Almorzamos juntos y Conner me dejó en mi curso de barista al que había acordado asistir. Ya había ido por un par de semanas y Fran, la chica de pelo rosado, me había acogido demasiado bien. Hoy me iban a enseñar a preparar un café simple, luego de haberme instruido en cuanto a olores, sabores, maquinaria y teoría en general. Era más información de la que podría haber imaginado y aún quedaba más, pero me parecía mucho más divertido y práctico que el colegio.
—¿Ese chico guapo que te vino a dejar era tu novio? —preguntó Mimi, una morena alta que hacía una crema de leche exquisita cuyo secreto, dijo, se llevaría a la tumba.
—Sí —respondí orgullosa—. Se llama Conner —las cosas habían marchado realmente bien desde que nos reconciliamos. Me sentía plena y llena de vida.
Hace unos días habíamos pasado al supermercado a comprar unos condones, pero debido a los exámenes, no habíamos tenido tiempo para vernos a solas. La espera y la expectativa me estaban matando. ¿Qué hago si es igual a mis otras horribles e insatisfactorias relaciones? ¿Influirá realmente el sexo en una pareja que se quiere? "No pienses eso, Mireya... Será la primera vez de Conner, puede salir mal, pero podemos aprender y descubrir juntos todo lo que le gusta al otro".
—¡Mireya, despierta, se está derramando! —volví a mí misma y vi que estaba haciendo un desastre con la cafetera. Fran me miró desconcertada.
—¡Perdón! Estaba distraída pensando en Conner —rieron conmigo.
Era un grupo de chicos y chicas bastante agradable y con distintas vivencias. Algunos vivían junto a la playa, otros en el centro, como yo; otros, en los suburbios y otros, venían del valle en sus vehículos particulares. Me daban un poco de envidia, si bien todos tenían sus dificultades y algunos venían de entornos difíciles o con padres separados, todos tenían un hogar... Una familia a la cual regresar... Me preguntaba qué estaría haciendo mi mamá. La última vez que supe de ella fue de una llamada de la policía: había sido arrestada por estar golpeando al "cerdo", mi ex padrastro acosador, y finalmente fue devuelta a su casa. "Espero que haya terminado definitivamente con él y aún conserve su trabajo", pensé. No pensaba volver a vivir con ella, pero quizás podría visitarla durante las vacaciones.
Las chicas de las que me había hecho amiga me invitaron a una fiesta el día viernes por la noche. Les expliqué que trabajaba en el Club de Anfitrionas y sus miradas cambiaron inmediatamente, como si fuera una mujer sucia que podía contagiarles una enfermedad inexistente.
—Por eso no puedo ir... - repliqué. El viernes se me permitía trabajar hasta la 1 de la madrugada y recibía muchas propinas. Fran me tocó el hombro.
—No te preocupes, Mireya. La próxima vez hacemos algo un domingo en la tarde.
—Sí, claro, en ese caso puedo... —al menos Fran seguía siendo buena conmigo. El resto me miró de reojo—. N-no crean que me pros... que me vendo... solo converso... y sirvo tragos... —intenté que comprendieran. Pero la verdad no me importaba. Levanté la cabeza orgullosa—. No tengo de qué avergonzarme. Si quieren partir como meseras, puedo dejar buenas referencias de ustedes —se miraron un poco incómodas y la mirada de la mayoría se relajó.
—¿Y si te vamos a ver el viernes hasta que sea tu hora de salida y luego nos vamos a la fiesta en casa de Joan? —dijo Regi.
—¡Buena idea! —dijo Joan, la rubia de rizos.
—Sería genial, pero... es un poco caro el sector en el que trabajo... —les dije.
—Aaah, Mireya, para eso tenemos a Leo —era un chico que tenía un auto deportivo.
—¿Yo qué? —gritó Leo que iba saliendo del lugar.
—Nos la arreglaremos. Invita a tu novio —me dijo Fran despidiéndose con un abrazo.
Me sentí entusiasmada de tener un grupo al cual pertenecer. Las cosas con Laura habían terminado por completo, de hecho, estaba esparciendo rumores sobre mí y ya casi nadie en el colegio simpatizaba conmigo. Solo tenía a Conner.
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En el trabajo le comenté a Emilia todo, con extremo detalle.
