me estaba mirando penetrantemente. Entonces supe que el choque de nuestras piernas era consensuado. Por unos segundos no pude volver a apartarme y me quedé ahí rompiendo la regla más importante: no tocar a los clientes.
—Usted quiere que me expulsen —susurré y esbocé una pícara sonrisa mientras me distanciaba unos milímetros. Realmente hubiera preferido hacerme la desentendida, pero tenía la boca demasiado “grande”.
—Quizás si esta vez me dices tu edad podría dejar de molestarte —dijo mientras se volvía a acercar.
—No puedo darle datos personales además de mi nombre. Y… usted tampoco ha hablado mucho sobre su vida privada. Quizás si un día viniera solo… —Lex retiró inmediatamente la mirada de mí.
“No puede ser. Lo arruiné. Lo hice sentir incómodo. Soy una idiota. ¿Cómo se me ocurre proponerle semejante barbaridad a un hombre que solo viene a pasar el rato con sus colegas de trabajo? ¡Ya no va a querer nada de mí! Pero quizás sea lo mejor. Sí. Estoy coqueteando con un hombre casado. Y… estoy trabajando. ¡Sé profesional, Mireya!”.
El resto de la tarde Lex no volvió a dirigirme esa mirada intensa que había disfrutado tan efímeramente. Así me quedé entre la responsabilidad y el deseo de acercarme más a él, entre la satisfacción de hacer lo correcto y la culpa por haberlo hecho sentir incómodo.
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Comments
🍭 ELY 🍭
muy lindo
2023-10-24
3
Eugenia Venegas Oyarzo
vamos a ver 👀
2023-02-07
0
Abog Maria T Pandares
me gusta
2022-12-31
0