—Dime algo —comenzó a hablar la que antes era mi mejor amiga —¿alguna vez se te ocurrió contármelo? —Negué.
—No, no te lo iba a contar nunca, y menos cuando me enteré que vendiste mi alma al puto diablo —ella rio.
—¿Qué se siente vivir atormentada? —Reí y asentí.
—Si te digo la verdad al principio vivía aterrorizada, ahora no le temo a Lucifer —rio.
—¿No me digas que te cae bien?
—Me cae más que bien, me enamoré de él —la miré a los ojos y la cogí del cuello. —Una pena que tú nunca vayas a experimentar el amor de verdad —la miré a los ojos.
Di unos pasos para atrás y miré el cuerpo sin vida, mis ojos se abrieron y las lágrimas comenzaron a salir. No me acuerdo cuando hice eso, pero lo que si sabía es que fui yo la que lo hice y el arrepentimiento llegó a mi como una ola.
Llevé mis manos hacia la boca e intenté reprimir el llanto, pero fue casi imposible.
Me puse junto al cuerpo y me agaché, tenía mis dedos marcados en el cuello.
El grito que pegué fue desgarrador, sentí como un dolor se instaló en mi garganta, todo mi sistema nervioso se descontrolo, mis nervios se hicieron visibles y toda yo estaba tiritando.
—Lucifer —dije cuando estaba arrodillada.
Minutos después Lucifer apareció y me miró sorprendido.
—¿Qué hiciste? —Negué.
—N-no lo-lo sé, no me acuerdo d-de haberlo hecho —me limpié las lágrimas.
—Vamos —me cogió del brazo y bajamos al infierno.
Estaba sentada en el sillón con la cabeza apoyada en mis rodillas, la imagen del cuerpo sin vida en el suelo no se iba de mi cabeza.
Lucifer me miraba sorprendido por lo que había hecho, yo también lo estaba, nunca me imaginé matar y menos hacerlo a la que antes era mi mejor amiga, mi hermana.
—¿Por qué subiste? —Lo miré.
—Quería hablar con ella, pero la agarré del cuello ya no sé qué pasó hasta que la vi en el suelo.
—¿No te acuerdas de que lo hiciste tú? —Negué mirándolo con lágrimas en los ojos. —Me tenías que haber dicho que ibas a subir —dijo acercándose a mí.
—No hubieras aceptado, Lucifer —nos miramos a los ojos.
—Pero me hubieras insistido, sabes que cumplo tus deseos, Irena —negué reteniendo las lágrimas.
—Pero no puede ser que cada vez que quiera algo y tú no quieras tenga que insistir —Lucifer me miró y asintió.
—Te quiero proponer algo —escuché —subirás al cielo, pasa allí un tiempo —fruncí el ceño.
—¿Estás loco? —Lucifer suspiró.
—Tu alma puede volver a ser normal Irena, allí pueden ayudarte —negué mirándolo.
—No puedo —me encogí de hombros.
—¿Por qué? —Me acerqué más a él.
—Porque no puedo estar lejos de ti, Lucifer —nos miramos a los ojos.
Él no dijo nada, solo se levantó y me miró, estuvo un rato mirándome hasta que comenzó a andar y salió de la casa, miré la puerta y comencé a llorar.
Miré hacia arriba y cerré los ojos.
Me tumbé en el sillón y me quedé dormida.
*****
Abrí los ojos y los volví a cerrar, había una luz muy blanca que me cegaba, comencé a andar y vi a muchas personas juntas riendo y hablando.
—Irena, subiste —mi ceño se frunció.
—¿Quién eres? —Dije algo confundida.
—Me llamo Miguel, soy el jefe del ejército celestial —lo miré sorprendida.
—¿Aquí arriba hay ejércitos? —Él asintió sonriendo de oreja a oreja.
—Existe desde la rebelión de Lucifer —abrí la boca en forma de "O".
