capítulo 11 : la primera herida

...Recuerdo...

Una ventisca entró por la ventana abierta de la sala. Las partituras del piano volaron a todas partes, pero Andy no les prestó atención y siguió tocando sin ellas. Esa pieza musical había sido tocada por más de doscientas veces por él, se las sabía a la perfección. Respiró profundo y tocó con más intensidad. Se dijo a si mismo que no pararía hasta que su actuación fuera impecable o eso pretendía hacer. Cortó en seco la pieza al escuchar entrar un auto a la mansión. El pequeño niño de ocho años corrió a ver por la ventana. Era extraño, casi nadie visitaba esa casa.

Su padre bajó del auto dejando al niño impactado. No había visto a su padre desde hace tres años atrás. Bajó las gradas corriendo, tropezó algunas veces con sus propios pies en los descansos, pero eso no le detuvo, quería confirmar que sus ojos no lo engañaban.

Su padre estaba en la sala discutiendo con su tía, pero poco le importaba al niño. Solo quería abrazar a su padre.

— papi, papi, papi... — abrazó la pierna de su padre — yo me he portado bien y... Y... Y los maestros me felicitan — las lágrimas de Andy empezaron a caer sin control, extrañaba a su padre, extrañaba el amor.

— ¡ese es mi hijo! Por eso vine por ti, vas a volver a casa a ver a mamá — Alberto limpió las lágrimas de Andy que caían como río y lo levantó en sus brazos.

Andy estaba seguro que no era un sueño, los cálidos brazos de su padre se lo decían. Había esperado todas las mañanas, tardes y noches por el regreso de su amado padre. Después de levantarse, después de cada clase, comida, receso incluso antes de dormir, vigilaba desde su ventana, hasta que ese anhelo por fin se hizo realidad.

—¿no te parece que es demasiado pronto? El niño está bien cuidado además tu esposa aún debe estar loca.

— no vuelvas a decir eso de tu hermana, ella ha mejorado mucho, creó... que le va a hacer bien estar con su hijo, además Andy ya no va a seguir estudiando en casa — Elena estaba molesta pero no se atrevía a decir nada.

El castaño está muy feliz, iba a volver a su casa, a su hogar, debía correr a contarle a Johan, su mejor amigo, por fin volvería con sus padres.

— papá voy a alistar mis cosas — el castaño se limpio el canal de lágrimas secas, Alberto lo bajó al piso y acarició su cabeza como la de un cachorro.

— ve, apúrate, nos vamos antes de la cena 

Corrió a su habitación. Con cada paso que daba, con cada grada que subía imaginaba lo que podía empacar, no necesitaba llevar mucha ropa, esta  siempre se llenaba sola en su closet después de unos pocos meses, no tenía juguetes, solo el robot de plástico que le regaló su amigo Johan, ¿Que se suponía que debía empacar? ¿Los libros?¿El piano? En esa casa no tenía y nunca tuvo nada porque esa no era su casa. Empacar no era importante, lo único importante era ver a su amigo.

Salió de la casa y corrió emocionado al río cercano de las vías del tren donde Johan siempre estaba después de la escuela.

Cayó un par de veces en el ripio que rodeaba el lugar pero la felicidad no le dejaba sentir el dolor de sus manos y rodillas sangrantes. Observó a lo lejos a Johan lanzando piedras al río, se apresuró a él y le sonrió, no podía esperar a contarle la buena noticia.

Andy vió el rostro del azabache, no lucía bien, parecía decaído y no pudo evitar preocuparse, en su rostro se podía notar la tristeza.

— ¿Qué te paso? ¿Te duele algo? — Andy estaba desesperado, no podía esperar más la respuesta que aún no decía su amigo. Estaba inquieto. ¿Qué tan grave era el problema?, decenas de ideas corrieron en su cabeza, ¿Una pelea? ¿Fue castigado? ¿Se lastimó? ¿Malas notas? Andy intentaba prepararse mentalmente, si su amigo tenía un problema entonces buscaría la manera de ayudarlo. Debía hacerlo.

