Capítulo 9

Mi vida amorosa fue totalmente nula. Nunca tuve un amor de la infancia, ni uno adolescente ni nada de eso. Probablemente, sea porque nunca quise tenerlo, siempre me cerré a las oportunidades. Si he tenido encuentros sexuales con muchos hombres. Pero tenía una regla, no pasar más de tres noches con ellos.

Se dice que para no crear un lazo sentimental con alguien no debes tener sexo con una persona más de tres veces. La primera es para ver qué onda, la segunda por si te gusto y la tercera la despedida. Después de eso si se siguen viendo, alguno de los dos empieza a generar sentimientos.

La verdad no estoy muy segura de ello, pero prefiero prevenir. No sé qué es el amor, nunca lo he sentido, pero tampoco quiero hacerlo, no quiero depender emocionalmente de alguien. La mayoría de las veces siempre termina mal. En mi anterior vida estaba deshecha emocionalmente, al agregarle otra cosa más creo que no lo hubiera soportado.

A veces, fingir no tener corazón es otra forma de evitar que lo rompan.

Aunque analizándolo mejor no me funcionó, ya que prácticamente me suicidé al no intentar salvaguardar mi vida en aquel tiroteo.

- Entonces, ¿qué dices? - Me aleja de mis pensamientos Dominick.

- ¿Eh? - le digo desconcertada.

- ¿No me estabas prestando atención? - ¡Oh cierto!, ya me acordé. Justo antes de irme al mundo de los pensamientos, al parecer nuestro querido Rey me estaba proponiendo cosas indebidas.

- Bueno te estaba diciendo que podríamos ir a divertirnos a otro lugar más privado. - Me vuelve a decir Dominick con una voz juguetona.

- ¿Sabe que soy una mujer casada, verdad?

- Lo sé perfectamente, pero puedo notar que ustedes no tienen una relación sentimental. Investigando sé que él a quien quiere es a su concubina.

- Al parecer se ha informado bien. - Tomo un suspiro - Pero aquí hay mujeres muy bellas y sin ningún compromiso. Sé que muchas, si no es que la mayoría, no se negarían.

- Probablemente, esté en lo correcto, pero ninguna de ellas me llama tanto la atención como usted. - Me dice acercándose más a mí.

Bueno, lo pensaré. - Le digo con una sonrisa. La verdad no estaría mal pasar un buen rato con él. Es guapo, cuando toqué su cuerpo para bailar con él pude sentir que está bien trabajado. Me siento demasiado tentada. ¡Malditos! Saben como hacer caer a una.

- Estaré esperando ansioso su respuesta. - Me lo dice sonriendo. - He escuchado que la capital es hermosa. Hace mucho que no tengo el placer de venir, así que si no es mucha molestia me gustaría que sea mi guía turística.

- Lamento decepcionarlo, pero hace poco sufrí un pequeño accidente que llevo a que perdiera la memoria temporalmente. Por ende no sería de utilidad porque prácticamente estoy igual que usted al no conozco nada.

- Bueno, pero eso no es ningún problema. Incluso es mejor, así podemos ir los dos y descubrir que tan maravillosa es la capital juntos. Si nos llegásemos a perder, estando con una mujer tan bella como usted, la verdad no me importaría. - Me dice guiñándome el ojo. No pude evitar reírme, qué descaro el de este hombre. Aunque siendo sinceros me cae muy bien.

- Si ese sea el caso, a mí tampoco me importaría. - Le digo con una sonrisa mientras paramos de bailar. - Fue un placer bailar con usted, iré por un postre, así que siga divirtiéndose. - Le digo a punto de irme.

- De hecho yo también pensaba ir por uno, así que la acompaño. - Me dice mientras extiende su mano para que pase primero.

Mientras camino puedo ver a Tessa y Leyla comiendo postres.

- Hola Lady Tessa y Lady Leyla, espero que se la estén pasando bien esta noche.

- Hola su majestad. - Me saludan haciendo reverencia las dos al mismo tiempo.

- Sí, nos la estamos pasando bien su majestad. - Me dice Leyla con un tono serio. Es justo como dice la novela. La personalidad de Leyla es introvertida y muy reservada, pero es muy leal a las personas cercanas a ella.

- En especial por los postres, son deliciosos. - Esta vez habla Tessa. - Pruebe uno su majestad. - Ella es todo lo contrario a Leyla, una chica extrovertida, le gusta hacer reír a las personas, aunque se dice que a veces es algo imprudente a la hora de hablar, por su puesto sin ninguna malicia. Creo que son el dúo perfecto.

