—Me gustas, Mireya —sus palabras retumbaron en mis oídos dando ecos. No supe qué responder.
Llegaron nuestros tragos. Me ofreció tomar un cóctel y lo acepté. En mi país era legal el alcohol desde los quince años, pero no solía beber, en general, por temas de dinero, aunque no me parecía realmente agradable. Pero esta vez sentí ganas de estar a su altura y desinhibirme un poco. Ya más relajada sentí el inevitable impulso de reírme.
—¿Cómo te voy a gustar, Lex? Tu mujer es hermosa. ¿Hace cuánto que estás casado?
—Me pareces muy interesante e inteligente. Disfruto el tiempo contigo... —Hizo una pausa para beber—. Sobre Melanie —asumí que era el nombre de su esposa—. Solo discutimos todo el tiempo. Fue un matrimonio por conveniencia, es decir, acordado por los dos; nos queríamos y pareció buena idea por distintas razones. No quiero aburrirte...
—Está bien —hizo un gesto de negación.
—Pensamos que podía funcionar, pero no lo hace... desde hace 6 años —dio un enorme sorbo y me quedé pensando.
O sea que alguna vez se quisieron, pero nunca han estado enamorados. ¿Amaba yo a Conner? ¿O quizás era demasiado joven para esa clase de sentimientos?... Sin duda lo quería mucho, me gustaba, me proyectaba con él; pero Lex…
—¿Te estoy dando demasiada información de una vez? —me preguntó.
—¡No, no! —me interrumpió antes de aclarar mis pensamientos que, entre trago y trago, estaban cada vez más turbios—. Entonces...¿tienes más de treinta? —se rio.
—Treinta y dos ¿Te parezco viejo?
—Me pareces ex-qui-si-to —Ok. Me había perdido. Ahora recordé porqué no tomaba.
Volvió a reír. Llegó nuestra comida. Jamás había probado nada tan delicioso. Un salmón con una salsa y otras cosas que no sabía qué eran. "Cena gratis". Estaba feliz de ahorrar dinero mientras pasaba un buen rato.
—Me alegra que no te preocupe mi edad. Yo me desilucioné cuando supe la tuya —me dijo masticando su comida.
—Lo noté —hice una mueca de tristeza.
—No te pongas así, no es culpa de nadie, es solo una mala jugada del destino.
—Si hubiéramos tenido edades similares no nos hubiéramos conocido. Probablemente estarías en un colegio mucho mejor que el mío; y si no, serías popular y yo una vaga con mala fama —se rió.
—Claro que no, ja, ja, ja. Pero tienes razón, hubiera sido poco probable conocernos en otras circunstancias —me tomó una mano. La suya era tan grande que envolvía por completo la mía. Me acaloré solo mirándola. O quizás estaba borracha—. Me agrada mucho estar contigo. Eres vibrante, hermosa, inteligente...
—Ay, lo sé —mi boca se desbordaba.
—Un día en que me atendiste... estaba cansado, no tenía ganas de salir, pero mis amigos insistieron.
—Hombres sabios. Ven con mami al Club —mañana me arrepentiría.
—Recuerdo tus chistes en un intento de hacerme relajar. De pronto dijiste que me ibas a besar hasta que sonriera. Creo que ese día comencé a considerar algo más contigo.
—Y eso que estaba sobria y acartuchada por las formalidades.
—Ja, ja, ja. Después de eso necesitaba verte para reponerme. Quizás es tonto que diga todo esto, estoy mayor para el amor —"¡¿Amor?!” Se tomó la cabeza. Sin duda él también había bebido demasiado
—No se te ocurra conducir así.
—¿Me llevarás tú a tu casa esta vez? —bromeó. Creo que nunca lo había escuchado reírse tanto. Me agradaba mucho estar con él en otro contexto y verlo relajado, pero sentía que cargaba con una tristeza oculta que no podía ser solucionada por una chiquilla como yo.