Miré bien a ese hombre. Tenía el pelo un poco largo castaño, sus ojos eran verdes, tenía el cuerpo bien formado, parecía que estos seres no tenían ninguna imperfección, pues todos eran hermosos.
—¿Quieres que te enseñe todo esto? —Asentí.
—¿Sabes cómo llegué aquí? —Me miró y sonrió.
—Yo te subí aquí —me crucé de brazos y seguí andando al lado de él.
—¿Puedes bajar al infierno? —Él negó.
—Por poder puedo, pero no quiero, te subí con el don que tengo —me miró —sé que tu alma está manchada —suspiré —mataste a la que antes era tu mejor amiga, has torturado almas para saciar tu dolor, tratas mal a las personas solo para que tú estés bien — me mordí el labio, nerviosa.
—Es irónico que esté aquí arriba —él rio.
—Todos merecen una segunda oportunidad ¿no crees? —Me encogí de hombros.
—No sé, yo no era de dar segundas oportunidades ¿Tú sí?
—Claro que sí, una persona se puede enfadar, pero siempre tiene que pensar en positivo y dar la segunda oportunidad —negué sonriendo.
—¿Y si vuelve a salir mal? —Se paró y me miró.
—Al menos tu conciencia está tranquila, sabes que diste esa segunda oportunidad, volviste a creer en la persona que te falló —suspiré cansada.
—Pero vuelves a sufrir —lo miré.
—Para eso están los humanos, para sentir, algunas veces son felices y otras están llenos de tristeza, pero siempre se tienen que hacer las cosas bien o al menos intentarlo ¿no? —Bufé.
—Si tú lo dices será, a mí nunca me gustó dar segundas oportunidades y dudo que alguna vez lo haga —nos miramos.
—¿Sabes algo? —Lo miré —en aquel río pasé mis peores momentos —nos acercamos al río.
—Pensé que vosotros no sentíais —rio y asintió.
—Claro que sentimos, nosotros los ángeles somos los que más sentimos. Cuando vemos sufrir a alguien nos transmite el dolor, lo que siente y nos hace sentirnos igual —lo miré sorprendida.
—¿Y por qué sufrías? —Me atreví a preguntar.
—Hubo una chica joven, tuvo un hijo, pero lo perdió, el dolor que esa mujer sintió los sentimos todos nosotros, unos más otros menos, pero todos estábamos mal. Ese niño es aquel —señaló a un niño jugar.
—¿Por qué Lucifer puede revivir personas y vosotros no? —Se frotó las manos y suspiró.
—Lucifer siempre hace las cosas a cambio de algo, si le pides que reviva a alguien te pedirá tu alma, o que hagas algo para él —y era verdad.
Lucifer siempre te pedía algo a cambio, nunca era algo bueno, más bien todo lo contrario, te terminaba consumiendo poco a poco.
—Antes hablabas de segundas oportunidades —me miró y asintió —¿Por qué no le disteis una segunda oportunidad a él? —Esperé la respuesta.
—Todos sabíamos que la pureza de Lucifer había desaparecido, que todo lo que él hacía iba a ser malo. Hay que dar segundas oportunidades, pero también tienes que mirar si esa persona te está mintiendo al pedirte la segunda oportunidad. Todos se la merecen claro que sí, pero tampoco se puede ser tonto —ambos reímos.
—A Lucifer solo le falta amor —dije después de un rato.
—Y tú estás lleno de él Irena —sonreímos.
—Pero él no lo quiere recibir.
—Por eso le tienes que hacer entender que lo único que quieres es ayudarlo, ayudarlo a salir de ese abismo en el que está cayendo, debes hacerle entender que lo único que tú quieres es estar a su lado y amarlo como nadie lo hizo nunca —ambos nos miramos.
Sabía que iba a ser difícil, más bien imposible, Lucifer era alguien muy cerrado, alguien a quien no le importaba nada y mucho menos le importaba la Irena de ahora.
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