Capítulo 14: El predicador

“El peor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, es la ilusión del conocimiento” – Stephen Hawking (Logie)

– ¿Sabes? me sorprende que ninguno de ustedes me haya preguntado de los  sucesos anteriores a las visiones del Cadillac –Me suelta Alice, en pleno sueño y  siento sus intenciones de llevarme a un viaje, y así lo hace guiando mi alma por  sus palabras.

Las visiones del Cadillac, eran unos enfoques que teníamos Liz, Jonas y yo de  una regresión grupal. Yo me sentía pequeña en el asiento trasero, como si todo  fuera muy grande, Liz se sintió en el asiento del copiloto y Jonas veía el carro  desde afuera.

–Era una cálida noche en el medio del bosque, Camila, tal cual como se sentía al  imaginar el Cadillac, estaba sentada en los asientos de atrás, Sally adelante con  un hombre con sombrero, pero antes Elizabeth había estado dando un paseo con  el predicador que le mostraba “las maravillas del señor”, en eso poco a poco el  predicador le dice para entrar más en la naturaleza tan prolija que nos regaló Dios,  le quita la ropa a la pequeña niña rubia poco a poco. No era la primera vez.

Yo quedo estupefacta ante la escena, siempre sospeché que había sido violada  en una vida pasada por mi manera de ver el sexo. Creí que solo era asexual pero  eso lo aclaraba todo.

Sin embargo, a pesar de lo gráfico de la narración de Alice, no podía apreciar el  rostro de mi propia esencia, ni el rostro de mi violador.

– ¿Sabes quién era el predicador? –Pregunté más que como respuesta  inocentemente- ¿…Ralph? -Dije solo sacando la conclusión porque mi tía Rosa  había visto en su carta astral, que él podía haber sido un sacerdote en sus vidas  pasadas, y por lo tanto, ser espiritual y no tener nada que ver con ninguna religión.

–No….

– ¿Es alguien con el que no me llevo bien?

–Probablemente…

Pronuncie el nombre de mi antigua mejor amiga, una chica que en esta vida abuso  mucho de mí… emocionalmente. Dicen que en nuestra niñez vivimos lo que nos  hace repasar las vidas pasadas, así que tendría sentido.

–Eso es correcto. –Dijo Alice, desvaneciéndose.

Era un día normal en Mesdom, y como de costumbre en las últimas horas, la  pereza se apoderó de mí. Me puse los audífonos y sumergí mi cabeza en mis  brazos. Jonas estaba cerca, aunque no le presté demasiada atención.

Se arrimó un poco más y empezó a acariciarme el cabello. No entendía por qué  hacía eso, pero decidí no prestarle atención, y volví a sumergirme entre mis  brazos y en la canción.

Estaba en un trance. Pero no uno que me hiciera sentir de manera positiva. Sus  caricias eran extrañas, no eran en los extremos del cabello, eran más en la parte  del cráneo, como si hiciera pequeños dibujos o símbolos en ella. Empecé a sentir  un escalofrío que me pedía a gritos que dejara de tocarme, pero no le hacía caso.  Mi curiosidad era más grande que mi temor, porque me llegaban imágenes a la  mente de un hombre de ojos claros, cabello castaño, largas patillas y un poco de  barba.

Le platiqué a Liz sobre la imagen del hombre que me vino a la cabeza,  empezamos a hablar de la vida pasada de Jonas donde era un tal Jeffrey, en eso  Liz recordó a un asesino y yo recordé tener un libro del tema.

Al pasar páginas, marqué algunos nombres curiosos, entre ellos a Jack el  destripador… Jack pudo ser la pareja de Sally… Hasta que finalmente  encontramos a Jeffrey.

El texto le dio sentido a las caricias, él pudo haberme matado con incepciones en  el cráneo, después de todo eran el tipo de tortura que usaba Jeffrey Dahmer.

Jeffrey Dahmer, también conocido como “el carnicero de Milwaukee”, fue uno de los asesinos en serie que marcaron la historia criminal de Estados Unidos.

En plena época del desarrollo de su sexualidad, Jeffrey Dahmer se dedicaba a este tipo de prácticas, estableciendo una asociación entre violencia y sexo que marcaron su conducta y sus acciones posteriores. Sentía atracción por los hombres, fantaseaba que se acostaba con ellos y luego los asesinaba. Este tipo de pensamientos obsesivos fueron, al final, lo único que le causaba excitación sexual. Dahmer estaba atormentado por sus fantasías tan recurrentes de sexo y muerte, de modo que, en un intento por olvidarlas, comenzó a beber. De igual forma, se refugiaba en la bebida para escapar de las constantes peleas de sus padres.

En el instituto, fue un alumno educado con los profesores y divertido con sus compañeros, por lo que se ganó la fama de payaso de clase. Sacaba buenas notas cuando se lo proponía y hacía sus deberes si la asignatura le interesaba. No obstante, en los últimos años, se fue desvinculando de sus estudios y perdió el interés por fomentar las relaciones sociales, tan claves durante una época tan inestable como la adolescencia. Encontró el sustituto perfecto en sus fantasías sexuales, en las que se regodeaba cada vez más, hasta que llegó un punto en que ya no le satisfacía únicamente pensar en ellas, sino que necesitaba llevarlas a cabo.

Todo encajaba con ser una versión de Jonas que mantenía muy en el interior: su reencarnación más significativa

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