...Johan...
El bullicio de la muchedumbre, el olor a pollo frito y el calor del horno llenaban todos los espacios del salón. El azabache fregó sus frente reflexivo, las palabras de Carlos resonaban en la cabeza, todo lo que había dicho era cierto, su actitud arrogante a la final terminaría por alejar al castaño y eso no podía permitirlo.
Una voz conocida lo hizo salir de sus pensamientos, era la voz de una de las meseras llamándolo, el azabache frecuentaba mucho ese local de comida. Era ya una persona conocida para los empleados.
- Johan, tú llegaste con ese chico de ojos claros ¿Verdad?, olvidó su billetera ¿Puedes devolverla?
El azabache pensó que esa era la oportunidad perfecta para hablar con Andy, sonrió triunfante, el mundo parecía funcionar a su favor.
- claro - Johan estaba decidido en averiguar más del castaño y para eso debía permanecer cerca
Tomó la billetera, pensó en llamarlo pero recordó que aún no tenía su número, se lamentó por no pedírselo, incluso Carlos se lo había pedido aunque pedirlo podía implicar ser rechazado al igual que el rubio ¿Verdad?.
El azabache salió del bullicioso lugar, el frío de la noche atravesó sus ropas y lo hizo estremecer; las calles estaban silenciosas, demasiado silenciosas; unas cuantas estrellas, casi imperceptibles brillaban cerca de la luna, las demás, estaban cubiertas por las espesas nubes.
Sacó un tabaco, lo puso en sus labios, lo prendió y sorbio fuerte dejando al humo recorrer sus pulmones, el sabor era amargo y nostálgico pero de alguna manera le gustaba.
Su cuerpo entró en calor, atravesó el casi vacío campus en dirección a la sala del consejo con la esperanza de encontrar al castaño. Notó la luz ensendida que salía de la ventana en la que pocos días atrás un torpe castaño le tiró agua, Johan rió de solo recordarlo pero borró su sonrisa de inmediato, era algo muy tonto, no quería verse como un demente que reía solo en medio de la oscuridad de la noche.
Recorrió los pasillos con toda la paciensia del mundo, siempre podía buscar su dirrección con ayuda de la licencia de conducir que tenía guardada en la billetera, al acercarse a la sala escucho su nombre ser mencionado por el castaño, el azabache se alegró de encontrarlo y se extrañó por ser mencionado ¿Andy estaba hablando de él? O ¿solo se trataba de una casualidad?.
- ¿No crees que él te lo robó? Acabas de verte con él - Johan parecía haber olvidado respirar, no era una casualidad, estaban hablando de él y no de algo bueno, ¿Robar? Nunca había robado en su vida, ni siquiera por hambre, estaba indignado, quería entrar a esa sala y ver quién se atrevía a acusarlo de tal cosa pero también quería esperar a escuchar la respuesta de Andy.
- es verd... - las palabras se completaron solas en la cabeza del azabache, no necesitaba escuchar nada más, no quería hacerlo, entró a la sala antes de que terminara su oración
Golpeó con furia la puerta para interrumpir sus críticas, en la sala estaba Andy y la odiosa pelinegra, bufó y los miró con desprecio, en otras circunstancias el azabache hubiese hecho doblegar a todos los que se atrevieran a ofenderlo pero... Era Andy. El rostro dulce del castaño y sus ojos transparentes lo hacían dudar incluso de lo que él sentía.
- yo no me robe nada - el orgullo brotó como un mecanismo de defensa, era mejor menospreciar que ser menospreciado, el azabache tragó saliva intentando retener su ira, no podía demostrar que había sido herido - lo olvidaste en el mostrador imbécil, la cajera me dijo que te lo devolviera, ah y aquí dejo tu celular, yo no necesito nada de nadie - lanzó con desprecio todo sobre la mesa más cercana, dió la vuelta y salió de la sala, no quería una explicación, no quería excusas, escuchó la voz del castaño llamándolo a lo lejos pero la ignoro y siguió su camino.
El azabache estaba forzandose a retener toda su cólera pero era muy doloroso ¿Como se atrevían a acusarlo de ladrón?¿Como se atrevían a menospreciarlo?, Odió sentirse así, odió saber que las palabras de alguien lo podían lastimar.
Su viejo celular empezó a vibrar, lo sacó de su bolsillo y lo miro desprecio, por un segundo quiso arrojarlo lejos pero no podía hacer eso, a diferencia de otros, él no podía darse el lujo de comprar otro de la noche a la mañana, respiró profundo, dudó en contestar pero las insistentes vibraciones lo obligaron
- ¡Que! - gruñó
- ¡Alex está metido en problemas! Estamos en el parque que está detrás de la U - la voz nerviosa al otro lado de la línea preocupó al azabache
- ¿EN QUE PARTE? - Johan estaba desesperado, era común que el pelirrojo enfureciera a la gente pero nunca pasaba a mayores ¿Que tan grave debía ser el problema para ser llamado?.
- ¡en el estacionamiento! - terminó de decir antes de que la llamada se cortara
El azabache remplazo toda su ira por preocupación, Alex era más que un simple amigo, Alex era el hermano que nunca tuvo. Corrió con toda su fuerza atravesando solitarias veredas, el parque se veía desolado, no había alma que pasara por ahí, era de esperarse, no era fin de semana ni un día festivo.
