«El océano es más antiguo que las montañas y está cargado con los recuerdos y los sueños del tiempo». –H.P. Lovecraft (Magno)
–La vida de Meyers, la vida donde estuvimos en una de las dos guerras mundiales. Yo era un doctor y ella era, por así decirlo… Una veterana –Me relataba Kevin -No sé mucho de esa vida, solo que fue una de mis mejores reencarnaciones, fui más coherente, mejor como persona y también como pareja. –No entendía esa última parte ¿Cómo alguien podía involucionar? Estar en una de tus vidas mejor desarrollado como persona que las que le siguen. Pero dejé que prosiguiera, más tarde entendería –Una vez, no sé cómo, Liz habló con Meyers... Y le dejó la siguiente carta…
Extendí el brazo, la tomé, sosteniendo mi taza de café con la otra mano y derramando un poco de ella descuidadamente, como siempre, en la evidencia.
Leyéndola, tuve una revelación… ¡Pero por supuesto! Meyers nunca había sido Kevin, al menos no por completo. Los cuerpos de Mark y Kevin habían sido como dos recipientes, cuyos jugos se vertieron en el cuerpo y alma del otro. Liz entonces tenía otra alma gemela.
Gracias a este episodio de nuestra historia pudimos entender por qué nuestro árbol almalógico funciona como las leyes de Mendel, una reencarnación de Mark que también fue Meyers y Mengele (la mano derecha de Hitler).
Mengele fue el responsable de muchas torturas y vigilaba los búnkeres donde tenía a gemelos, enanos y gigantes que sometía a constantes experimentos. Cuando los prisioneros llegaban a Auschwitz, Mengele con sus camaradas médicos, realizaban un tipo de selección.
En cuanto a Mendel, sus leyes (en conjunto conocidas como genética mendeliana) son el conjunto de reglas básicas sobre la transmisión por herencia genética de las características de los organismos progenitores a su descendencia. Constituyen el fundamento de la genética.
.......
“Me gustaría ser una reina en el corazón de las personas, pero no me veo siendo la reina de este país.” –Lady Di (Magna)
Era una noche fría, así que decidí cantar sobre un deseo, que no entendi porque había surgido ese día… Empecé:
Quiero esta noche soñar,
soñar que soy una reina.
Que tengo el dominio de todo,
mientras todos me desean,
complacen sin yo tener que dar nada a cambio.
que me regalen lo que sea…
Quiero unas vacaciones de ser
una simple aldeana fea,
trabajadora y pequeña,
por un minuto aunque sea...
Quiero esta noche soñar,
soñar que soy una reina.
Al caer en el sueño, me siento diferente… Me sentía más noble, carismática, solidaria y piadosa, una sensación similar a ser la niña que solía ser. Me vi en el espejo, pero no era yo, Camila. En su lugar, me encontré con que me pertenecía una sonrisa amena, incluso manteniendo el rostro neutral. Me enmarcaba un cabello rubio y lacio pero con volumen, en el centro del bello espejo, se posaban esos ojos celestes, y al mirar más bajo, se encontraba un auténtico collar de perlas.
¿Acaso era una princesa? Era extraño, puesto a que no estaba vestida como una. Es entonces cuando una mucama que estaba en la misma habitación insiste en que me pruebe un vestido blanco. Yo no quería.
–Diana, obedece. No es adecuado que use negro, nadie ha muerto.
Refunfuñe con la mirada, no quería obedecer.
–Además de haberse ganado el corazón de toda Inglaterra y parte del mundo, tiene usted una personalidad llena de secretos, así como aspiraciones que se alejan de la vida aristocrática. –Dijo la sirvienta y cansada, dejó el vestido blanco en la cama.
¿Que era esa sensación rara en mi estomago? Me empecé a sentir pesada. Fui corriendo al baño y metí mis dedos en la garganta para inducirme el vómito. Fue tan sencillo, como si hubiese practicado por muchas semanas o años.
Afuera del baño escucho unos niños que me llaman gritando, pero aun en el escándalo sus voces me parecen sumamente dulces.
–¡Madre! ¡Madre! ¡Te estamos esperando! –Escuche que gritaban revoltosos. Se me estremece el corazón, quería lavarme las manos lo más rápido posible para poder pasar tiempo con ellos, y así lo hice.
Al salir del baño les di un abrazo a ambos. Un fuerte abrazo, como si no fuera a ver a esos pequeños o a ningún niño nunca otra vez.
Desperté. No recordaba nada de lo que había soñado, solo sabía que me había dormido queriendo ser una reina y desperté sin querer ser siquiera una princesa.
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