Capítulo 9: Ziro

«Los hombres de ciencia sospechan algo sobre ese mundo, pero lo ignoran casi todo. Los  sabios interpretan los sueños, y los dioses se ríen» –H.P Lovecraft (Magno)

Me dirigía la feria con Ralph, Fred y más de sus amigos (por cosas del destino, Liz  no pudo llegar), para hablar con alguien que seguro tenía piezas faltantes para  nuestro rompecabezas.

Teniendo en frente el salón de música, pude escuchar suavemente las cuerdas de  una guitarra, en eso, sentí cómo mi corazón comenzó a latir con más intensidad,  algo que últimamente había estado ocurriendo con mucha frecuencia.

– Profesor – dijo Fred –Necesitamos que nos ayude con algo por favor.

– ¿Con que? -Al escuchar esto el profesor Juan levantó la cabeza y con la mirada  nos preguntó.

Ante el obvio nerviosismo de los chicos, y sabiendo la razón por la cual fuimos a  buscarlo, fui yo quien respondió.

–Queremos hacer un viaje astral y sabemos que usted sabe de ocultismo.

A los chicos, incluyendo el profesor, se les pintó la cara de blanco por lo directa  que fui.

–Creo que es mejor decirles el por qué sé tanto del tema ¿No les parece? – Respondió, recuperó a la compostura.

–Sería interesante profesor –Esta vez fue Ralph quien habló.

Así nos explicó.

A lo largo de la historia existen muchos tipos de creencias, el ser humano ha  estado inmerso en manifestaciones más allá de lo físico, manifestaciones que de  alguna u otra forma, han dado pasó a la creación o formación de múltiples  deidades, religiones y formas metafísicas. El detalle está, en que más allá de la  interpretación personal que cada uno de los individuos pudiera dar a una  manifestación espiritual, la falta de conocimiento y desarrollo concreto de los  conceptos básicos de los aspectos metafísicos hacían que dichas interpretaciones  se convirtieran en algo plenamente rudimentario y carente de lógica alguna.

En el pasado éste error marcó un sinnúmero de horrores y desgracias,  sencillamente, el ser humano, incluso teniendo un desarrollo cognitivo un poco  superior, no estaba capacitado para entender lo que va más allá de la vida y la  muerte, el hombre malinterpretó todo y fue presa fácil para "entes" que si tenían  muy claro todo lo referente a éste tema, por supuesto, ellos provenían de ese  lugar que llamaremos línea espiritual.

–Verán niños, al momento de nacer mi cuerpo fue escogido por un ser de luz para  ser el suyo en este mundo. Este ser no solo se adueñó de mi cuerpo sino que  también de parte de mi alma y mi vida. Su nombre es Ziro –Relataba mientras su  postura se iba tensando y el rostro se le nubla de amargura –Para hablar de Ziro  hay que tener muy en claro que él no se trata de una persona en la actualidad (al  menos no en el estricto sentido de la palabra) la esencia de Ziro se remonta en  una primera instancia a un individuo llamado Ziro Adriano Gutenberg (un único  apellido, ya que nunca conoció a su madre) creció en el seno de una familia de  clase media con ambiciones de poder. Adriano, como lo llamaba su padre nació  con un coeficiente intelectual tremendo, aprendiendo a leer a la escasa edad de 2  años, se apasionó desde muy joven por la ciencia y la biología de ese entonces  (año 1780), pero su vocación nació a la edad de 4 años cuando descubrió un viejo  piano abandonado en su casa. El piano estaba deteriorado por la humedad y los  vientos fríos del arco ibérico que azotaban las costas de España. Aun así, sin  ayuda de nadie, a esa escasa edad tocó sus primeras melodías.

En pocas palabras, Adriano nunca fue un niño normal. Él lo sabía... Por otro lado,  su padre nunca le interesó el potencial que tenía, y en sus constantes  borracheras, lo golpeaba y lo obligaba a trabajar forzosamente. Siempre le  recalcaba que su madre había huido por su culpa. Ziro creció amasando un odio  en su corazón muy grande hacia su padre, y a la edad de 8 años, mezcló varios  componentes químicos en la botella de vino de su padre y lo mató.... Su primer  asesinato, el primero de muchos…

Adriano fue creciendo con una constante zozobra, tenía miedo de que alguien  descubriera lo que había hecho con su padre, pero poco a poco fue olvidando sus  miedos, fue acogido por su tía abuela, una mujer muy amable que atendía una  posada. Emprendió un largo viaje a otras tierras, la tierra de sus ancestros,  Austria. Toda su vida cambió, en la casa de su tía las cosas parecían andar bien,  era tratado decentemente y lo mejor en su casa se quedaba a vivir un buen  profesor de música. Allí vivió los mejores años de su vida, aprendió teoría musical,  orquestación y desarrolló su talento al máximo.

A la edad de 16 años conoció a una joven hermosa, pelirroja llamada Elizabeth  Nevis. Se convirtieron en grandes amigos y él poco a poco se fue enamorando de  ella. Ella, por otro lado, lo amaba, pero no podía estar con él. Era una doncella hija  de un duque, y él solo un músico huérfano, sin embargo cuando el amor tiene  poder, se abre pese a cualquier problema y en contra de todas consecuencias, él  y ella se veían en secreto de su padre. Todo iba bien hasta que su padre los  descubrió...

Su suegro tras saber que ellos tenían un amor oculto procedió a dar la orden de  asesinato para Adriano, y comenzó la persecución. Ellos intentaron huir por días,  pero al final fueron descubiertos por los sicarios. En ese momento el instinto asesino de Ziro, instinto dormido por años, despertó... Tomó unos barrotes y  sorprendió a los sicarios, en un instante su sed de sangre cegó sus ojos y  comenzó una carnicería, Elizabeth veía todo horrorizada, y en el último momento  llegó el padre de Elizabeth, con una pistola... Intentó disparar a Ziro, que  desprevenido descuartizaba a los otros hombres, pero al momento de disparar no  contaba con que su hija, por amor, se interpondría entre la bala y su amado. El  duque acabó ese día con su hija, la amada de Ziro...  Su muerte fue ocasionada a los 27 por el padre de su enamorada, la única  persona que logró resonar dulces armonías en el instrumento que es su corazón, y  su increíble música, jamás fue conocida. El suegro se había encargado de quemar  sus cosas y partituras.

– Ahora su vida le pertenece a alguien más –Reflexioné en voz alta.

–No solo eso, sino que la persona más importante para mí, mi padre, supo de esto  todo el tiempo, pero al ver que Ziro a través de mi podía seguir esparciendo su  talento no le importó –Añadió con amargura en su garganta –Me toca pelear por lo  poco que me queda.

–Ahora solo queda un 20% de Ziro en mi poder, el 2% que me da la música,  gracias a él tocó, él es el músico, no yo, la pregunta es ¿Por qué esperar tantos  años para entrar en mi cuerpo? O… ¿Por qué hacer un salto en el tiempo al día  de hoy, precisamente?

Cuando Liz tuvo la oportunidad de ver la letra de mi profesor, fue extraño, era  como si perteneciera a la familia y al mismo tiempo no lo hiciera. ¿Pudiese ser que  mi profesor y Ziro fueran almas gemelas? Era otra de mis teorías. Pero yo sabía  que tener un alma gemela era algo que siempre te acompañaba, aunque no a  modo de posesión.

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