«Los hombres de ciencia sospechan algo sobre ese mundo, pero lo ignoran casi todo. Los sabios interpretan los sueños, y los dioses se ríen» –H.P Lovecraft (Magno)
Me dirigía la feria con Ralph, Fred y más de sus amigos (por cosas del destino, Liz no pudo llegar), para hablar con alguien que seguro tenía piezas faltantes para nuestro rompecabezas.
Teniendo en frente el salón de música, pude escuchar suavemente las cuerdas de una guitarra, en eso, sentí cómo mi corazón comenzó a latir con más intensidad, algo que últimamente había estado ocurriendo con mucha frecuencia.
– Profesor – dijo Fred –Necesitamos que nos ayude con algo por favor.
– ¿Con que? -Al escuchar esto el profesor Juan levantó la cabeza y con la mirada nos preguntó.
Ante el obvio nerviosismo de los chicos, y sabiendo la razón por la cual fuimos a buscarlo, fui yo quien respondió.
–Queremos hacer un viaje astral y sabemos que usted sabe de ocultismo.
A los chicos, incluyendo el profesor, se les pintó la cara de blanco por lo directa que fui.
–Creo que es mejor decirles el por qué sé tanto del tema ¿No les parece? – Respondió, recuperó a la compostura.
–Sería interesante profesor –Esta vez fue Ralph quien habló.
Así nos explicó.
A lo largo de la historia existen muchos tipos de creencias, el ser humano ha estado inmerso en manifestaciones más allá de lo físico, manifestaciones que de alguna u otra forma, han dado pasó a la creación o formación de múltiples deidades, religiones y formas metafísicas. El detalle está, en que más allá de la interpretación personal que cada uno de los individuos pudiera dar a una manifestación espiritual, la falta de conocimiento y desarrollo concreto de los conceptos básicos de los aspectos metafísicos hacían que dichas interpretaciones se convirtieran en algo plenamente rudimentario y carente de lógica alguna.
En el pasado éste error marcó un sinnúmero de horrores y desgracias, sencillamente, el ser humano, incluso teniendo un desarrollo cognitivo un poco superior, no estaba capacitado para entender lo que va más allá de la vida y la muerte, el hombre malinterpretó todo y fue presa fácil para "entes" que si tenían muy claro todo lo referente a éste tema, por supuesto, ellos provenían de ese lugar que llamaremos línea espiritual.
–Verán niños, al momento de nacer mi cuerpo fue escogido por un ser de luz para ser el suyo en este mundo. Este ser no solo se adueñó de mi cuerpo sino que también de parte de mi alma y mi vida. Su nombre es Ziro –Relataba mientras su postura se iba tensando y el rostro se le nubla de amargura –Para hablar de Ziro hay que tener muy en claro que él no se trata de una persona en la actualidad (al menos no en el estricto sentido de la palabra) la esencia de Ziro se remonta en una primera instancia a un individuo llamado Ziro Adriano Gutenberg (un único apellido, ya que nunca conoció a su madre) creció en el seno de una familia de clase media con ambiciones de poder. Adriano, como lo llamaba su padre nació con un coeficiente intelectual tremendo, aprendiendo a leer a la escasa edad de 2 años, se apasionó desde muy joven por la ciencia y la biología de ese entonces (año 1780), pero su vocación nació a la edad de 4 años cuando descubrió un viejo piano abandonado en su casa. El piano estaba deteriorado por la humedad y los vientos fríos del arco ibérico que azotaban las costas de España. Aun así, sin ayuda de nadie, a esa escasa edad tocó sus primeras melodías.
En pocas palabras, Adriano nunca fue un niño normal. Él lo sabía... Por otro lado, su padre nunca le interesó el potencial que tenía, y en sus constantes borracheras, lo golpeaba y lo obligaba a trabajar forzosamente. Siempre le recalcaba que su madre había huido por su culpa. Ziro creció amasando un odio en su corazón muy grande hacia su padre, y a la edad de 8 años, mezcló varios componentes químicos en la botella de vino de su padre y lo mató.... Su primer asesinato, el primero de muchos…
Adriano fue creciendo con una constante zozobra, tenía miedo de que alguien descubriera lo que había hecho con su padre, pero poco a poco fue olvidando sus miedos, fue acogido por su tía abuela, una mujer muy amable que atendía una posada. Emprendió un largo viaje a otras tierras, la tierra de sus ancestros, Austria. Toda su vida cambió, en la casa de su tía las cosas parecían andar bien, era tratado decentemente y lo mejor en su casa se quedaba a vivir un buen profesor de música. Allí vivió los mejores años de su vida, aprendió teoría musical, orquestación y desarrolló su talento al máximo.
A la edad de 16 años conoció a una joven hermosa, pelirroja llamada Elizabeth Nevis. Se convirtieron en grandes amigos y él poco a poco se fue enamorando de ella. Ella, por otro lado, lo amaba, pero no podía estar con él. Era una doncella hija de un duque, y él solo un músico huérfano, sin embargo cuando el amor tiene poder, se abre pese a cualquier problema y en contra de todas consecuencias, él y ella se veían en secreto de su padre. Todo iba bien hasta que su padre los descubrió...
Su suegro tras saber que ellos tenían un amor oculto procedió a dar la orden de asesinato para Adriano, y comenzó la persecución. Ellos intentaron huir por días, pero al final fueron descubiertos por los sicarios. En ese momento el instinto asesino de Ziro, instinto dormido por años, despertó... Tomó unos barrotes y sorprendió a los sicarios, en un instante su sed de sangre cegó sus ojos y comenzó una carnicería, Elizabeth veía todo horrorizada, y en el último momento llegó el padre de Elizabeth, con una pistola... Intentó disparar a Ziro, que desprevenido descuartizaba a los otros hombres, pero al momento de disparar no contaba con que su hija, por amor, se interpondría entre la bala y su amado. El duque acabó ese día con su hija, la amada de Ziro... Su muerte fue ocasionada a los 27 por el padre de su enamorada, la única persona que logró resonar dulces armonías en el instrumento que es su corazón, y su increíble música, jamás fue conocida. El suegro se había encargado de quemar sus cosas y partituras.
– Ahora su vida le pertenece a alguien más –Reflexioné en voz alta.
–No solo eso, sino que la persona más importante para mí, mi padre, supo de esto todo el tiempo, pero al ver que Ziro a través de mi podía seguir esparciendo su talento no le importó –Añadió con amargura en su garganta –Me toca pelear por lo poco que me queda.
–Ahora solo queda un 20% de Ziro en mi poder, el 2% que me da la música, gracias a él tocó, él es el músico, no yo, la pregunta es ¿Por qué esperar tantos años para entrar en mi cuerpo? O… ¿Por qué hacer un salto en el tiempo al día de hoy, precisamente?
Cuando Liz tuvo la oportunidad de ver la letra de mi profesor, fue extraño, era como si perteneciera a la familia y al mismo tiempo no lo hiciera. ¿Pudiese ser que mi profesor y Ziro fueran almas gemelas? Era otra de mis teorías. Pero yo sabía que tener un alma gemela era algo que siempre te acompañaba, aunque no a modo de posesión.
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