...Andy...
La noche estaba cayendo helada. La luz fría de la sala contrastaba la oscuridad del exterior. El complejo estaba vacío casi por completo, daba la sensación de estar embrujado. De vez en cuando, se podía escuchar algunos pasos por los pasillos, eso, el tic tac del reloj y el sonido de las páginas al ser cambiadas era el único sonido que perturba el sosiego de la sala.
Andy quién leía por décima vez el libro favorito de su madre, tenía extremo cuidado de no romper sus páginas viejas. Ese viejo libro de pasta desgastada era uno de los mayores tesoros que tenía. Después de la muerte de su madre, lo leía cada vez que se sentía ansioso, y, en esa noche en particular, no podía dejar de sentir un mal presagio.
Los cientos de pensamientos que cruzaban por su mente le provocaron un terrible dolor de cabeza. No podía concentrarse en la lectura. Guardó con delicadeza el libro en su mochila, se levantó de la silla y buscó en uno de los estantes, el botiquín de primeros auxilios dónde guardaban las pastillas. Agarró una Aspirina y se la introdujo en la boca. El ruido sordo de la puerta abriéndose de un golpe hizo que la pastilla jugara en su garganta quedándose en medio de esta. El castaño tosió fuerte por el malestar pero la pastilla no se movió.
Buscó con la vista al causante del golpe luego de reincorporarse. Era Lucia quien al parecer se había tropezado con una de las fallas del porcelanato en el piso.
— llegué — musitó Lucia mostrando su radiante sonrisa.
— ¿Te golpeaste fuerte? — preguntó Andy, acercándose a la pelinegra para inspeccionarla de cerca.
— No... Solo chocaron mis manos contra la puerta... — la pelinegra mostró sus palmas enrojecidas.
— debes ser más cuidadosa, si no lo eres, tendré que ponerte un casco de protección antes de salir — bromeó el castaño acariciando su cabeza denotando su diferencia de alturas
Salieron del complejo y subieron al auto rojo de la pelinegra, Andy subió como piloto. Su amiga se sentía más cómoda cuando él manejaba.
Salieron del campus y se metieron a la carretera en dirección a la librería más cercana. El tráfico era tenaz, las luces rojas y amarillas de los faroles y los claxons de los autos aturdían al castaño.
El timbre de su celular lo tensó, haciéndole cambiar de humor. Lo saco del bolsillo y se lo entregó a Lucia pidiéndole que contestara. Ella obedeció y lo puso en altavoz.
— ¿Hola?
— Hola ¿Con quién hablo? Podría pasarme a Andy
— en este momento está conduciendo ¿Qué se le ofrece?
— Lucy ¿Eres tú? Soy Leo... El hermano de Andy, Te acuerdas de mí ¿verdad?
— ¿Leonel...? ¿Cómo estás? ¿Quieres que le diga algo a Andy?
— Ah, si, dile que a las 8 esté en la casa, volvió papá y quiere que cenemos juntos.
Al escucharlo, el castaño estacionó el auto con brusquedad, cerca de la vereda, ¿Su padre estaba de regreso? ¿Debía regresar a esa casa? ¿Su madrastra estaría de acuerdo con eso?. Andy agarró ansioso el celular y contestó.
— Leonel, ¡dime cuándo volvió! — Andy estaba impaciente. No había visto a su padre desde la muerte de su madre, ¿Cenar todos juntos? Eso significaba que Leonel también había regresado de sus estudios en el extranjero.
— hace unas horas... mamá me dijo que ya no estás viviendo aquí, ni se te ocurra hacerte la víctima frente a papá. Es mejor que no se entere que has estado viviendo por tu cuenta, solo lo lastimarás ¿Entendiste?
— yo nunca ...
— no es el momento para discutir esto. Te esperamos en la casa — dijo Leonel al otro lado de la línea antes de colgar.
Suspiró cansado, dejándose caer sobre el volante, aún sentía la pastilla en su garganta y la migraña que taladraba la cabeza.
Lucia se puso en el lugar de su amigo, canceló los planes que tenían juntos y lo llevó a la casa de su padre. Se despidieron, pero antes lo abrazó fuertemente, sabía muy bien que tipo de relación tenía con su madrastra.
El castaño atravesó el enorme patio lleno de árboles y arbustos podados simétricamente. Estaba en su casa, pero, no sintió ninguna nostalgia. Era como si se hubiera convertido en un completo desconocido.
