“El aniversario de un hecho puede acarrear consigo pesadillas relacionadas con el acontecimiento” –Stranger Things (Como si cada día se abriera un portal…)
Al día siguiente Liz y yo teníamos planeado hacer una regresión, pero antes, noté precisamente que Mark Rossini estaba conectado a su cuenta.
–Preste atención a las letras de las canciones después de hacer cada regresión, asegúrense de poner un orden o lista de reproducción. Tu madre y tú hagan una lista cada una y sin importar el género que sea entre más disparejo mejor... –Indicó Mark al iniciar.
Por su puesto, la dispersión de las canciones equivalía a los múltiples escenarios y el azar de estos.
Bailamos antes de iniciar la regresión, para enlazar el espíritu con nuestro cuerpo. No para demostrar nada, bailábamos para sentir que habíamos alcanzado la máxima felicidad, para sentir que cada parte de nuestras almas alcance cada sector de nuestro cuerpo, convirtiendo el dolor en ilusiones que nos inspiran.
El coreógrafo es el autor, el bailarín son las palabras, la música las letras que forman esas palabras. Y así construimos nuestra historia. Donde escribimos como Dios de un mundo en el que muchos se adentran. Ser el tiempo, el instinto y el destino, de lo que he creado. Permite comprender más al Dios del libro en el que estamos.
Pero no te das cuenta de lo alto que has llegado hasta que la música para, y caes, despiertas justo antes de tocar aquella estrella, pero cada día que lo vuelvo a intentar subo más y sé que la siguiente vez que lo intente la alcanzare, aunque se siga alejando.
Pusimos las canciones e iniciamos la regresión. Yo no pude ver nada, Liz sí, ¡Oh, sin tan solo hubiésemos puesto las mismas canciones hubiese podido ver lo que ella vio!, pero no podía, por ser demasiado “pequeña”. No comprendo aun como funciona ese sector de la memoria del alma.
–Yo, Sally, estaba sentada en posición de indio en el frío suelo de madera del ático, mostrándote a ti, Elizabeth, viejas fotografías de mis viajes –Liz hace una pausa, las hizo frecuentemente durante su narración, aún estaba bajo los efectos del impacto –Fui a Inglaterra, Alemania… Pasando de casa familiar en casa familiar…
–Parpadeó, pude notar la enorme fuerza ejercida en sus párpados. Era ese tipo de gestos los que ejecutaba para entrar en realidad después de realizar esas largas pausas donde se perdía –Ya sé por qué anhelas tanto ir a Inglaterra, siempre lo deseaste desde que te mostré esas fotos… Se podía apreciar claramente en las fotos, a mi hermano, él siempre encajaba en todos lados, yo no, y siempre permanecía marginada en un rincón…
–Tu hermano… ¿Quién?
–Mi hermano, Thomas, el predicador
Con semejantes palabras llega a mi mente la fría mirada que mi antigua mejor amiga lanzó aquel día que invité a Liz a verme bailar. Ella aplicaba demasiada atención y miradas de odio en nosotras, pero más que todo a Liz. Pude sentir escalofríos en mis brazos. No había parado cuando hice un gesto afirmativo con la cabeza para que Liz prosiguiera contándome lo que vio.
–Se podía ver cómo él era querido y yo siempre excluida. No era hijo de mi padre, por lo que no se llevaba tan bien con él como yo, mantuve una buena relación con él en lo que pude, pero no me llevaba bien con mi madre, y mi madre no me quería…
Sally era la mano derecha de su padre, pero este no estaba lo que se consideraba “bien de la cabeza”. Siempre iba a prisión.
En una ocasión, lo llevaron en un automóvil de policías por uno de sus crímenes cometidos. Cerca estaba su casa donde había un campo de girasoles. Sally en aquella escena corría con todas sus fuerzas al alcance del carro. En eso su padre se escapa, salió del automóvil y tomó unos girasoles del campo. Pero en cuanto continuó corriendo, lo atropellaron.
Los girasoles quedaron dispersos en las secas y frías calles, y con ellos el último aliento, esencia y resplandor del enfermizo padre de Sally, cubiertos por la viva sangre pasional del hombre.
La pequeña Sally se quedó un tiempo observando la escena. Viendo a la muerte darse la espalda, continuando serena su camino con la vida del único ser al que la niña podía llamar con seguridad familia en sus brazos, que en contraste con la escena de la calle, podría decirse que eran cálidos brazos…
El llanto de Thomas rompió la burbuja de la realidad de Sally. Toda la familia estaba detrás de donde ella se encontraba sosteniendo trágicos gestos, pero realmente ninguno sentía un dolor que se acercara a la intensidad del dolor de Sally.
