Mi madre se aproximó con la mirada de locura que la caracterizaba cuando bebía demasiado. Corrí al autobús que me dejaba en casa de Conner, pero la mujer me tomó de la melena con sus largas uñas.
—¡Me contó todo lo que pasó! —me gritó mientras tironeaba mi cabello—. No creas que puedes robarle y huir de casa
—¡Eso no fue lo que--! —antes de acabar de replicar sus acusaciones vi al cerdo corriendo con dificultad hacia mí mientras sostenía una correa en sus manos. "Me van a matar", pensé.
Frente a mis pensamientos corrieron fugaces imágenes de mi vida: yo sola en casa de pequeña, mi madre ebria con hombres diferentes cada fin de semana, mis malas calificaciones, mis primeros novios, mis conversaciones superfluas con mis amigas, mi primer día de trabajo, mis coqueteos con Lex y otros hombres... nada relevante, mi vida siempre fue una basura donde yo, incapaz de salir adelante, luchaba contra la corriente. Pero un pensamiento se quedó y envolvió todo: la sonrisa traviesa de Conner. Quería volver a verlo una vez más. En ese momento me pareció una luz en mi oscuridad; puro y tranquilizante en medio de mi caos.
Mi padrastro pasó velozmente la correa alrededor de mi cuello y la apretó con fuerza al punto que no podía respirar. Sentía la palpitación en mi cabeza hasta que empecé a perder la conciencia y mis piernas perdieron fuerza. Mi vista se nubló mientras caía al suelo. En medio de mi resignación entreví dos pares de pies frente a mí, los del cerdo y los de otro hombre. Luego me perdí en un sueño profundo.
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Di un respiro ahogado como si hubiera salido a la superficie tras nadar intensamente en el mar agitado. Estaba en un auto. Miré a mi alrededor con pánico, pero una figura conocida e inesperada me habló: "Tranquila, estás a salvo". Vi sus fuertes brazos con la camisa arremangada conduciendo.
—¡Lex! —grité con intención de abalanzarme sobre él. Alcancé a apenas tocarlo cuando dijo fríamente: "No me distraigas". No pensé que él podría transmitirme semejante sentimiento de rechazo. Me había ignorado toda la tarde, pero ahora lo verbalizaba tajante.
—¿Qué pasó? ¿A dónde vamos? —pregunté mientras observaba sus puños magullados y su camisa rasgada en el pecho y espalda. Claramente me había rescatado de mis captores. "Otra vez causando problemas, Mireya. Lex se va a hartar de ti" me reclamé.
—Necesito que declares lo que te ocurrió.
—¡N-No! —exclamé titubeante—. ¡Si me lleva a la policía sin papá y sin mamá me van a dejar en un orfanato!
—Genial... —se mordió el labio molesto—. Eres menor de edad —detuvo el auto y golpeó su cabeza contra sus manos que apretaban el manubrio con intensidad.
Intenté respirar profundo. Estos días habían sido una locura que desearía no estar viviendo. Se me llenaron los ojos de lágrimas, pero resistí el impulso de llorar.
—Me estoy quedando con un amigo. Le agradezco mucho haberme salvado... nuevamente... —se me quebró un poco la voz.
¿Estaría a salvo de ahora en más? Me sentía vulnerable y adolorida. Tengo la sensación de que me arrastraron o golpearon mientras estuve inconsciente.
—Puedo tomar un bus en la esquina siguiente —le dije y abrí la puerta para descender, pero Lex me tomó el brazo antes de lograrlo.
—¿Cómo pretendes irte sin tu mochila? —En efecto, no tenía mis cosas. Miré hacia todos lados y al fin vi que él se había tomado la molestia de recuperar mi bolso que yacía en el asiento trasero. Me estiré para agarrarlo.
—Aún estás desconcertada —me consultó la dirección y nos dirigimos en auto hasta casa de Conner. Al llegar dio un enorme y lento respiro—. Esto es lo que haremos: mañana irás junto a tu amigo y sus padres a declarar lo ocurrido. No quiero que esas personas te sigan causando molestias.
—Sería inútil... no pretendo quedarme mucho más con él, así que no podrían conseguir mi custodia.
—¿Eres menor de 16? —preguntó entrecortadamente y con cara de disgusto.
Vivíamos en Ritoquia, un país que permitía a los jóvenes independizarse a los 16 años presentando regularmente sus condiciones laborales ante las autoridades pertinentes.
—Me quedan unos cuantos meses... —murmuré cabizbaja.
—¡Maldita sea! —exclamó entredientes y se tomó la cabeza con las manos. Me fastidié.
—¿Y qué tanto le podría importar mi maldita edad? ¿Acaso el beso de anoche le afectó el cerebro? No hicimos nada ilegal, si quiere pretendemos que eso nunca ocurrió y se acaba el tema, usted había bebido y digamos que solo se resbaló sobre mí. Además ya me di cuenta que no quiere pasar más tiempo conmigo en El Club —no podía parar de hablar—. Ni siquiera me saludó como suele hacerlo. No sé qué le pudo haber ofendido tanto de mí como para despreciarme de esa manera, pensé que le agradaba mi presencia —mi lengua estaba desatada—. ¿No será que le gusto como para llegar a estresarse de esa manera? Ni que tuviéramos sentimientos el uno por el otro. Y... de todas formas parece que usted es un hombre casado —inmediatamente me dirigió una mirada que me hizo silenciar. Nos miramos agitadamente.
—La nota. La vio mi mujer.
—¿Qué nota?
—La que dejaste dentro del velador de la habitación —ups. Eso no me lo esperaba
—No decía nada comprometedor... porque no ocurrió nada comprometedor —aclaré.
—Ella no opina lo mismo
—Entonces quizás debamos darle razones reales para que opine así —yo, Mireya, y mi enorme bocota. Me miró con ojos feroces. Me cubrió con su cuerpo y nos miramos desesperados. "Bésame, bésame, ¡¡bésame!!", gritaba en mi interior.
—Bájate. No quiero volver a verte —susurró dolorosa y arrastradamente con sus labios pegados a los míos.
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Updated 73 Episodes
Comments
Nancy Scheherezada Perez Perez
Uuf que tragedia la que sufren algunas chicas por tener madres que no merecen llamarse asi
2024-07-15
4
Myriam Ramírez Medero
Que mala pata para la chica.
2023-08-21
0
Eugenia Venegas Oyarzo
que pena .🤷🏼♀️
2023-02-07
1