Se dice que una amistad entre una persona introvertida y una extrovertida es la mejor. Aunque ya sabrán quién adoptó a quien.

- Por supuesto, ¿Cuál me recomienda? - Le respondo a Tessa

- Le recomiendo los Rollos de canela. - Me dice con una sonrisa en su rostro. - También los pasteles de Belem, aunque de hecho mi postre favorito son las rosquillas, son deliciosas. - Me lo dice todo de manera apresurada, al parecer le gustan mucho los postres. - Aunque pensándolo bien también el... ¡Ahhh! - Veo que se queja al recibir un codazo Leyla para que deje de hablar.

- Su majestad, todos son deliciosos, así que puede probar cualquier. - Me dice Leyla. No puedo evitar reírme por lo bajo, son tan lindas juntas.

- Claro. - Digo mientras agarro una rosquilla y la pruebo. Puedo ver como ambas están peleando por algo, seguro por alguna tontera.

Si quisiera tener una amistad, sin duda elegiría una como la de ellas. Lástima que no pueda. Inconscientemente chasqueo la lengua.

- ¿No le gustó su majestad? - Me pregunta Tessa

- Claro que sí, está deliciosa. - Le digo con una sonrisa. En eso escucho como alguien hace una tos fingida detrás de mí. - Su majestad, pruebe uno, están deliciosos. - Volveo hacia Dominick al percatarme que todavía estaba con nosotras. Pensé que ya se había ido.

- Si usted lo sugiere, lo haré. - Me dice. - ¿Y no piensa presentarme a estas bellas damas? - Me pregunta viéndolas.

- Por supuesto. Ella es Lady Tessa y Lady Leyla. - Le - digo señalando a cada una. - Son concubinas reales. - Cuando acabo de decir eso, veo como voltea rápidamente hacia mí. En su mirada puedo ver un ¿Es en serio? ¿Y por qué les estás hablando?

- Prácticamente son tu competencia. Entonces, ¿Por qué eres amable con ellas? - me dice en un tono bajo para que solamente yo pueda escuchar.

- Ellas no son ninguna competencia, Ellas al igual que yo no tenemos el afecto del Emperador. Recuerde que él a quien ama es únicamente a Lady Alessa, su concubina favorita. Y aunque no fuese así, yo jamás competiría por un hombre.

Volteo hacia ellas. - Quisiera seguir hablando con ustedes, pero estoy algo cansada. Así que me retiro antes. Sigan disfrutando de la velada.

- Claro su majestad, descanse.

- Descanse su majestad.

Me dice las dos.

- Su majestad, siga disfrutando de la noche. - Esta vez me dirijo a Dominick.

- Eso haré. - Me dice guiñándome un ojo.

Siento que se trae algo entre manos. Lo mejor será ya irme.

Ya estoy acostada en la cama lista para dormir. Isla me preparó un baño aromático, así que me siento muy fresca.

Cuando estoy a punto de quedarme dormida, empiezo a escuchar ruidos por la ventana.

¡Maldición! ¿Qué rayos es eso? ¿Será un animal? No, no creo, qué haría un animal afuera del palacio. ¿Y si es un asesino? ¿Tan rápido la villana quiere deshacerse de mí?

Pero no llevo ni una semana aquí.

Aunque tampoco está muuy cool vivir aquí que digamos.

¡Ay! no no, al parecer los pensamientos suicidas vienen a mí otra vez.

Para empezar, si muero ahora, la villana sembrará evidencias en mi contra. Hasta ahora nada más ha matado a la concubina Darlene. Si lo hace me tomarán como traidora. No puedo permitir eso, puedo aceptar todo menos que me difamen, odio cuando alguien me acusa de algo que no hice.

Con esos pensamientos busco rápidamente algo con qué defenderme. ¡Maldita sea! No encuentro nada, sólo veo un jarrón de mármol, pero me imagino que costará una fortuna.

¿En serio te estás preocupando más por un jarrón? Me recrimino a mí misma. No importa, ahora lo que importa es salvar mi vida. Agarro el jarrón y me pongo a un lado de la ventana.

Veo como entra el sujeto y se para a espaldas de mí. Es el momento, así que con todas mis fuerzas trato de lanzar el jarrón en dirección a su cabeza. Pero al parecer se da cuenta y rápidamente se hace a un lado volteando hacia mí y con una mano agarra el jarrón y con la otra me tapa la boca arrinconandome a la pared. Que buenos reflejos tiene el maldito.

Cuando está lo suficientemente cerca, gracias a la luz de la luna, veo su rostro.

- No hagas ruido. - Pero qué, ¿Él qué hace aquí a estas horas?

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