Me Presento.

Mi madre tenía un invitado en casa, es un hombre que trabaja con ella en la oficina.

He decidido salir para no molestar y prácticamente estoy sola en la calle, no hay nadie, es como si la gente hubiera desaparecido, estas calles son muy transitadas los fines de semana, creo que este es la excepción.

Horas después decidí volver a casa, no sabía que hacer, había estado horas en el parque mirando a la nada, viendo a los pájaros volar. Cogí las llaves y abrí la puerta, mi madre seguía con el hombre bebiendo vino y hablando animadamente en el sofá de la sala.

—Hola, hija, te presento, él es Samael mi compañero —sonreí y me acerqué a él para darle dos besos. Me separé de él rápido y fruncí el ceño.

—¿Estás bien, hija? —Yo asentí con una media sonrisa.

—Se me había olvidado que tengo que hacer algo importante —madre sonrió.

—Bien, haz lo que tengas que hacer, pero baja rápido tienes que acompañar a Samael a la oficina a por unos papeles, yo tengo que irme —abrí la boca sorprendida y asentí con miedo.

Subí a mi habitación y entré al baño, me miré en el espejo y suspiré, me quité la camisa para ponerme una nueva y ahogué un gritó al ver la marca que tenía en el lado derecho del abdomen.

Os preguntaréis como es que antes no lo había visto, pero es que antes no la tenía. Mi madre subió minutos después llamando a la puerta.

—Hija, debo irme, no tardes —habló y se fue.

Mi terror empezó a invadir todo mi cuerpo, unos golpes sonaron en la puerta haciendo que ahogara un grito. Salí del baño y lo vi sentado en el borde de mi cama, con las manos juntas, los codos apoyados en las rodillas y mirando hacia el suelo.

Lo miraba desde la puerta del baño estática, no sabía qué decir o que hacer.

—Tu madre es muy buena mujer, sería una pena que le pasara algo si no haces lo que te digo —dijo sin mover ni un músculo de su cuerpo.

—N-No sé... Qué quieres... Decir —el hombre se rio. —Lo sabes todo —su voz grave heló mis huesos.

—D-De verdad que no sé qué quieres —intente tranquilizarme.

—Solo debes hacer lo que yo te digo —terminó por levantar la cabeza y ahora pude ver cómo era: su cabello era rubio, rizado, sus ojos eran azules, tenía una mandíbula muy definida, vestía de traje.

Si no fuera lo que en realidad es ese hombre, podría llegar a ser mi mejor amigo, pero tiene el alma podrida. El hombre se levantó y me miró a los ojos, su mirada estaba perdida, algo en ellos había que me desconcertaba: había odio, mucho odio, pero también había algo más, ¿tristeza, tal vez? No podría descifrarlo, pero si sabía que se sentía solo, así me había sentido muchas veces, ese odio que emana de sus ojos y corazón, yo lo había sentido alguna vez.

—Hay un tipo de tristeza que no te hace llorar. Es como una pena que te vacía por dentro y te deja pensando en todo y en nada a la vez, como si ya no fueras tú, como si te hubieran robado un trozo de tu alma —Murmuré dejándolo con el ceño fruncido —en tus ojos veo ese tipo de tristeza, esa tristeza que en muchas ocasiones yo la sentí, te deja vacía. Poco a poco esa tristeza, esa soledad, deja al odio y al rencor reinar tu corazón —el hombre comenzó a reír dejándome sin palabras.

—No sabes nada —me cogió del cuello pegándome contra la pared —no sabes nada de mí —yo asentí.

—Lo sé, sé que no se nada de ti, pero sí sé lo que estás sintiendo —el hombre me soltó, sus ojos cambiaron a unos totalmente rojos.

Mi corazón se disparó, empezó a latir con fuerza, ese hombre cambió su forma por completo, dejándome con la boca abierta. Fue entonces cuando pude ver verdaderamente lo que sentía, algo dentro de mí hizo "clic" pude dejar de sentir miedo, mi corazón empezó a latir con normalidad.

Ahora solo sentía la necesidad de saber por qué el corazón de ese hombre estaba roto. Solo pensar en esto me hace sentirme una completa idiota, estoy sintiendo pena y mucho peor aún ganas de ayudar al mismísimo diablo, pero me lo dictaba el corazón, ninguna otra parte de mí se oponía o quería que hiciera eso, solo el corazón.

—¿Qué es lo que quieres de mí? —El hombre volvió a su forma normal.

—Tu alma —asentí inconscientemente.

—¿Y yo que recibo a cambio? —El hombre se encogió de hombros.

—Lo que quieras —su voz grave hizo erizar mi piel.

—Déjame conocerte —dije de la nada, sin una pizca de miedo, como si estuviera hablando con un amigo que conozco de toda la vida.

—¿De todo lo que me puedes pedir me pides eso? —Asentí.

—A veces soy bastante idiota, la verdad —sonreí.

—¿Por qué pides eso? —me encogí de hombros.

—Como ya dije puedo llegar a ser idiota —me crucé de brazos.

—¿Ya no me tienes miedo? —Negué con la cabeza, aunque una parte de mí todavía le tenía miedo.

—Solo déjame conocerte —el hombre rio.

—¿Sabes que morirás verdad? —Lo miré a los ojos.

—Al menos me iré a la tumba sabiendo por qué sufre el diablo —el hombre asintió.

—Mañana por la mañana te quiero aquí, a esa hora —me entregó una tarjeta y se fue.

Suspiré mirando la tarjeta y me golpeé mentalmente pensando en todo lo que acababa de pasar, no entendía por qué había actuado de esa manera, por qué había dejado que ese hombre de alguna u otra manera se apoderara de mí.

La tarde pasó tranquila, mi madre llegó y ambas cenamos juntas y lo que más miedo me daba que llegara llegó: la noche. Desde que él se aparece en mis sueños no he podido dormir bien ni una noche. Dos noches pasadas ya no se aparecía, pero si se me quedaba ese mal recuerdo de todas las pesadillas que tuve, siempre era él, siempre.

Cuando me echaba a dormir deseaba que ya llegara la mañana, y por la mañana deseaba que no se acercará la noche, era tanto el terror que me daba que ni siquiera cerraba más de cinco minutos los ojos. Y esperaba que esto no durase mucho.

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Comments

𝐌𝐓 𝐙𝐞𝐫𝐨

𝐌𝐓 𝐙𝐞𝐫𝐨

jajaja si te irás bien tranquila ja ja ja ja ja ja 🤣

2023-05-25

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