— mi mamá, me abandono... — las lágrimas del pequeño azabache cayeron como cascada, Andy no esperaba esa respuesta, ni en un millón de años podría estar preparado para escuchar eso, para ver sufrir a su amigo. ¿Cómo podría ayudarlo? ¿Como podría consolarlo? — ¡no me quiere! — el azabache se aferró al pecho de Andy, le era imposible tener el rostro en alto, solo quería esconderse, solo quería sentirse protegido

Como una pequeña flama contra la tempestad, se extinguió la felicidad.

El viento enloqueció, parecía querer arrancar árboles y tejados. Parecía querer arrancar a Johan de los brazos de Andy.

El dolor de Johan era tanto que él castaño se obligaba a si mismo a no llorar, el pecho de Andy cada vez se mojaba más con las lágrimas calientes de su amigo, no sabía que decir, solo podía abrazarlo.

Sabía que su amigo en sus diez años había sufrido mucho. Su papá golpeaba a su mamá y le robaba el dinero de la comida, su hermana se había escapado con su novio a los dieciocho porque no podía seguir viviendo así. Ahora él debía estar solo con una persona tan despiadada.

— las mamás siempre quieren a sus hijos, ella debe quererte pero tal vez a dónde va no aceptan a niños, así como en la montaña rusa — el azabache se separó del abrazo de Andy, recordó que su amigo era más pequeño y más inocente que él.

Johan había tenido que ver demasiadas cosas horribles en su corta vida pero su amigo no había podido ver nada en la suya, era como si a Andy le cubriera una burbuja que no le permitía enfrentar el exterior, un exterior que a Johan le habían obligado a enfrentarlo solo.

— tú no sabes nada, las mamás nos abandonan porque no nos quieren — el río de lágrimas no dejaba de caer del rostro de azabache, Andy nunca vió a su amigo llorando tanto, ni siquiera cuando tenía el cuerpo lleno de heridas.

— tu mamá si te quiere, las mamás se van lejos pero nos siguen queriendo, mi mamá también me dejó pero se que me quiere igual que tú mamá...

— ¡NO COMPARES A LA LOCA DE TU MAMÁ CON LA MIA! — Johan estaba siendo cruel, su pequeño cuerpo no podía soportar más la frustración, ira y resentimiento, no pudo evitar soltar su impotencia y enojo contra Andy. No podía evitar lastimarlo.

El castaño no sabía que decir, había sido golpeado dónde más le dolía, él solo intentaba ayudar, solo quería que su amigo no sufra, ya no podía aguantar más las lágrimas, estaba intentando ser fuerte como su amigo pero no podía.

— mi mamá no está loca — sus lágrimas empezaron a caer pero aún intentaba ser fuerte

El clima era malo, el canto de las aves decía que llevaría pronto.

— ¡lárgate de aquí, no quiero verte y no vuelvas a comparar a tu mamá con la mía!

El corazón de Andy estaba siendo estrujado. No pudo soportarlo más. El oxígeno no entraba bien a sus pulmones por su respiración entrecortada. Aunque limpiaba sus lágrimas con su brazo no dejaban de caer, el castaño solo había querido ayudar, solo quería compartir con él su buena noticia, pero su amigo le estaba echando, Andy salió corriendo dejando a su amigo solo como quería.

Johan no quería herir a su amigo, pero él no lo entendía. El castaño tenía una vida diferente a la suya, aunque su amigo no tenía a nadie que lo quisiera en esa mansión, él tenía un techo, comida y estudio, pero el azabache no tenía nada, no tenía quien lo quisiera, no tenía comida, y posiblemente ya no podría estudiar, solo le quedaba un padre apostador, alcohólico y violento.

El azabache solo pudo llorar hasta que ya no pudo más.

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