En el estacionamiento Timothy, Teobaldo y Tomas los tres hermanos Lambert con raíces francesas respaldaban a Alex de los cinco hombres con aspecto de criminal que rodeaban los treinta y tantos años, aunque Teo el menor de los hermanos lucía demasiado nervioso. Teo a pesar de medir 1,78 metros al igual que sus hermanos mayores Tim y Tom de 25 años, él apenas tenía 18 y nunca se había involucrado en peleas, el azabache sabia que sí el problema se complicaba no podía enredar a Teo. Si todo se complicaba debía hacer que huyera, eso es lo que seguramente Tim y Tom tendían en mente.
El hombre que dejaba parte de su tatuaje expuesto en su cuello y tenía otro de un alambre de púas en el rostro enfrentaba a su amigo, lucía como alguien peligroso, seguramente llevaba alguna arma consigo pero no podía solo dejar a su amigo a la suerte, el azabache no era un cobarde, por lo menos no para defender a quien quería y ese ruidoso pelirrojo era la única persona a la que podía decir familia, sin contar a su hermana que llevaba más de una década sin verla.
- ya les dije que no se quién es esa señora, mis padres eran de Escocia y murieron hace mucho, además esa señora no es pelirroja como yo ¿Como va a ser mi madre? - Alex lucía despreocupado al hablar, el astuto pelirrojo estaba mintiendo pero de eso solo se dió cuenta el azabache.
- esa perr* nos debe mucho dinero y nos dijo que su hijo iba a pagarnos con una casa dejada por una herencia - esos hombres intentaban quitarle la casa que le dejo la abuela de Alex al fallecer. La madre de Alex era una prosti**** adicta a las sustancias que tuvo a Alex por cosa de una noche, en la niñez del pelirrojo tuvo que ser testigo de la crueldad del mundo pero fue rescatado por las cálidas manos de su abuela.
El azabache sabía que el problema era algo grave, sigilosamente se acercó a los hermanos y pidió a Teo que saliera de ahí apenas tuviera la oportunidad, Tim y Tom los gemelos estaban de acuerdo aunque el pequeño Teo se sentía más ofendido que aliviado.
- esa perr* nos dió tu descripción, estoy casi seguro que eres tú - gruño molesto aquel hombre con el rostro tatuado
- ¿cuál es la probabilidad que esa mujer tenga a un hijo tan apuesto como yo? Además pelirrojo, se nota que esa mujer de la que hablas es una mentirosa, no puedo seguir perdiendo el tiempo con ustedes - el pelirrojo dió la espalda al hombre y este saco un arma, el mundo pareció ir en cámara lenta, en los segundos que parecieron una eternidad el azabache lanzo su mochila en la cara del hombre y se avalazo sobre él.
Un bala salió del frío tubo de acero, el fuerte estruendo hizo chillar asustadas a las aves, los gemelos Tim y Tom reaccionaron, aprovecharon el ensordecedor caos y empujaron a su hermano en unos matorrales para que escapara, si solo uno podía escapar, deseaban que ese fuera Teo.
La bala perdida atravesó el pavimento, el azabache no perdió ni un segundo y forcejeo para quitarle el arma, ninguno se quedó con los brazos cruzados, en pocos segundos una lluvia de golpes cayó en ese solitario estacionamiento.
Esos hombres eran temerarios pero los jóvenes chicos también lo eran, el azabache sostuvo el brazo del malandro donde sostenía el arma quedándose oscilando por su vida, un mal movimiento sería crucial, Johan sabía que debía actuar rápido y quitarle el arma, en un acto desesperado dió un fuerte cabezazo rompiendole la nariz, el impacto aturdió al hombre tatuado dándole una oportunidad al azabache para arrebatarle el arma. Tomó el arma y la lanzó en medio de los arbustos.
Johan estaba cubriendo de sangre aunque nadie podía asegurar si era de él o del malandro que quiso disparar al pelirrojo a traición, notó como otro de los hombres se aproximaba con velocidad, su ojos denotaban demencia, parecía haber disfrutado el espectáculo, y estar ansioso por unirse a la función, el azabache término de noquear al hombre de rostro tatuado con un codazo en su cabeza, cayó de rodillas y el que se estaba aproximando se detuvo
- ya entendimos, nos equivocamos de persona - dijo el hombre con la cara llena de cicatrices, lucía demasiado tranquilo, no parecía temer, eso alertó al azabache aunque ya no estuvieran en desventaja de número quizás Johan y sus amigos aún podían estar en peligro - ¡Hey! Nos vamos - la pelea paró aunque todos no parecían muy convencidos
El azabache desconfiaba mucho de esos hombres ¿Solo se irían? Por unos segundos la vida de muchos estuvo en juego ¿ahora pensaban en retirarse?¿Era tan simple para ellos jugar con la vida de las personas? Johan lucía amenazante como un halcón dispuesto a sacar sus garras, no era la primera vez que una bala estaba a punto de atravesar su cuerpo, si iba a morir prefería morir de forma digna, sin doblegarse ni suplicar, en ese momento él azabache no temía a nada, ni a las armas, ni a la muerte, pero no era solo un chico imprudente, había pasado por muchas situaciones difíciles para llegar a ese punto.
El azabache era sensato, no podía obstinarse en un pleito que no llevaba a ningún lado, no temerle a la muerte no significa provocarla, sino aceptarla. El hombre con el rostro lleno de cicatrices observó con detenimiento a Johan y sonrió con malicia antes de ordenar a sus colegas a levantar al que yacía tirado en el suelo, se subieron a una furgoneta negra, el azabache los vió perderse en la intersección, algo le decía que no iba a ser la última vez que tenía que enfrentarse a ellos.
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