—Sabes, Mireya... —me dijo seria—. Te diría que el chico bueno te conviene. Pero mi consejo es que te quedes con el que te guste más. La vida es muy corta para arrepentirse.
—¿Qué estás diciendo? Lex es mucho mayor... y tiene una familia...
—Puedes seguir negándolo y excusándote, pero la carne es débil. Vas a terminar con remordimiento o engañando al chico.
—¿Insinúas que me gustaba más Lex que Conner?
—Tú te respondiste sola. Lo prohibido, Mireya, lo prohibido te carcome la consciencia. Tú y yo tenemos un espíritu rebelde —se fue a la mesa en que la llamaban. Emilia era muy popular dentro del Club. Era hermosa, de piel tostada y voluptuosa, tenía una vasta experiencia en hombres, pero su consejo era pésimo.
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Para mi sorpresa, al terminar mi turno, estaba Conner esperando fuera del Club. Corrí emocionada hacia él, no iba a tener que irme sola a casa. Normalmente tomaba un auto que demoraba cinco minutos en recorrer el camino al departamento, pero nos fuimos caminando, tomados de la mano, sintiendo la agradable noche de verano.
Nos reíamos de situaciones cotidianas que Conner hacía parecer graciosas:
La forma en que espera de pie con su cabeza un poco inclinada hacia adelante
—Es que soy muy alto —justificaba—. Me arqueo de forma inconsciente.
Lo torpe que era al chocar con las cosas
—Te digo que estoy en crecimiento.
La manera en que yo hacía que los profesores olvidaran qué me habían preguntado.
—Hay que ser elocuente y convincente —le dije—. Especialmente cuando no sabes cuál es la respuesta o no hiciste la tarea.
Cómo se le levantaba la polera y dejaba ver su estómago.
—¡Aaaah! No hay de mi talla.
—Mentiraaaa —era alto, pero no inhumano.
—Te juro que se están ahorrando material y las están haciendo más cortas. Voy a tener que empezar a comprarme talla extra grande para que me cubra, pero me quedan muy holgadas. Ya, no te rías tanto, que la falda de colegio ya está en tu espalda.
—¿Qué dices? No está tan corta.
—Te giras y te veo el alma.
—¿Por qué no me dijiste? Estaré creciendo como tú, entonces —continuamos riendo hasta que llegamos a mi puerta.
Qué feliz me sentía al saber que el evento con Lex había quedado atrás y podíamos actuar con naturalidad. Conner y yo nos conocíamos desde pequeños. No siempre habíamos sido tan amigos, la verdad es que Laura nos había unido a los tres en amistad desde hace un par de años y haberlo visto crecer me generaba un poco de ternura e insana curiosidad por verlo como un hombre.
—Gracias por caminar conmigo hasta acá... Fue super divertido —nos aferramos las manos acariciándonos el uno al otro—. ¿Te vas o... quieres quedarte? —Conner miraba hacia sus pies nervioso.
—Creo que debiera irme... —se acercó para besarme y lo detuve con mi dedo en sus labios.
—¿Te vas o te quedas? Quiero saber si te doy un beso de despedida o algo que te motive un poco más —me miró asombrado mientras su rostro ardía. Se rascó con pudor el cabello negro mientras desviaba la mirada.
—Me... —pensó— ...quedaré contigo —acercó sus labios como si quisiera ocultar su rostro de mí.
Nos besamos, tímidamente en un comienzo, incansables y sin respirar. Abrí la puerta torpemente y nos dirigimos entre besos apasionados a mi cama. Lo empujé y me subí sobre él quitándome lentamente la blusa y luego el sostén. Conner me acarició suavemente desde la cintura hasta mis pechos y me di cuenta que ya estaba lista para alimentar mis deseos, mi cuerpo entero lo quería, sentía el fuego que me envolvía desde la parte superior de la entrepierna y se expandía al resto de mí. Me acerqué a él y comenzó a besarme el cuello y el pecho mientras yo me estiraba para buscar los dichosos preservativos. Esta vez estábamos preparados y no iba a permitir que se me escapara.
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Comments
Melisuga
Sip...
Realmente es un consejo totalmente fuera de lugar.
2024-09-12
0
Quetzal Androide
Wow! Su mamá salió bastante "luchona" XD Qué bueno que le dió su merecido al viejo ese 👍
2022-10-26
3