Una pequeña historia.

Estaba más que agotada, sentada en una butaca superlujosa, en un restaurante que sentía que todo cuanto tocaba podía costar más que toda mi casa junta.

—¿Era necesario venir a este lugar tan extravagante? —decía señalando el lugar que tenía más lujo que había visto en toda mi vida.

El día de hoy había sido agotador, pensé que iba a ser más divertido, pero solo estuvimos de aquí para allá haciendo recados, buscando información, en la que siempre me dejaban a un lado y lo mantenían todo en secreto, era muy molesto, pero no estaba para ponerme exigente.

Lo bueno es que pude ver a diversas personas, siempre había supuesto que los demonios vampiros con los que estaba rodeada eran unos monstruos, pero con esto, me di cuenta de que incluso eran mucho más civilizados que los seres humanos, lo que me avergonzaba admitirlo.

También me di cuenta de que al igual que los humanos pasan desgracias y problemas, que no todo es color de rosas.

—¿Qué te ha parecido?—preguntó Eider.

Me quedé en silencio por un minuto, inspiré hondo y suspiré profundamente.

—es muy hermoso, la verdad, me ha sorprendido todo esto, no esperaba algo así—dije con sinceridad.

—te dije que no éramos unos monstruos.

Movía mis dedos con algo de vergüenza y nerviosismo.

—¿Por eso me trajiste aquí, para demostrar que no era lo que suponía?

—quizás.

—hora me doy cuenta de que estaba equivocada, ¿Feliz?—respondí de mala gana.

—puede.

—¿Eso lo único que dirás ahora?

—tal vez.

Exasperada le tiré uno de los cubiertos, pero este lo atrapó con unos impresionantes reflejos, por supuesto ya esperaba algo así.

—¿te gustaría escuchar una pequeña historia?—soltó de la nada.

—depende, si no es para asustarme o no.

—que te asuste o no, ya es tu elección.

Eider comenzó contándome la historia de un niño que perdió a su madre el mismo día que nació y era violentado, tanto física como mental, por su hermano mayor, ya este siempre lo culpó por haber matado a su madre.

Ellos dos eran los únicos varones que había tenido su padre y debían prepararse para heredar el trono, convirtiendo los días de ambos hermanos en una completa pesadilla, el hermano mayor, que siempre lo había culpado, sentía celos de él que también le quisiera robar lo único que le quedaba, el trono.

Aquel niño sufrió tanto por su hermano y la constante presión de su familia que, se negó a obtener algo que solo le había traído sufrimiento.

Cuando aquel niño, estaba a punto de caer al abismo y sucumbir a la oscuridad, conoció a una hermosa mujer, una mujer, una poderosa bruja, de nombre Alisent.

Esto último me sorprendió, que también fuese una bruja, ¿será simple coincidencia?

Continuando con la historia, aquella mujer le mostró lo hermoso del mundo y cambió toda esa oscuridad por Luz, bondad y amor, tanto así fue, que empezó a apreciar más su legado al punto de cumplir con sus mandatos como príncipe.

Gracias a ella también logró arreglar las rencillas causadas durante muchos años con su hermano mayor y su padre, que antes se sentía decepcionado de él, cambió su punto a sentirse orgulloso de nuevo.

Pero como dice el dicho, nada dura para siempre y llegó la inesperada guerra, que fue provocado por los celos y la envidia de las razas que empezaron a tener complejo de inferioridad, al ver la unión de los vampiros y los demonios.

Lo que llevó a muchas razas, vampiros, licántropos, súcubos, sirenas, etc. A enfrentarse, por lo que parecieron los tres años más largos del mundo.

Desafortunadamente, en dicha guerra la amada de aquel niño fue asesinada al intentar proteger a su amado, lo que destrozó a aquel joven príncipe, dejándolo en una profunda tristeza y desolación por un siglo.

Se tomó una pequeña pausa para mirarme, estaba serio, sereno, pero, podía notar que su mirada denotaba enfado, ¿Pero por qué?

En aquella guerra inesperadamente había una raza, un clan que se mantenía neutral, esta era el clan de las brujas.

A pesar de que no eran muchos, eran conocidos por tener a los brujos y brujas más poderosos de la historia, pero había una bruja que destacaba más entre ellas, su nombre era Séfora.

Las tres clases más rivales, vampiros, demonios y licántropos, pidieron ayuda incontables veces.

Séfora, cansada de su insistencia, les prometió ayudarlos a cambio que ellos le dieran lo que más preciado tuvieran.

Pero a la hora de la verdad, ella los traicionó, tanto a los licántropos como a los demonios y vampiros, por lo que provocó la ira ellos, creando casi la extinción de su propio clan, por su estupidez y avaricia.

Y para pagarla con la misma moneda, debía dar algo que más apreciaba para salvar a su clan, ella sin sentirse arrepentida, entregó en matrimonio a una bebé que todavía no había nacido, pensado que así saciaría la ira de los tres clanes, pero también fue traicionada por los suyos logrando que el clan de los licántropos la decapitaran para así obtener la paz.

Ahora aquel joven príncipe inocente que antes era intimado y sonreía por su amada, se perdió con el paso de los años y solo quedó un hombre meticuloso, calculador que no cree en nada más en sí mismo para sobrevivir.

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