Capitulo 20

Su Majestad, el carruaje ya está listo.

Hoy saldré del palacio. Iré al orfanato más cercano y da la casualidad que es el que está en peores condiciones. Pero antes tengo que hablar con Peyton.

- Está bien, pero antes necesito que llames urgentemente al Mayordomo Peyton. - No tardó ni diez minutos en venir.

- Me llamaba Su Majestad.

- Sí, necesito hacerte unas preguntas y necesito que seas totalmente honesto conmigo. La primera de ellas es, ¿por qué has dejado de suministrar dinero a las clínicas y a los orfanatos?

- Lo hice porque hace aproximadamente tres meses hubo una plaga y gracias a eso muchos cultivos se dañaron, por no decir la mayoría. Y como sabrá, la agricultura es lo que más impuestos genera al Imperio, por ende ocasionó una crisis económica de la cual apenas se está logrando superarla. - Entonces esa es la razón. Por eso no es bueno que solamente una cosa sea tu única fuente de ingresos.

- Entiendo. La otra pregunta es ¿por qué nunca reportaste al Emperador todo lo que estaba gastando la concubina Rose? Si sabías que el Imperio estaba en crisis, ¿Por qué no limitaste sus gastos?

Al parecer toqué un tema sensible porque se puso nervioso y tenso. - ¿Le ha recortado sus gastos a la Concubina Rose?

- No has respondido a mi pregunta.

- No sé si deba decirlo.

- No tienes otra opción. Si no lo haces no me dejarás otra alternativa que prescindir de tus servicios. - Le digo con determinación. Aquí hay gato encerrado y tengo que saberlo.

- ¡Fue culpa del Duque Stone! - Dice exaltado. - Él prácticamente me amenazó para que no le reportara al Emperador cuánto gastaba Rose, aunque en realidad ella no lo gastaba. Todo ese dinero era para su padre y sus negocios. - ¿El duque Stone? No sabía que fuera un hombre tan ambicioso y descarado al robarle de esta manera al Imperio. Y peor aún, en nuestras narices.

- Gracias por decirme. Ya le recorté su presupuesto. Si te llega a decir algo el Duque le dirás que yo lo hice para que no te metas en problemas. ¿Entendido?

- Sí, Su Majestad.

Después de eso fui al orfanato en el carruaje. No sabía que era tan cómodo un auto hasta que me subí a esta cosa. El carruaje salta a cada rato. Por poco le grito al chofer que no trae vacas. Por su culpa ya me he caído cuatro veces del asiento. En estos momentos es cuando más extraño mi mundo.

Lo peor de todo es que Isla solo se viene riendo de mí. Trata de disimularlo, pero es demasiado obvia. ¡Qué vergüenza!

- Ya llegamos Su Majestad. No se preocupe, llegó viva. - Dice con burla Isla. No sabía que ya teníamos tanta confianza como para que se burle de mí. La miro con recelo.

- Gracias Isla, tan linda como siempre.

Después de bajar de esa cosa y que la madre Sitka nos diera la bienvenida pasamos al lugar. Y es verdad como decía en los informes. A simple vista se ve que hay muchos niños y pocos recursos. Entiendo que el Imperio estaba en crisis, pero tampoco para llegar a estos extremos. Aunque sé que hay personas en peores condiciones.

- Nos honra demasiado su visita Su Majestad. Lamento que no estemos en condiciones de atenderla como se merece.

- No, no, todo lo contrario. Es nuestra culpa por no atender a sus pedidos. Pero por eso mismo estoy aquí, vine a decirle personalmente que el dinero que se le suministraba llegará hoy mismo con un pequeño aumento por el retraso.

- Agradecemos su gratitud Su Majestad.

Volteo hacia el patio y veo como unos niños están intimidando a otro. ¡Uy! Al parecer los matones andan en todas partes y a cualquier edad.

- ¿Qué sucede aquí? - Pregunto en cuanto me acerco a ellos.

Hacen reverencia los niños - Saludos a la Luna del Imperio. - Dicen todos.

- No sucede nada Su Majestad. Solamente estábamos jugando con Kail. - Habla quien parece ser el líder.

- ¿Estar jugando significa intimidar a otros? - porque si es así, que raro juegan aquí.

- Su Majestad, lamento que tenga que ver este tipo de situaciones. Yo misma me encargaré de castigarlos.

- Primero hay que ver qué fue lo que sucedió. - Me pongo a la altura de Kail, tiene el cabello negro y ojos del mismo color. Un niño muy lindo. - ¿Me dirás que estaba pasando Kail?

- Un poco indeciso me dice. - Me estaban molestando porque mi mamá me abandono.

- Acaso no fue así con ellos?

- No. - Vuelve hablar el niño matón. - Nuestros padre murieron y por eso estamos aquí, pero a él su mamá lo abandono. Nadie lo quiere. - ¿Cómo puede decirle eso a este pobre niño? Tan solo ver su carita triste me pone mal.

Nunca me han gustado los niños, ni mucho menos los bebés. Nunca he cargado uno. Pero siento que él es de esos niños que el mundo no merece.

- Mira. - Me dirijo al niño que habló. - El que lo haya abandonado o no su mamá no tiene nada quer ver con él, ni mucho menos contigo. Eso no te hace superior a él. Y madre superior no tiene que castigarlos, únicamente hable con ellos para que entiendan que lo que hacen está mal. Yo por lo mientras me quedaré un rato con Kail.

- No tiene que castigarlos, lo que dice es verdad. - Dice Kail después de que todos se fueran. ¡No digas eso que me partes el corazón!

- Eso no es verdad. No hay justificación para que te intiminden. Tu4 no tienes la culpa. De hecho, a veces tener papás es mucho peor. - Y te lo digo por experiencia. - Así que no te estás perdiendo de mucho.

- Lo dices porque tú tienes unos. - Con una voz tierna y una mirada de bambi me dice. - ¿Tú no me puedes adoptar? - En qué lío me vine a meter.

- No puedo mi amor, apenas si puedo con mi vida, mucho menos podré hacerme responsable de otra. Pero prometo venir a visitarte seguido y estar al pendiente de ti. ¿Vale?

- ¿Lo prometes?

- Lo prometo.

Después de hablar otro rato con Kail regresamos al palacio. El camino fue igual de horrible. Por suerte me agarré bien y no me caí tantas veces.

- ¡Por fin llegamos!

Mientras bajo alguien se acerca a paso veloz y me abraza.

- ¿Cómo estás Sophia? - Se aleja un poco de mí. - Vine lo más rápido que pude porque es tu carta me dijiste que te estabas muriendo, que no te quedaba mucho tiempo de vida y que si tardaba en venir lo proximo que haria era llevarte flores a la tumba. - Dice Jefferson, el hermano de Sophia.

- ¿Yo te dije eso?

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