...Johan...
Un golpe en la frente despertó a Johan de un respingo. Al abrir los ojos notó la mano femenina sobre su rostro, la responsable de despertarlo. ¿Quién era ella? Intentó hacer memoria la noche anterior, pero el amortiguamiento en su pierna derecha y el gran malestar en todo su cuerpo no le permitieron explorar más allá en sus recuerdos.
Aturdido, dió un rápido vistazo sobre el panorama. Estaba compartiendo cama con tres personas, y una de estas, descansaba cómodamente sobre su pierna. No podía creerlo, estaba furioso. ¿Que hacían esos desconocidos en su cama? Bajo con suavidad la mano de la chica, pero no dudó en desquitarse con el chico dormido sobre su pierna. No tuvo piedad. Con su pie libre empujó al chico hasta botarlo al piso. El crujido despertó a los otros.
— ¡MALDITA SEA! ¿QUIÉN LES DIJO QUE PODÍAN ENTRAR AQUÍ? — gruñó. Los chicos se levantaron asustados, y salieron corriendo golpeándose los unos con con otros, a excepción de la chica, quien se tomó su tiempo para salir.
Despejada la habitación, se levantó con su pierna aún entumecida y salió cojeando del cuarto. El pasillo estaba lleno de botellas vacías, basura y algunos objetos que desconocía su origen o uso. Un olor sofocante e intenso de alcohol y cigarro llenaba la sala. El azabache se desanimó al pensar en todo lo que debían de limpiar, pero sabía que los ingresos de esas molestas fiestas, eran la única forma que tenía su amigo Alex y él para sobrevivir mientras estudiaban.
Llegó a la cocina, agarró la leche y una caja media vacía de cereal de uno de los estantes. Tomó dos grandes puñados de cereal y se los metió a la boca, después de masticar un poco, tomó un gran trago de leche y tragó.
— ¡maldita sea! ¡no te acabes todo! — protestó el pequeño pelirrojo que terminaba de entrar, abalanzadose a la caja de cereal. El azabache defendió la caja dándole la espalda, convirtiéndose en una barrera impenetrable para el pequeño, quien solo podía agitar sus cortos brazos para alcanzarlo.
Johan se divertía burlándose de la estatura de su amigo, aunque solo era un año mayor que él, diferían de quince centímetros de estatura, por esa razón, siempre lo trataba como al hermano menor.
Alzó la caja, la puso en el estante más alto y la empujó hasta el fondo, haciéndola difícil de alcanzar, incluso para él mismo.
El pelirrojo intentó alcanzar el cereal saltando, pero al notar que era imposible, se rindió. Se sentó en una de las sillas y bufó cruzando los brazos. Alex era demasiado resentido y orgulloso como para insistir. Tenia la personalidad de un gato. Le resultaba humillante seguir suplicando por la caja, y aún peor, subir sobre una silla para bajarla. Quizás era algo exagerado, pero él era así, le resultaba más fácil desistir.
— ¡toma! no seas resentido y come rápido, vamos a llegar tarde a la uni — bajó el cereal poniéndolo frente a el pelirrojo, quién miró con desprecio la caja, pero después, la tomó y comió de ella. Después de todo, el orgullo, la humillación o resentimiento, no tenían lugar cuando se trataba de la persona que más quería.
— ¡idiota! — protestó — ¡toma! para que cambies la porquería de celular que tienes — aún masticando el pelirrojo tendió un paquete de celular sobre el mesón.
— ¿Qué? ¿Por qué? Quédatelo tú, no lo necesito. No deberías gastar el dinero de esa forma.
— no te quejes, lo gane en una apuesta. No me hagas enojar y tómalo rápido — frunció el ceño y siguió comiendo de la caja de cereal. Alex sabía lo ahorrativo que era Johan, seguiría usando su celular viejo hasta que se estropeara completamente. Alex no quería que su amigo pasara decadencias, le importaba mucho como para permitirlo.
— bueno... — aceptó finalmente. Tomó el celular y lo miró con melancolía, Alex siempre estaba pendiente de él, incluso, le permitía vivir en su casa y se repartían por igual el dinero de las fiestas. Se preguntó ¿qué había hecho para merecer a un buen amigo como él? — entonces me voy a bañar para irnos. Mi concuñado me pidió que vaya como su asistente y le tome el examen a los chicos de segundo semestre — Johan caminó hacia la puerta pero se detuvo en medio camino — Alex, gracias — terminó de decir antes de continuar su camino.