—Lex, voy a serte sincera. Me encantas. Creo que eres genial y sexy. Si te dijera lo que me produces me sacan del lugar —Se rió con fuerza—. Pero... —su sonrisa se apagó de pronto y me miró a los ojos aún sosteniendo mi mano. Tragué saliva y retomé—. Pero... me gusta mi novio, vamos por buen camino, nunca tuve una relación así de linda y... no quiero hacerle daño.
—Me parece correcto —me soltó—. ¿Es él mejor que yo?
—Incomparables
—¿Puede ofrecerte algo mejor que yo?
—No todo es dinero, estás casado.
—Es un papel, Mireya
—Vives con ella, duermes con ella, ¡te acuestas con ella! —me di cuenta que estaba subiendo un poco la voz y me moderé—. Tienes hijos con ella .. —tomé un sorbo de mi limonada para limpiar mi mente. No resultó. Lex me quedó mirando, culpable, agobiado, agitado—. No tengo padre... no quiero quitarles ese derecho a ellos...
—Tienes razón. No intento eludir mis responsabilidades.
—Eso espero, casanova.
—No te insistiré. Está bien lo que estás haciendo —"¿Verdad que sí?", me repetía—. Estás siendo sensaba, sensada —se entorpecía su lengua—. ¡Sensata! —al fin lo dijo correctamente
—Ja, ja, ja. Vamos ya. Te vas a terminar durmiendo —me siguió a tropezones para pedir un taxi.
"¿Qué debiera hacer? No puedo dejarlo así”. ¿Cómo un hombre mayor podía quedar en ese estado junto a una mujer de la mitad de su edad? "Al menos da el ejemplo, hombre".
Me lo llevé a casa "¿qué más podía hacer? ¿Dejarlo solo? ¿Buscar entre los números de sus contactos? ¿Llamar a su esposa y explicarle la situación?". Fui el camino justificándome.
—Estoy bien —casi cae al bajar del taxi.
—Sí, claro —tomé su brazo y lo crucé por mi espalda. Era tan pesado. "¿cómo sería tenerlo sobre mí?", se me escapó ese pensamiento traidor. "¡Aaaah! ¡Mireyaaaa! ¿Qué te pasa?" Sentía el choque de su costado a medida que nos desplazábamos... tan firme, tan... mordible. "Basta, estúpida". Llegamos a mi departamento y lo acosté en mi cama. Era un espacio pequeño y no tenía un sofá de su tamaño... ese enorme y fornido tamaño. "Quizás lo tiene pequeño", me dije para bajarme los humos; "pero de seguro sabrá cómo usarlo", me traicionaron mis deseos.
Mientras lo miraba acostado, me di cuenta que yo estaba en el suelo. Había perdido el equilibrio y me había caído. Me quité los tacones y me esforcé por levantarme. Admiré su cuerpo una vez más. "La última vez en que piensas así de él, júralo Mireya".
Le quité los zapatos y le aflojé los botones del cuello de la camisa. De un segundo a otro se los había abierto todos. "¡Basta, mujer! ¿Qué haces? ¿Me van a llevar a la cárcel por esto?". De pronto Lex abrió los ojos y se me escapó un grito. Me tomó de la cintura con una facilidad tal que me subió sobre él como si fuera una muñeca. Nos miramos adormecidos y nos besamos torpemente. Tenía náuseas y dejé caer mi frente en su cuello. Su perfume ahora me producía mareos, pero no quería que me soltara. Me aferré a sus pectorales y, diablos, se me disparó la libido. Lástima (o fortuna) que mi cuerpo fuera un trapo. Me besó un poco el cuello y de pronto se detuvo y sentí su cabeza relajada. Asumí que se había dormido, yo hice lo mismo. Daba igual lo que llegamos o no llegamos a hacer... ya había jodido todo.
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Updated 73 Episodes
Comments
Melisuga
*desilusioné
2024-09-12
0
Francisca Perez
chica tonta
2024-05-08
2