Desperté con náuseas. Me levanté de urgencia para devolver toda mi cena nocturna. Mi cabeza no podía más de dolor. Había bebido demasiado, o quizás no, pero mi cuerpo no estaba acostumbrado. Me arrastré a la cama y vi que Lex no estaba. "Debe haberse ido después de verme dormir sobre él, qué vergüenza". Me eché a la cama quejándome de la vida y gimiendo de dolor, me quemaba el estómago. Me levanté a tomar agua mientras continuaba quejumbrosa.
—Me duele todo, maldición, creo que no podré ir al colegio así —de pronto sentí un agradable calor a mi alrededor y me habló una voz que me sobresaltó.
—Ten unas pastillas —di un gran grito.
—¡¡Me asustaste, Lex!! —Vi que extendía algo en su mano.
—Tómalas. Son para el dolor. Déjame prepararte algo para la resaca —se giró a hervir agua y me extendió una bebida rehidratante
—Pensé que no volverías.
—Fui a comprar.
—¿Qué... pasó? —estaba segura de que no habíamos tenido relaciones, pero dormí tan profundamente que no lo sentí levantarse. Me quedé contemplando su cuerpo. Llevaba solo la camiseta que usaba bajo su camisa. Me empezó a carcomer la culpa por alguna razón que no entendía porque no lograba pensar con claridad.
—Solo dormimos. Espero que no te moleste que me haya duchado.
—No, para nada —ay, necesitaba una ducha. ¿Oleré mal? De seguro, a alcohol, vómito y suciedad.
—¿Cómo te sientes?
—Horrible. Tengo náuseas.
—Ve a dormir.
—Tengo colegio, ¿qué hora es? Si no voy, la madre de Conner tendrá prob... —"¡Ay, Conner!" Fui corriendo a tomar mi teléfono que se había quedado sin batería. Lo encendí. Eran las 7:50, me tenía que ir si quería llegar a tiempo, pero me sentía enferma. Tenía muchos mensajes de Conner:
> Hola\, avísame cuando llegues a casa
> Mireya\, es tarde\, estoy preocupado
> Te he estado llamando\, me voy a dormir\, quizás te dormiste temprano. Te quiero
> Mireya\, ¿vas al colegio? ¿estás bien?
Leí a la rápida y lo llamé.
—¡Conner! ¡Perdón! —grité por el teléfono.
—Me dejaste preocupado
—Lo siento, estoy bien.
—¿Aún en casa? ¿Te pasamos a buscar?
—No... Creo que no iré hoy. Estoy mal de salud.
—¿Qué te pasó?
—Am... —pensé en contarle todo, pero era demasiado complejo para hablarlo por teléfono—. Estoy mal del estómago.
—Rayos, hablamos luego, tengo que bajar del auto, espero que te sientas mejor. Nos enviamos mensajes
—Ok. Adiós...
Ahora sí me sentí de lo peor. Lex me indicó que fuera a desayunar unas tostadas, pero mi estómago no aguantó y tuve que correr nuevamente al baño, esta vez conmocionada también por la culpa. Me quedé aferrada al inodoro y las lágrimas comenzaron a brotar violentamente. No quería que Lex me viera, sentía mucha vergüenza, solo quería estar sola.
—Mireya...
—Estoy bien —intenté tragar mi pena, pero no lo lograba. Sabía bien que iba a herir a Conner. Había besado a Lex estando ebria y no podía contener mis deseos por él. Nada justificaba lo que había hecho y, aunque hubiera intentado terminar la situación, arruiné todo.
—Voy a entrar.
—No, no, no —pensé que lo haría, pero esperó.
—Me quedaré aquí entonces —lloré un poco más hasta calmarme, me lavé la cara y limpié mi desastre. Salí del baño con el mejor rostro que podía poner.
—Gracias por preocuparte.
—¿Quieres comer?
—No realmente... lo siento.
—Te hice un té de hierbas.
—Eso quiero... gracias... —me dirigió suavemente a la cama. Me acostó y me arropó. Me di cuenta que tenía el cuerpo frío. Dejó el té junto a la cama y me acarició la cabeza suavemente. Cerré mis ojos y me dormí.
