...Andy...
El castaño se quedó inmóvil en el salón de clases mientras escuchaba como se alejaban los pasos del azabache. ¿De verdad, se había atrevido a invitar a comer a una persona tan imponente y genial como Johan? Sonrió sin darse cuenta. ¿De donde había sacado las agallas? ¿Tanto le había agradado, o solo era el resultado de esforzarse a no tener miedo a relacionarse con los demás? Y si era lo segundo ¿por qué continuaba reacio a relacionarse con sus compañeros de clase?
Se acercó a la puerta a hurtadillas para asegurarse que el pasillo estuviera despejado. Lo último que quería hacer, era crear una situación incómoda. Sujetó con fuerza su mochila y salió del salón intentando proyectar seguridad en sus pasos, pero lamentandose en sus adentros por no tener la habilidad suficiente para iniciar una conversación casual.
Se dirigió al salón del consejo estudiantil, intentando no sobre pensar demasiado. Hacer un nuevo amigo era un gran paso para él, y eso era suficiente.
Al llegar encontró la puerta entreabierta ¿Había alguien ahí dentro? Empujó la puerta con suavidad evitando molestar con el ruido a quien estuviese dentro. Observó el salón. Había un chico en uno de los escritorios tecleando en su laptop rodeado de documentos. Era la persona que más admiraba Andy, el vicepresidente del consejo.
El vicepresidente parecía muy concentrado en sus tareas. Al ver al castaño hizo un pequeño gesto con su cabeza en señal de saludo y continúo con lo suyo.
Andy no quiso interrumpir, lo rodeó en silencio y se acercó a la ventana del balcón. Inhaló profundo sintiendo como el aire entraba a sus pulmones. La vista del segundo piso era maravillosa, el cielo estaba despejado y los pastos se veían más verdes que nunca. Una pequeña brisa sopló en el rostro de Andy jugando con sus cabellos, él no pudo evitar sonreír, su día había sido complicado pero todo ya había pasado y tenía un ahora maravilloso, libre de cargar y pendientes.
— Andy ¿ya terminaste con el inventario de los insumos que vamos a donar? — preguntó el vicepresidente en tono de regaño por estar tan relajado.
— ya mismo lo termino
El castaño se apresuró a sentarse en su escritorio, saco su laptop y empezó a teclear, después de pocos minutos imprimió unas cuantas hojas y se las entregó.
— Te falta iniciativa, pero, a pesar de eso, eres un secretario muy eficiente — dijo el pelinegro revisando detenidamente los documentos.
— Gracias Luis — respondió ignorando lo primero — eso es porque tú me lo has enseñado todo.
— aprendes rápido — bajó los documentos al escritorio y buscó su bolígrafo — ¿como te va con tu blog?¿Te ayudó en algo?
— si, mucho, me ayuda a desahogarme, ahí puedo escribir lo que nunca he podido decir, además, me ayudó a tener más confianza en mi mismo.
— ya veo... después de todo ha sido una buena idea — sacudió el bolígrafo pensativo y firmó las hojas que Andy le había entregado — me sentía un poco mal forzandote tanto. Se que si no te lo habría pedido, nunca habrías decidido entrar al consejo, pero, pensé en que esto te ayudaría a exponerte más a la gente, además, tener tu propio blog te ayudaría a expresarte mejor, nunca has sido bueno hablando de lo que sientes.
— ¡Nunca me has forzado a nada! — dijo Andy levantándose torpemente de la silla tropezando con una pata de esta y cayendo sobre la mesa. El pelinegro se alarmó por el golpe, pero, no tuvo tiempo de reaccionar, porque, el castaño tardo segundos en reponerse — Tú me lo sugeriste y yo lo acepte, te agradezco que siempre te hayas preocupado por mi bien.
— sigues siendo el mismo torpe de siempre. Eres adorable — dijo el pelinegro entre risas, el castaño volvió a sentarse apenado — entonces si no te molesta quiero sugerirte que vuelvas a jugar tennis.
— ¿Que? Yo... P
— no lo digo profesionalmente, puedes inscribirte en el club de tenis.
— lo que dices es algo doloroso, ¡No te metas! ¡no quiero volver a jugar tennis nunca más! — resopló el castaño molesto. ¿Acaso no recordaba el incidente por el cual dejó de jugar?
— Tú nunca me has hablado en ese tono antes — respondió amenazante, levantándose de la silla — no te estoy obligando a que lo haga, simplemente creo que será más doloroso para ti si no aceptas tu realidad, que finjas que un problema no está, no hace que desaparezca — el pelinegro salió de la habitación con expresión sería dejando al castaño lamentandose.
Nunca antes había discutido con el pelinegro, nunca lo había contradecido, nunca había mostrado su molestia ante él. Soltó quejidos de arrepentimiento, siempre había seguido fielmente sus consejos. Luis era la persona que más admiraba en el mundo, él había sido el apoyo y coraje que necesitó en su niñez, sin él a su lado, el infierno que pasó habría sido aún peor.
El castaño fregó sus sienes ¿Habia ofendido a Luis? ¿Debía disculparse? Después de todo los amigos siempre deben decirse la verdad, y Luis siempre pensaba en su bien ¿Verdad?
Caminó de un lado a otro. ¿Debía hacer caso a su consejo? ¿Debía volver a jugar tennis? ¿Será más doloroso si no lo enfrenta?. Mil pensamientos cruzaron por su mente, pensamientos que solo lo hacían sentirse peor, su corazón empezó a doler como no lo ha hecho durante mucho tiempo ¿Era hora de enfrentarse a lo que había estado evitando por tanto tiempo? Seguramente era lo correcto, Luis nunca se equivocaba.
El castaño hizo un nudo sus emociones y las arrojo lejos para evitar el dolor. Dió un par de vueltas en la sala, respiró profundo y tomo mucha agua queriendo ahogar su malestar. Solo buscaba dejar de pensar en sus problemas, quería evitarlos y hacer como si no existieran, como siempre lo había hecho.
Se acercó a la ventana con su vaso de agua y suspiró. Extrañamente, el brillante sol le parecía sofocante. El castaño era algo temperamental y su estado de ánimo habitualmente era influenciado por el clima, pero está vez no.
El castaño estaba hastiado, solo quería llegar a su casa y descansar, pero no podía hacerlo aún, le había prometido a Lucy que la iba a acompañar a la librería. Como un impulso provocado por su molestia aplastó el vaso plástico que tenía en su mano, haciendo derramar todo su interior.
— ¡maldito idiota!, ¡Otra vez tu! — el gruñido Alex lo hizo volver en si. Miró debajo del balcón y tragó en seco. Había derramado el agua sobre la cabeza de Johan — quedate ahí maldito — gritó el pelirrojo antes de salir corriendo. Seguramente en busca del castaño.
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