Muchos Nombres.

La mañana había llegado, estaba de camino al pub que ese hombre me había dado, estaba todo lleno de gente, nada más entrar tuve qué empujar gente para llegar hasta la barra, una mujer de unos 20 o 24 años me atendió.

—¿Vienes por Lucifer no es así?

Fruncí el ceño y la realidad me pegó de frente.

—¿Así se llama?

La chica sonrió.

—Tiene muchos nombres: Samael, Lucifer, Diablo, Satanás, Belial, Belcebú, Luzbel, aunque ese último lo odia.

Abrí la boca sorprendida y suspiré.

—¿Dónde lo puedo encontrar?

La chica sonrió.

—Subiendo las escaleras, la primera puerta a la derecha.

Su mirada era igual de fría a la de Lucifer.

Tragué saliva y subí las escaleras, encontré la puerta y toqué.

—Pasa —miré hacia atrás intentando hacerme a la idea de lo qué iba a hacer.

Abrí la puerta y allí lo vi, estaba sentado en el sofá, era grande su apartamento, tenía un gran ventanal enfrente, tenía cuatro sillones en forma de "L" a mi izquierda había una barra donde había muchas bebidas alcohólicas.

—Pensé qué no ibas a venir.

Lo miré y suspiré.

—Sigo pensando en qué debería irme.

Él rio.

—No te dejaré marchar. Pasa, siéntate.

Le hice caso y me senté, aunque lejos de él.

—Una parte de mí se quería hacer a la idea de que todo esto de que eres el diablo es mentira, pero esa mujer de la barra me confirmó que no es así.

El hombre rio.

—Es Astoreth, mi mano derecha.

Asentí mirándolo.

—¿Por qué tienes tantos nombres?

Lucifer me miró.

—Al principio solo tenía uno, Lucifer, luego las cosas cambiaron con papi —pronunció "papi" con desprecio —y con ello cambiaron mis nombres, ya sabes la biblia y todas esas mierdas.

Junté mis manos y lo miré.

—¿Qué fue lo qué pasó con él?

Lucifer me miró y se levantó suspirando.

—Para contarte eso necesito muchas copas.

Me levanté y lo seguí hasta la barra.

—Creo que tienes las suficientes.

Él me miró y rio.

—¿Te lo cuento según la biblia o según mi padre?

Lo miré a los ojos.

—Según lo que pasaste tú.

Él me miró.

—Yo solo quería que el amor de mi padre solo fuera para mí, anhelaba más el amor de mi padre que otra cosa, el tenía amor para todos, siempre repartía amor a todos, pero yo muchas veces me sentía solo, quería que mi padre solo me amara a mí, pero él al enterarse de eso me vio como un traidor, como alguien en quien no podía confiar, luego os creó a vosotros los humanos, y su amor creció de sobremanera, os veía como la mejor creación que pudo haber echo, y yo me sentía más solo, entonces quise ser mejor que él, tener su puesto, coger mi corona y mi trono —él suspiró bebiendo de su vaso —entonces me desterró, muchos otros ángeles pensaban como yo y también fueron por el mismo camino —me miró y sonrió de forma malvada.

—¿Te desterró por qué solamente querías que te amara a ti?

Él me miró y asintió.

—Me veía como una traición, no quiere traidores en su reino —miró hacia el techo —bobadas.

Reí y negué.

—¿Y tu madre?

Lucifer me miró.

—En el infierno.

Asentí.

—¿Cómo se llama?

—Aurora —sonrió —. Dios como es de suponer también la desterró del cielo, él solo estaba centrado en la creación de los humanos había dejado a su familia de lado, mi madre se empezó a cansar y el odio creció dentro de ella, tiró plagas, daños, maldiciones e inundaciones sobre la tierra, mi padre enfureció y también la exilió.

Abrí la boca sorprendida.

—Deseo conocer a tu madre —. Dije sin pensar, él rio y siguió bebiendo.

—¿Por qué odias el nombre de Luzbel?