Entró a la casa y fue recibido por una de las empleadas quien lo recibió con un jugo de tomate.
— ya estás en casa hermanito — dijo con ironía el castaño, que, a no ser por sus ojos marrones y su aspecto un poco mayor, sería idéntico a Andy.
— Leonel... — Andy estaba cansado. Solo con pensar en él martirio que seguramente iba a pasar esa noche por culpa de su madrastra, quería irse de inmediato.
— ve a cambiarte. Hay ropa nueva en tu dormitorio. Te esperamos en el comedor — Leonel le dió la espalda, pero antes de alejarse continuó — no lo arruines.
Andy subió a dónde antes era su habitación, estaba casi completamente desierta, los estantes y libreros estaban vacíos, no había ni un cuadro, ni un reloj, que adornara la pared, solo unas cuantas ropas en el ropero, alistadas con anticipación por la ama de llaves.
El castaño se cambió de traje y salió. A lo lejos pudo escuchar algunas risas provenientes del comedor. Todos se estaban divirtiendo, incluso su padre, quien casi siempre era inexpresivo. Entró al salón y las risitas cesaron.
— Hermano, te estamos esperando, ven, siéntate aquí, al lado mío — Leonel, su medio hermano fingía amabilidad delante de su padre, pero, a sus espaldas, lo menospreciba.
Andy odiaba la hipocresía.
— tía, hermano, buenas noches — dijo Andy antes de sentarse — papá... ¿Cómo has estado? Escuché que en París el clima es muy bueno en estás épocas del año — Sonrió con amargura. Quería correr a abrazar al hombre de cabello canoso y expresión severa, pero no podía, no quería comportarse como un niño, además, si lo hacía, seguramente su hermano lo odiaría más.
— no tuve tiempo de disfrutar del clima, las cosas en la empresa se han complicado... pero si te interesa, puedes ir en tus vacaciones.
— yo siempre te he cuidado como una madre ¿por qué sigues diciéndome tía? — interrumpió la mujer castaña que tenía la cara cubierta de maquillaje, aunque era la gemela de su madre, no podía ser más diferente. Su madre emanaba dulzura y en aquella mujer, solo se podía notar hipocresía.
— tía Elena, mi madre murió hace menos de tres años ¿Podría ser un poco comprensiva? — respondió Andy metiéndose una cucharada de crema de apio en la boca. Podía sentir como ella lo fulminaba con la mirada, pero, era lo que menos le importaba.
— hermano ¿Cómo te va con los estudios? Escuché que eres parte del consejo estudiantil, debes tener buenas calificaciones para estar ahí ¿Verdad? parece que después de todo, el tennis no era más que una estupidez — dijo sonando inocente pero con toda la intención de provocarlo.
— maybe...
Leonel indignado por la indiferencia se apresuró a comentar
— mamá me dijo que decidiste ser independiente ¿Cómo fue eso? No estás viviendo bajo un puente ¿verdad? — mofó con intención de humillarlo, dejando sin querer escapar el secreto que él mismo pidió guardar.
Todo el sarcasmo de sus comentarios empezaban a provocarle dolor de estómago. Andy hizo caso omiso a sus palabras y siguió comiendo pero la comida empezaba a carecer de sabor.
— ¿Qué? ¿Estás arrendando una casa? En las tarjetas no ví nada de gastos de alquiler.
— No está en las tarjetas porque lo pago yo, arriendo un apartamento para estudiantes. Trabajo fines de semana y vacaciones — respondió el castaño sin interés meciendo la crema con la cuchara.
— ¡¿COMO?! — resopló Alberto golpeando la mesa — ¿No te doy lo suficiente? ¿Recién te está llegando la edad de la rebeldía? Ya se me hacía extraño que nunca hayas ocasionado problemas — gruñó molesto dando otro golpe a la mesa haciendo que esta temblara de nuevo.
— ¿Qué? No me has dado un centavo desde que te fuiste hace tres años — bufó Andy como si hubiese escuchado un mal chiste.
— ¿De qué demonios hablas? Es verdad que la empresa ha decaído un poco, pero no tanto como para no poder darles una buena vida — explicó Alberto desconcertado.
El castaño atónito buscó con la vista a su tía, quien empezó a llorar de forma dramática y ruidosa.
— no creí que fueras tan cruel, Andy, ¿estás insinuando que no te doy dinero para tus estudios? Se que no me quieres, porque piensas que quiero reemplazar a tu mamá, pero esto es demasiado — se defendió tapándose la cara para ocultar su falsa tristeza. Ante todos parecía un ciervo mal herido, aunque en realidad, era una desquiciada llena.
