Busca A Lucifer.

—Que soy virgen.

Reí separándome de él y acercándome a la puerta para que quitara el seguro.

Él me miró sin entender, quería saber algo de mí que estaba segura de que ni yo lo sabía, subió al coche.

Llegamos al pub y entramos al departamento, Lucifer se sirvió una copa y bebió.

—¿No te han enseñado modales?

Él me miró sin entender.

Cogí un vaso de la barra y me serví whisky.

—No sabía que eras de beber —dijo serio sirviéndose otra copa.

—No sabes nada de mí —contesté de la misma forma.

Lucifer me miró y se cruzó de brazos, mi teléfono empezó a sonar, era un número desconocido, colgué ya que no suelo coger esos números.

—La marca ¿qué es? —Dije refiriéndome a la marca de mi abdomen.

—¿Marca? ¿Qué marca? —Murmuró con el ceño fruncido.

Suspiré y me levanté la camisa enseñándole el tipo de espiral marcada como a fuego lento, él asintió con una sonrisa diabólica.

—Es la marca para que todos los demonios sepan que tienes dueño y no te puedan tocar.

Abrí la boca sorprendida y me serví otro whisky.

—¿Con qué dueño, eeh? Pues que sepas que no lo tengo, me da igual que mi mejor amiga haya vendido mi alma al demonio y... —Dejé de hablar al escuchar en frío todo lo que salió de mi boca —. Oh, Dios mío, mi mejor amiga me vendió.

Lo miré y tenía el ceño fruncido.

—No entiendo por qué siempre tenéis a Dios en la boca, él no tiene nada que ver. Y sí... Tu mejor amiga te vendió no me digas que no es bonito.

Negué llevándome una mano a la boca.

—No, no es bonito, es jodidamente asqueroso —mi voz sonó llena de odio.

Me acerqué a la puerta, pero Lucifer se entre puso.

—Creo que no es buena idea que vayas a reclamar nada.

Aparté su mano de la puerta y salí.

Lucifer caminaba detrás de mí sin decir una sola palabra. Ahora mismo estaba cegada por la ira, sabía que iba a hacer cosas de las que seguramente luego me arrepentiría, pero ahora mismo no me estaba importando realmente nada, únicamente acabar con esto que me estaba jodiendo la vida y sí... Eso que me estaba jodiendo la vida era mi mejor amiga, no entiendo por qué vendió mi alma, por qué no me preguntó qué es lo que había pasado, si había visto quien era, sinceramente no entendía una mierda, pero las piezas del puzle parecían desaparecer en vez de encajar.

Estuvimos caminando unos veinte minutos, en realidad ni siquiera me había dado cuenta de que Lucifer seguía detrás mío.

Toqué al timbre, Marta salió a la puerta y me miró con odio, miró sobre mí hombro y su mirada cayó en Lucifer, sonrió con altanería y luego volvió a mirarme.

Inconscientemente levanté el puño y lo pegué contra su ojo derecho, ella gritó de dolor cayendo al suelo, me miró con miedo.

—¿Qué mierda se supone que haces? —Habló con asco mirándome.

—¿Eso me lo preguntas a mí? ¿Sabes quién es él? —Señalé a Lucifer a lo que ella negó mirándome con terror —es Lucifer, si, el diablo, a quien le vendiste mi alma a cambio de revivir a tu madre, esto me parece tan irreal que de verdad siento que estoy en un puto sueño, pero es que ni dormir puedo, la decepción que siento en el pecho es más grande que todo el amor y cariño que alguna vez pude sentir por ti, te odio con toda mi alma, Marta, has jodido mi puta vida de la forma más vil y asquerosa que podría hacerlo alguien, y si eso era lo que querías, felicidades, lo has conseguido.

Mi puño volvió a impactar contra su rostro y luego mi pie igual.

Cerré la puerta y me froté las manos como si tuviera tierra en ellas.

Comencé a caminar otra vez, Lucifer seguía sin decir nada y a decir verdad era algo que me estaba empezando a cansar.

—¿No vas a decir nada? —Hablé sin mirarlo.

—No sé qué quieres que te diga, bueno... Es la primera vez que he caminado tanto a cambio de nada.

Suspiré cansada.

—¿Ya me puedo ir a mi casa?

Esperé la respuesta que hasta segundos largos después no llegó.

—Todavía no —habló frío y me adelantó.

Suspiré y seguí sus pasos, llegamos a su apartamento y ambos nos sentamos en los sofás.

—¿Cuántos años tienes? —Pregunté mirándolo.

—¿Eso importa?

Suspiré.

—No, no importa, pero me aburro y no me dejas ir a mi casa.

Lucifer sonrió.

—Vete si quieres.

Abrí la boca sorprendida.

Sin decir nada abrí la puerta y salí, cuando estaba fuera del pub miré hacia la ventana que daba al apartamento de Lucifer y sentí que algo dejaba allí arriba y no sabía el qué o qué.

Me puse en camino a mi casa y tan solo ver la puerta sabía que algo iba mal.

Abrí la puerta y todo lo que había ahí era un horror, mi madre estaba tirada en el suelo, mi padre colgado de un palo en la pared lleno de sangre.

Mi boca se abrió y lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, me tiré al suelo y comencé a llorar tocando la cara de mi madre.

Suspiré al ver que mi madre todavía respiraba.

—Ay, por Dios, mamá.

Acaricié su cara.

—Hija... Busca... Busca a Luc... Luci.

Dejó de respirar y un grito desgarrador salió de mi garganta.

Miré hacia todos los lados buscando alguna pista de quien pudo haber sido, fue entonces cuando el cuerpo de mi padre calló al suelo y me asusté, corrí hacia él y también estaba sin vida.

Las lágrimas no dejaban de caer de mis ojos, todo mi cuerpo estaba temblando.

Me fijé en la camisa de mi padre que de ella sobresalía un papel, en ella había algo escrito con tinta negra.

“Solo ellos saben la verdad y ahora la verdad quedará escondida para siempre, nunca sabrás quién eres”.

Miré con el ceño fruncido la nota y suspiré derrotada, Lucifer tenía razón, había algo en mí que no era normal y ahora no sabía qué hacer.

Miré los cuerpos de mis padres sin saber qué hacer con ellos, como pude los llevé al sótano y los tapé con mantas.

Sus cuerpos no podrían ser vistos por un médico, harían preguntas y la verdad que no sabría qué responder, ahora mi mente estaba en blanco, ni siquiera estaba sintiendo dolor, miré hacia una esquina y luego hacia otra sin saber qué hacer.

Subí las escaleras y cerré el sótano, salí de la casa y miré hacia las calles.

"Busca a Luci", eso rondaba mi mente, pero no sabía a quién se refería ¿Lucifer? No entendía como es que mi madre conocía a Lucifer o que supusiera que yo hablaba con él, pero hablaría con él.

Allí me encontraba otra vez, frente a Astoreth.

—¿Puedes ponerme otra?

La mujer me miró con la ceja levantada.

—Llevas diez chupitos, a los humanos les suele sentar un poco mal el alcohol.

La miré mal y negué.

—Sírveme otro, por favor.

La mujer iba a servirme otro, pero una mano la frenó.

Miré y era Lucifer.

—Tú te vienes conmigo —me miró —. Ahora —volvió a decir ya que no me movía.

Cuando me iba a levantar me vino un pequeño mareo haciendo que Lucifer me cogiera de la cintura, subimos a su apartamento y me sentó en el sofá, se me quedó mirando a lo que sonreí.

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