Johan recorrió los mismos pasillos hasta llegar al cuarto de baño, cerró la puerta y por fin pudo pensar en su sueño. Se miró al espejo y se obligó a si mismo a sonreír. Aquél sueño lo había dejado perturbado. Hace mucho que no recordaba el pasado, ni nada de Andy, sobre todo porque cuando lo hacía, su corazón dolía. Quizás era demasiado cobarde, prefería enterrar el pasado que enfrentar el dolor de sus arrepentimientos. Bajó su vista, no podía verse a si mismo. Había decidido ser un cobarde, porque eso era más fácil y menos doloroso.
Jaló la cortina que ocultaba la bañera dejando ver una escena patética. Ahí dentro yacía un chico dormido, con gran parte de sus cejas y cabello en el suelo, no llevaba camiseta y dejaba ver su cuerpo rayado con marcador, seguramente por sus "amigos". ¿Qué clase de estúpido se dormiría en la bañera? Pensó mientras lo inspeccionaba con una lastima mezclada con compasión, compasión que borró al instante, porque él, no se consideraba a si mismo una buena persona.
— ¡Hey! — el chico sin ceja se despertó aturdido, parecía no reconocer dónde estaba — ¡largo! ¡quiero bañarme! — sin entender del todo que estaba pasando, se levantó y torpemente corrió a la salida.
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Los dos amigos abandonaron la casa en sus motos rumbo a la universidad. El día era brillante, seguramente después de clases irían al estadio de la universidad o a vagar un poco en el billar, después de todo, estaban a pocos días de terminar el semestre, y para suerte del azabache, el estudio nunca había sido un problema.
Estacionaron en el lugar siempre, dentro de la universidad, los cuáles siempre permanencian disponibles. Ningún estudiante se atrevía a ocupar sus espacios por los rumores que circulaban sobre ellos, sobre todo del azabache.
Se decía que podía sacar ocho dientes con un solo puñetazo, que él nunca había perdido una pelea, ni siquiera contra los matones de las pandillas que merodeaban la zona, incluso se escuchaba que estuvo envuelto en la muerte de tres personas. Algunos valientes murmuraban que pertenecía a la pandilla de los dragones blancos, pero nunca había sido confirmado por nadie. Cierto o no ¿Quién se atrevería a confirmarlo? A pesar de todos los rumores siempre era el centro de atención de chicos y chicas. Su aspecto imponente y mirada fría, le daban una belleza magnética, como la luz a las polillas. Todos querían agradarle, aún cuando tenía una horrible personalidad agresiva y mezquina.
— ¡Hey chicos! — fueron sorprendidos por un abrazo doble por la espalda.
— ¡maldita sea! Carlos no te me cuelgues — gruñó el azabache alejando al rubio milimétricamente más alto que él.
— ¿por qué siempre eres tan agresivo? me hieres — con una mano empuñó su pecho fingiendo dolor en éste, y con la otra limpió las lágrimas que no tenía. El azabache solo bufó y continúo caminando. — ¡hey! ¡hazme caso! — los siguió insistente, pero estos ya estaban en medio de otra conversación, dejándolo de lado. Carlos los siguió y se interpuso en su camino.
— ¿Qué quieres? ¿Por qué siempre eres tan molesto? — preguntó el pelirrojo dándole la atención que pedía.
— son demasiado crueles... yo solo venía a invitarles al partido de tennis contra unos chicos de la universidad B, insisten que son mejores que nosotros. Van a apostar 300 dólares por cabeza y necesitamos a Johan para ganar. Yo no puedo jugar por obvias razones.
— no vamos a ir... tenemos muchas cosas que hacer... ¿Verdad? — soltó el azabache y con un gesto pidió la confirmación del pelirrojo, pero éste ya estaba asintiendo antes que se lo pidiera.
— es en la noche — Carlos acortó la distancia — así que no importa a qué hora terminen sus clases — musitó autoritario en el oído del azabache, dejando a este a la defensiva. Dió un paso atrás y sonrió con malicia — nos vemos — agitó su mano de forma que parecía un saludo militar y se alejó.
