“Las vibraciones pueden hablar más que las palabras, cuando no queda ninguna.” – Melody Roberts (Magna)
Este día ocurrió algo que puede parecer común para muchos pero demasiado extraño para mí… Tuve un sueño que pude recordar.
Había un árbol alto, algunas hojas se veían tan resecas que casi podía escuchar su crujido en mi interior; otras lucían tan delicadas que casi podía sentir como su aura de frescura y puro tono podía acariciarme, otras demasiado simples como para fijarme en ellas. Parecía como si cada una de las ramas se enrollara en cada dirección posible, y las gotas del rocío se deslizaran lentamente por ellas; como blandas y pequeñas capas de cristal.
– ¿Te gusta no?
– …. ¿Qué? –Dije de golpe. Me sobresalté; no me había dado cuenta de que lo estaba observando, y tampoco de que Mark seguía allí.
– ¡El árbol que no dejas de mirar! –Dijo a través de una sonrisa que hacia parecer que sus mejillas ocultarían sus ojos- Ven, te lo mostraré. Has llegado en su mejor momento, está creciendo, y lo que no está creciendo está muriendo.
Pensé en contarle que ese árbol fue con el que mi cabeza recibió la dolorosa bienvenida, pero lo mantuve dentro de mi mente para no aumentar el nivel de patetismo que ya sentía, claro si eso es posible.
El caminaba a lentos y grandes pasos, pero aun con eso se me hacía difícil alcanzarlo, y me tropecé un par de veces con su pie aunque no pareció darse cuenta.
De cerca el árbol parecía tan radiante, en especial por que los rayos del sol no lo atravesaban, si no que iluminaban, el sol y sus rayos estaban planos sobresaliendo atrás de las montañas como una hostia de plata.
Melody se sentó recostándose del árbol que estaba enfrente, y se hizo a un lado para que yo me sentase. Lo hice, y allí supe, que aquella sería una larga historia.
–Este es el Árbol Animisto, un árbol que ha estado vivo por tantos años que nadie sabrá jamás, unos dicen que fue uno de los primeros de la creación, otros dicen que incluso antes de eso. Han pasado situaciones en él que te erizarían la piel. Lleva el alma de cada persona que ha muerto por el o en él. Está lleno de tantas almas de criaturas inocentes, como de crueles despiadadas. Hay demasiadas historias con cada alma que hay dentro que se podría hacer más de una novela. Hay muchos corazones, algunos llenos de esperanza, almas llenas se sequedad. Tanta luz, tanta oscuridad, tanta tiniebla. Tanto amor, tanto odio. Todos unidos en
un solo objeto. Hay quien dice, que la vida de aquel árbol se fue ocultando mientras llegaban las otras almas, hasta desaparecer. Otros dicen que las almas se conservaron en su forma más pura…
– ¿Eso qué significa? –interrumpí.
–Cuando mueres, hay una parte de tu alma que se detiene justo al parar el latido de tu corazón, esa parte de tu alma simplemente desaparece. Mientras la otra va a vivir en su mundo perfecto, en el más pequeño infinito de todos, harás todo lo que jamás pudiste hacer en la vida, por un instante, un instante que será eterno. Y la otra parte de tu alma vive aún en el mundo que conocemos, no en tu cuerpo, si no a la vida que engendraste…
– ¿Hablas de hijos? –interrumpí una vez más, pero no pareció molestarlo.
–No, hablo de un dibujo en el que pones todo tu empeño, hablo de un poema en el que pusiste todo el sentimiento, hablo de un abrazo a alguien que amaste de verdad, hablo de una sonrisa que penetro en la memoria de alguien; es una parte del alma que pocos llegan a darle importancia, es la parte que nos vuelve inmortales, y mientras esa parte del alma viva en donde la has dejado, no habrás muerto en vano. Una inmortalidad que pocos conservan. Algunos la dejan en un escrito que las personas que aman lo ocultan por temor al recuerdo, algunos en su habitación, cuando la gente no quiere entrar por temor a sentir su presencia; por temor al recuerdo. Y en ese momento, esa parte del alma muere. Cada quien tiene un obstáculo que limita su inmortalidad. Y con que en el árbol se conserva el alma en su forma más pura, me refiero a que se mantienen las tres partes del alma que te mencione.
Durante aquel rato en el que estuvo hablando solo miraba el árbol. Era increíble, solo al mirarlo surgían sentimientos, texturas, personalidades, sabores, todos salían disparados hacia mí.
Creí que había terminado, pero supongo que es una historia que aprenderé poco a poco.
–Es por eso que estamos como estamos –Suspiro él. –Cuando el árbol agarró una potencia de almas tan máxima, el Eterno Destino tuvo que dejar este mundo por un momento para calmar a aquellas almas, pero un momento en el mundo sin el Dios de las criaturas y de la esperanza. Fue un caos. En definitiva le hace falta algo de iluminación de Atenea. El Dios sentía el desorden en aquel árbol, intentó separar las almas, destruirlas, destruir el árbol, eliminar esa parte de la tierra, pero solo concentró más poder, murió.
–¿Cómo que murió? ¿No se supone que es inmortal? –Sin darme cuenta me había levantado, estaba actuando igual a cuando era pequeña y papá me leía esos cuentos, él se estresaba cuando hacia eso; y al parecer, Mark también.
Respiró hondo.
El árbol estaba en el lugar más desalmado de la tierra, lo que lo hacía resplandecer más.
–Bueno no murió totalmente, su alma se esparció por todo el árbol, ese es el brillo que brota de él, y también, las flores de la punta.
Me había puesto de puntillas un poco, para intentar verlas pero era imposible.
–¿Qué hay de las que no tienen color?
–¿Hablas de las marchitas? Es el color en su forma más pura. Están iluminados de la inocencia más oscura. Mientras que el opaco de las nuestras es la ceguedad de todo lo que no se puede ver.
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