El heredero de Tharfield

Decidida a encontrar el amor antes de que su padre decida en su lugar con quien casarse, la princesa Ekaterina ha decidido reunirse con cada uno de sus dos pretendientes, guardando la esperanza de enamorarse de alguno de ellos.

La primera de dichas reuniones es con Lord Edward Lockridge, heredero de la Federación de Tharfield, y quién algún día será el gobernante de esta nación, la cual basa su economía en el comercio, siendo considerada la nación con las mayores reservas de oro en el mundo. Debido a esta riqueza, es que han tomado al dorado como su color representativo, el cual se encuentra presente en todos los uniformes de sus estudiantes. 

Siempre impecable en su vestimenta, Edward es un joven apuesto de larga cabellera negra, con ojos miel que cautivan a todas las mujeres a las que mira. Pero su mayor atributo no es su físico, sino la forma tan encantadora con la que habla y se expresa; algunas personas han dicho que tiene una lengua dorada por su enorme facilidad de palabra.

Sabedor de que presumir su riqueza no le otorgará el favor de la princesa, decide invitarla a cazar, una actividad más afín al espíritu aventurero de la princesa; de esta manera, está seguro de que podrá impresionarla con su increíble habilidad con el arco, puesto que es considerado el mejor arquero en toda la academia.

—No me lo tomes a mal, no es que desprecie el valor de una espada como arma, pero desde pequeño sentí mayor afinidad con el arco, para mí es un arma tan elegante, que requiere no solo de fuerza, sino también de inteligencia y precisión para dar en el blanco, es un arma digna de la realeza como nosotros, que debemos saber mantener la calma…

Ekaterina escuchaba las palabras de su cita, pero ya no le prestaba atención, ciertamente su forma de hablar es encantadora e interesante, pero nota un poco de soberbia y prepotencia escondidas en sus palabras, lo cual nota especialmente después de escucharlo hablar sin parar por más de media hora.

—… creo fervientemente que la comida que uno mismo caza es la que tiene mejor sabor, claro, siempre y cuando la prepare un maestro cocinero, como los que abundan en Tharfield, pero no te preocupes Ekaterina, mandé traer al cocinero de mi padre para que nos prepare un festín con nuestras presas de hoy, te aseguro que quedarás encantada con los sabores de mi país…

Aburrida de escucharlo, Ekaterina toma su arco y le dispara a un cerdo salvaje a unos 80 metros de distancia, sin embargo su tiro no tiene la fuerza suficiente, cayendo la flecha un par de metros por delante del cerdo. Acto seguido, Edward dispara su flecha buscando darle un tiro letal, pero solo alcanza a herir al animal en una pierna, aún así se siente satisfecho por lo realizado.

—Sin duda tienes la habilidad, pero te falta practicar un poco más tu postura, yo estaría encantado de poder ayudarte a practicar. Con mi ayuda, sin duda pronto estarás entre las mejores arqueras de la Academia. De hecho, estaría encantando de enfrentarte en el torneo de arquería del próximo mes, solo espero no sea en las primeras rondas, me sentiría apenado por eliminarte y que tú buen nombre quede al fondo de la clasificación.

El último comentario de Edward, junto a la risa que soltó al hacerlo, molesto de sobre manera a Ekaterina, quien odiaba ese aire de superioridad en sus palabras, pero guardo su enojo por las apariencias, sonriendo y enseguida tomó una nueva flecha, le demostraría que no necesitaba de su ayuda.

Lamentablemente, lo cierto es que no era muy diestra con el arco, pero su orgullo le impedía retroceder, así que disparó su flecha, esta vez tuvo la distancia, pero se fue desviada.

Escuché una leve risa burlona nuevamente de parte de Edward, pero lo ignoró y tomó otra flecha.

A la distancia, aún pese a su herida en la pierna, el cerdo había echado a correr, o eso intentaba, buscando alejarse del peligro.

—Está muy tensa, para un tiro tan largo debe controlar su respiración, no es solo cuestión de fuerza.

Una voz familiar se escuchó a espaldas de Ekaterina, quien no pudo evitar sonreír al reconocerla.

—Davor.

Dijo al voltear a verlo, el joven aventurero de ojos esmeraldas estaba frente a ellos, con un morral lleno de hierbas, y extrañamente, sin camisa.

Ante la sorpresa de ver su torso desnudo, la princesa olvidó que sostenía el arco y la flecha, apuntándolas hacia Edward, quien rápidamente se hizo a un lado para evitar que le disparara por accidente.

—Que sorpresa encontrarnos en este lugar —Comento la princesa— ¿Estás realizando alguna misión? ¿Alguna misión de exterminio de monstruos?

—No en realidad, bueno, si hubo un monstruo, pero nada sobresaliente, aunque si me quede sin camisa. Solo estoy recolectando algunas plantas medicinales que encargaron en el gremio de aventureros.

—Oh, pensé que los aventureros solo mataban monstruos y cosas así, tú sabes, algo más emocionante.

—De hecho recolectar plantas también puede ser emocionante, o más bien peligroso, las más valiosas sólo se encuentran en territorio de monstruos y dragones.

Mientras Ekaterina y Davor conversaban tan alegremente, Edward no pudo evitar irritarse al ser excluido totalmente de la conversación, había pasado de ser el centro de atención, a solo un simple objeto decorativo; pero lo que más lo molestaba, era que un simple y pobre aventurero pudiera generar una sonrisa genuina en la princesa.

—Mi estimado aventurero, ¿Por qué no nos da una demostración de su habilidad con el arco? Para la princesa sería más útil ver en la práctica lo que pregonan sus palabras, después de todo, Ekaterina me contó de su increíble habilidad con el arco, sin duda me causa curiosidad poder juzgar dicha habilidad con mis propios ojos, y por favor, póngase una camisa o algo, está ante una dama.

Para ese momento, el cerdo ya se había alejado más de cien metros y seguía en movimiento, era un tiro muy complicado de acertar, ya sea que Davor falle el tiro o se rehúse a hacerlo, sin duda quedará mal ante los ojos de la princesa, pensaba Edward.

—No es necesario que lo hagas, ya está muy lejos.

—Si controlas tu respiración, tal como dices en tu consejo, debería ser posible.

Le decía de forma malintencionada, pero Davor solo le sonrió.

Alistando su arco y flecha, soltó un suspiro y entonces disparó su flecha, la cual surcó los cielos en un instante, hasta clavarse directamente en la cabeza del cerdo; un tiro letal sin duda alguna, el cual dejó boquiabierto a Edward, mientras que Ekaterina llenaba de elogios al aventurero.

—¡Eres el mejor arquero que he visto en mi vida! ¡Estoy segura que ganarías el torneo de arquería de la academia!

—Si bueno, un tiro bastante afortunado, el viento sin duda lo ayudó, pero se necesita más que suerte para ganar el torneo —Exclamo Edward visiblemente molesto— es una lástima que no seas estudiante de Vexala. Princesa, me parece es momento de retirarnos, nos espera un delicioso buffet de cocina típica de mi país.

—Entonces me despido, fue un placer verte nuevamente Davor, recuerda visitarme en la Academia para poder agradecerte como es debido por salvarme la vida.

—Lo haré princesa.

Apresurado, Edward trajo los caballos de ambos para retirarse lo antes posible del lugar, no soportaba ver la familiaridad con que se trataban Ekaterina y Davor.

Mientras se despedía, la princesa no podía evitar sonreír, y mientras veía a Davor a lo lejos, un pensamiento la invadía, “Lastima que no seas estudiante de Vexala”.

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