Su madre se llevó a Thomas, pero Sally permaneció. Sin embargo, nadie hizo nada por ella y no pareció importarles. Así que en su desolación se fue al campo de girasoles, donde vio el día pasar a través del cielo, observando sus cambios de tiempo en el paisaje… Curiosos elementos para los que no se puede pasar desapercibido. Siempre que pases por un paisaje estará diferente por los efectos del tiempo. Del mismo modo, si llegas a pasar por un mismo tiempo, algo siempre cambiará…
De ese modo reflexionaba, recordaba y daba la cara ante este extraño sentimiento encontrado, tan atormentador. Sally recibía los nuevos sentimientos como nuevos amigos, abierta a ellos para que la desgarraran por completo, si así lo querían. Y así era en todo, estaba en la sangre pasional que su padre también llevó.
En eso, cerró los ojos con mucha fuerza y al abrirlos se encontraba en una escena diferente.
El campo era más resplandeciente, y lleno de niños revoloteando al lado de ella. Una niña de rizos rubios y mirada viva y celestial le entregó unos girasoles, y tras soltar unas risas, se fue a corretear. El pasto y hojas verde claro brillaban tanto, como los rayos de sol que acariciaban con su gracia a todos en el lugar.
–Me siento feliz… Pero triste a la vez, pues aún recuerdo lo anterior –Continuó narrando Liz. En este punto se me hizo un poco difícil entenderla, soltaba hechos en desorden sin una cronología o sentido que ambas pudiéramos seguir – Teníamos planificado ir a Francia con la familia antes de que llegaran los tres hombres, teníamos todo listo para irnos cuando llegan dos hombres –Puedo escuchar su corazón acelerarse en el silencio que envolvía la habitación, que mientras eran vacíos entre ansias por oír más para mí, para ella probablemente, eran escenas dispersas, sonidos, aromas… En un escandaloso desastre de espacio-tiempo.
– ¿Dos?
–Si dos…
–Entonces…
–Luego llega el tercero y me mata… Sé quién es, vi su rostro… – ¿Quién era?
–Jeffrey Dahmer.
Asombroso, a Liz la mató Jonas.
Me he dado cuenta de algo curioso, nadie siente rencor por quien causa su muerte en alguna vida, no hay cuentas que saldar, asuntos por resolver o sentimientos amargos que guarde el alma para su próximo encuentro. En tal caso, solo sería el alma asumiendo la responsabilidad de las consecuencias de sus alteraciones. La muerte no resulta más que una liberación.
–Estábamos todos allí –Prosiguió ella –Y Elliot se llevó a los niños al sótano. En el sótano había fotografías de cada uno, con una flor representativa… Cada uno de tus hermanos muertos. Ustedes se alejan de mí, y para mí, todo se va cerrando en un círculo de oscuridad y se siente horrible, espantoso… Estaban unas repisas como formando una pirámide, y las fotos eran sepia, tomadas por una polaroid, en cada uno de los portarretratos, que tenían un diseño distinto también. Las flores estaban a un costado de cada uno de ellos, retenidas en pequeños recipientes cilíndricos con agua. Elliot siempre cargaba a su hermana menor, Elizabeth, para que cambiara las flores de los frasquitos cuando estas estuvieran marchitas. Los hombres malos cuando llegaron a la casa, destruyeron el altar y las esencias de cada uno de mis hermanos se evaporaron y refugiaron en su respectiva flor, en el resto de los jardines del mundo.
El padre de Sally siempre le llevaba girasoles y a Thomas otra flor, además, le tranzaba el cabello. Después de su muerte, ella se lo cortó porque no quería que nadie más lo hiciera. Por eso, Sally les trenzaba el cabello a sus hijas y a cada hijo le daba una flor distinta.
– ¿Qué flor tenía yo? –Pregunté.
–Tú no estabas en el muro, no estabas muerta, aun.
–Pero, actualmente soy una rosa negra… Bueno, probablemente sea una representación de mi sufrimiento y pérdida de inocencia, como mis actuales cabellos negros representando los marchitos pétalos como evolución de los rizos cobrizos.
Hubo un momento de silencio en el que enrosqué un fino mechón de mi cabello con el dedo índice, ambas lo observamos.
Sally, se aseguró de que la muerte del predicador estuviera llena de tortura y sufrimiento. Le rasgó la pierna con un cuchillo y los trozos de piel desprendidos se los restregaba en la cara.
Cuando sonaron las piezas clásicas Danse Macabre y Beethoven. Ella se vio tocando piano junto a un hombre de tono de piel ligeramente morena ¿Acaso seria Ziro? Tocaban el piano cada uno de un lado, pero luego se cruzaban, entrelazaban y hacían ligeros jueguecillos de manos durante el toque de la pieza. Pieza que tocaban en unísono entre alegrías y risas, como si la música y el aura de su afecto les causaran un cosquilleo.
Ese día corrimos un grave riesgo al dejar nuestros cuerpos vacíos, mientras nuestras almas viajaban, sobre todo yo, ya que Osimis me busca, quiere mi energía para que esta esencia sea más poderosa de lo que ya es (tiene el poder de saltar interdimensionalmente en pasado y en futuro ¿Qué más quiere?), pero por suerte, un amigo de la generación Los Perdidos de nuestra familia estuvo protegiéndonos sin nosotras saberlo.
Había algo más, en la regresión vio a Alice en el presente, a lo mejor fue la guía para que descubriéramos todas las cosas.
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