— me voy, ya es tarde — resopló el castaño un poco aturdido. Entonces ¿Nunca estuvieron mal económicamente? ¿Todo fue mentira? ¿Tanto lo odiaban?
El castaño aún no podía asimilar todas las mentiras, había disfrutado de lujos toda su vida y de la nada simplemente lo arrojaron de la borda solo con la esperanza que sobreviviera.
— ¡Espera! Quédate para pasar la noche aquí — ordenó Alberto impasible. Se levantó de la mesa y empezó a alejarse.
— no quiero, me voy ahora antes de que sea más tarde — Se levantó de golpe haciendo sonar la silla, pero Alberto regresó y lo enfrentó.
— ¡Basta! No te lo estoy pidiendo ¡tú vas a quedarte aquí y mañana hablaremos sobre todo esto! — gruñó Alberto y después regresó sobre sus pasos.
Elena quién había estado fingiendo llanto lo detuvo en seco. Ya no necesitaba fingir porque el espectador principal, se había marchado.
— niño tonto ¿Estabas intentando exponerme? — musitó cínica.
— ¿entonces es cierto? Nunca estuvimos a punto de quebrar — preguntó aturdido.
— no fue del todo mentira. Las ventas bajaron y el viejo decrépito de mi suegro no quiere apoyarnos porque me odia — bufó — dijo que solo ayudaría cuando el más apto de sus nietos se haga cargo de la empresa, pero claro que ese será mi querido Leo — expresó Elena acariciando a su hijo — no te esfuerces, nadie espera nada de ti, es mejor que no te metas y desaparezcas.
— hermano, si tú no te metes en mi camino prometo darte un buen mensual para que vivas decentemente — comentó con altivez.
— ¡ese es mi hijo! siempre tan bondadoso — expresó enérgica — pero es mejor no ser buenos con los perros, nunca se sabe cuándo van a morder.
El castaño observó con asco y decepción aquella escena, ¿Cómo podía ser tan cruel su tía?¿Cómo pudo haberse metido entre sus padres?¿Nunca le peso la conciencia? Además, estaba envenenado a su medio hermano llenandolo de odio y avaricia.
Andy bufó, quería gritarles, pero no podía, su padre sufría del corazón. Iba a ser muy duro para él, saber la clase de personas con la que estaba casado. Se retiró a su cuarto y aunque sus familiares intentaron provocarlo, no lo lograron.
Subió por las escaleras extremadamente anchas, rió con ironía al recordar el pequeño departamento en el que estaba viviendo. Trabajó duro sin descanso día y noche, e incluso así, hubo veces en las que moría de hambre. Sabía que posiblemente tenía anemia por los mareos frecuentes y debilidad de su cuerpo.
Miró con desdén la gran cantidad de espacio que había en la mansión y pensó, que incluso su pequeño departamento, era más confortable que aquel lugar, después de todo, nunca había sido un hogar. Su padre pasaba ausente y su madre se volvió loca al perder a su último hijo, después de dos abortos espontáneos.
Andy amaba a su mamá, aunque casi nunca había podido estar cerca de ella. No se lo permitían A veces se colaba por las noches en la habitación de su madre, después de que la medicaran para dormir, se sentaba en el pie de su cama, la admiraba dormir y recordaba los años en los que ella solía sonreír. A veces le era inevitable llorar, pero se obligaba a ser fuerte para que su madre no se afligiera. En algunas noches su madre despertaba y lo abrazaba, conversaban un poco, sonreían juntos y después dormían, claro que eso fue antes de que empeorara y no pudiera reconocerlo más.
Entró a su habitación y suspiró. El lugar estaba oscuro y vacío, el cielo despejado de la mañana se había transformado en una enorme nube oscura que no dejaba de lanzar su furia.
Andy abrió la ventana. Dejó entrar una fuerte ventisca que salpicaba gotas de agua y el fuerte ruido de la lluvia al caer, que no se escuchaba antes por las gruesas paredes. Notó como los relámpagos parecían corretear en el cielo y por un momento, se sintió mejor. Parecía que el cielo estaba más molesto que él. Su ira era diminuta comparada a la del cielo. Cerró la ventana y se acurrucó en su cama. Debía dormir.
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Comments
Angi Jose
pobre Andy 😔💔
2023-02-03
1