Al despertar él seguía en casa. Me bañé y comí un poco de lo que me había preparado, tomé los analgésicos que me había comprado y, ya más compuesta, me puse a llorar de nuevo.
—Ya... ya... no pasó nada, Mireya.
—¿No tienes que trabajar?
—¿Quieres que me vaya?
—¡No! No lo dije con esa intención. Solo no quiero que tengas problemas en el trabajo... por mi culpa.
—No te preocupes. Yo decido gran parte de mi horario. No había nada urgente que atender, y ya comuniqué mi ausencia.
Lloré un rato en silencio. ¿Cómo le debía contar esto a Conner? No pensaba llegar más lejos con Lex, pero nos habíamos besado. No importaba cuánto nos decidamos a estar alejados, una fuerza pasional nos unía inevitablemente y apenas nos descuidábamos, volvíamos a caer. La única opción era..
—No volveré al club —dijo en seco
—¿Cómo?
—No voy a ir más. Además... con los temas del embarazo de Melanie estaré ocupado —me puse a llorar más. Entendía que tenía que mantener la distancia con él, pero... pero... lo iba a extrañar.
—No puedes... —intentaba refrenar mis palabras. Sabía que era lo mejor para ambos.
—Estoy sintiendo algo... cuestionable, Mireya... por ti. Nada de esto está bien...
—Lo sé —no podía detener mis lágrimas. Hablaba entre hipos—. Soy una maldita —me tocó la cabeza con un dedo.
—Lo arruinamos. Ligeramente, pero si continuamos con esto vamos a caer más. Será mejor terminar con esto de raíz.
—Tienes razón —me limpié el rostro—. Te deseo... —se me quebraba la voz— lo mejor con tu familia —dio un suspiro mientras miraba el piso.
—Disfruta con tu novio, chiquilla... —se levantó para retirarse.
—Probablemente termine conmigo cuando le cuente lo que hice...
—Entonces no le cuentes.
—¿Hay alguna parte de tu vida que sea real?
—Soy real, Mireya, ¿crees que Melanie no sabe de ti? Cuando nos encontramos, asumió todo.
—¿Se enojó?
—Sí, pero no tiene razones, tú y yo no hemos hecho nada. Y ya te dije que con ella no nos llevamos muy bien. Solo negocios. De hecho... —dudó un instante—. Ese hijo no es mío, lo asumo porque estamos casados.
—¿Ah? No... no entiendo.
—Melanie y yo tenemos un acuerdo de negocios. Solo somos una imagen.
—Sigo sin entender... ¿Eres gay? —se largó a reír—. No te rías tanto, que para encamarte con ella y con otras, apostaría, eres bueno.
—Ahora estoy loco por ti —me dijo con mirada seria. Intentaba no creerle.
—¿Cómo puedes hacer esto teniendo una familia?
—Del mismo modo que tú lo haces… —nos miramos en silencio. Tenía razón—. Bien me voy —se alistó para marcharse. Me embargó la desesperación. Propuestas de infidelidad pasaron por mi mente. En vez de eso me levanté para dejarlo en la puerta. Al cruzar el umbral lo abracé fuerte.
—Esperaré tu visita en el Club de todas formas —dije en un susurro que, estoy segura, oyó.
No podía explicarme cuánto lo deseaba, cuánto lo quería. ¿Será que lo veía prohibido y experimentado? Lo solté. "Da vuelta la página. Acaba con esto". Me dio un beso en la mejilla, me dio indicaciones "médicas" para la resaca y me ordenó descansar. Antes de que se alejara, vi de reojo una silueta. Era Conner, parado a unos metros, mirando atentamente con sus ojos grandes. Me quedé en shock, no sabía dónde meterme.
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Comments
Sandra Lilian
pobre chico lo que tuve que presecenciar
2023-09-05
2
Eugenia Venegas Oyarzo
aah estoy igual de confundida que Mireya, me gustan los dos 🤷🏼♀️🥲
2023-02-07
1
Quetzal Androide
Nooo! Pobre muchacho 😞
2022-10-19
1