— siempre eres muy hostil con él ¿Te hizo algo? — preguntó el pelirrojo, curioso, cuando Carlos se había alejado lo suficiente. Johan estaba acostumbrado al exceso de atención, no solo por lo que imponía exteriormente, tenía buenas calificaciones y era bueno en los deportes, por esa razón, tenía demasiado estima de si mismo y a veces trataba mal a la gente, menospreciandolos, pero nunca había sido tan hostil con alguien, por lo menos no sin ninguna razón aparte.
— no, pero algo me dice que no debo confiar en él... — respondió casi susurrando.
— ¿Qué?
— simplemente... es demasiado extraño, siempre que me doy la vuelta está detrás de mi, ese tipo da escalofríos — se masajeó el cuello con su mano derecha intentando dejar de preocuparse y continúo caminando.
— Quizás está enamorado de ti, después de todo él es abiertamente gay...
— deja de decir tonterías y vámonos de aquí — gruñó al sentir un escalofrío recorre su cuerpo, había mucha gente enamorada de Johan, pero no quería que el raro estuviese enamorado de él.
— bueno... Oye vuelve a mandarme el e-mail de ayer, no me llegó — pidió para cambiar de tema.
— aún no sincronizo mis cuentas en éste celular, espérame un minuto — sacó su celular nuevo y empezó a configurarlo.
El azabache empezó a caminar con la vista en el celular, de vez en cuando se detenía y seguía caminando completamente ajeno del mundo, sabía que estaba siendo imprudente, pero también sabía que estaba con Alex, y él siempre sería sus ojos.
Sus pies chocaron en un pequeño levante de la vereda, el impacto fue mínimo, pero antes de darse cuenta, Alex estaba sosteniendo su frente. Johan mofó al pensar en lo exagerado que era su amigo, después notó que la única distancia entre su cara y la señal de "cruce de ciclistas", era la mano de Alex.
— ¡maldita sea! Fíjate idiota. Me golpeé la mano por tu culpa — el pelirrojo gruñó pero Johan no pudo evitar reírse — haz eso después, tampoco es tan urgente.
— Sabes que soy malo para recordar este tipo de cosas, por eso nunca dejó nada para después, además, te tengo a ti para que me guíes — le dió un medio abrazo sonriendo, haciendo que el pelirrojo se sonrojara.
— ¡qué asco! si me sonríes otra vez así, me vomito — empujó al azabache como un gato asqueado al recibir mucho cariño — entonces, vamos por ese sendero, por el de aquí pasan las bicicletas y se te puede caer el celular.
Se adentraron al sendero lleno de árboles. A pesar de que el día era cálido y brillante, dentro de ese lugar, el viento soplaba más fuerte y se podía sentir el olor a tierra mojada, no era de extrañar, pues a altas horas de la madrugada había caído la lluvia. El frío ahí dentro era agobiante ¿Cómo el ambiente podía sentirse tan diferente en un mismo lugar?
Siguieron caminando, Johan parecía más ágil que antes en el celular, ya no le molestaba el reflejo del sol en la pantalla, en pocos minutos estaba reenviando el e-mail a Alex.
— ya está, listo. — concluyó Johan indicándole la pantalla al pelirrojo a su derecha.
Un abrupto impacto cerca de su ojo, hizo que por instinto se tapase dejando caer su celular.
Vió como el celular se rompía en cámara lenta, salpicando diminutos trozos de vidrio en el asfalto. El celular que le había regalado su amigo hace unas pocas horas estaba completamente roto. Se maldijo por dentro. El pelirrojo reaccionó y recogió el celular dejando ver lo ya evidente. No funcionaba.
El azabache notó un esfero azul rodando en el piso, y con toda la intención de golpear a alguien busco al responsable, pero quedó perplejo. Alex se adelantó y empezó a gruñir al causante, pero Johan no pudo reaccionar, se había perdido en los ojos miel del castaño que estaba a su izquierda. El recuerdo de su sueño llegó a él como un rayo ¿Era una señal? El que lo había golpeado era Andy, ese mismo Andy que había sido su amigo y después lo había abandonado cuando más lo necesitaba. ¿Lo había golpeado a propósito?.
gracias por leer 💕
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Comments
Yaka fujo
Me encanta mucho cómo va la historia
2022-09-06
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