Apretó su mandíbula y sonrió.

—No es que lo odie, sino que no me gusta.

Sonreí.

—Bueno, a mí me gusta —él me miró y sonrió negando -. Creo que tu sonrisa es la más falsa que he visto nunca.

Lucifer rió.

—No soy de sonreír mucho.

Asentí estando de acuerdo con sus palabras.

—Las veces que mi abuela me obligó a leer la biblia decía que tu único objetivo era seducir con mentiras, que eras un buen mentiroso.

Lucifer me miró serio y terminó riéndose.

—Es una de mis muchas cualidades.

Elevé una ceja saltando una pequeña carcajada y siguió bebiendo la última gota de alcohol que quedaba en su baso.

—¿Por qué dices que yo te vendí mi alma?

Lucifer suspiró.

—Tú no, alguien lo hizo por ti, pero soy como los curas, no puedo contar nada. El secreto de confesión y eso.

Lo miré mal.

—¿Y qué se supone que debo hacer?

Él se encogió de hombros.

—Tienes dos opciones, vivir como nunca el año que te queda, o seguir aquí haciéndome preguntas sobre mi vida.

—¿Un año? ¿En serio me das un puto año? He visto muchas películas en las que el diablo da mucho más.

Él echó una carcajada.

—Bueno, son películas, y mi obsesión por ti crece cada minuto.

Mi boca se abrió sorprendida.

—Al menos me puedes decir quién ha sido quien vendió mi alma para matarla, ya que me queda un año, hacer algo productivo.

Él rio.

—Ha sido tu mejor amiga, se enteró de que tú viste como mataba a su madre, me dio tu alma a cambio de revivir a su madre.

Negué riéndome sin ganas.

—Es mentira, eso es mentira —él se encogió de hombros —. Tú mismo dijiste que una de tus cualidades era mentir, eso es mentira.

Me terminó por mirar.

—No sé qué sacaría mintiendo en eso.

—Hacer crecer tu ego, o yo qué sé.

Lucifer rio.

—Créeme que mi ego crece por sí solo sin necesidad de mentir.

Me senté en el sofá y suspiré.

—¿Ahora qué hago? —Dije llevándome las manos a la cabeza.

—Ya te di las dos opciones antes.

Lo miré y estaba sentado en el sofá frente a mí.

—¿Y si me quedo contigo que hago?

Lucifer miró hacia los lados.

—¿La tienes en mente la posibilidad?

Lo miré y negué.

—Tengo madre, no la pienso dejar sola.

Lucifer rio.

—Los humanos siempre dejándose llevar por los sentimientos.

Lo miré mal y me levanté.

—Al menos tengo sentimientos, señor Lucifer —me miró sin decir nada —Buenos días.

Fui hacia la puerta, pero él llegó y me detuvo.

—No te vas hasta que yo te lo diga —su voz profunda me hizo retroceder —. Hace unas noches no te veo por los sueños.

Lo miré sin entender.

—Haces unas noches por tu culpa no duermo.

Lucifer rio.

—Me siento alagado.

Suspiré poniendo los ojos en blanco.

—Me encantaría ser yo quien te pusiera los ojos así.

Abrí la boca para decir algo, pero la cerré.

Mi mirada viajó por todo el apartamento, unos segundos después un hombre con unas alas enormes blancas apareció en medio de la sala, Lucifer me miró y yo a él.

—¿Qué eres?

Fruncí el ceño.

—¿Perdona? —Dije desconcertada mirando a Lucifer y luego al hombre.

—Amenadiel ¿qué se te ofrece?

El hombre lo miró.

Este llevaba una capa blanca, no dejaba ver su ropa, era un hombre con el pelo largo negro, su rostro era algo redondo, sus ojos verdes, su mandíbula bien definida.

—Padre te quiere de vuelta en el infierno —miré a Lucifer, este se estaba sirviendo más whisky en el vaso.

—Dile a papá de mi parte que si quiere que baje al infierno al menos que me lo pida él.

Sonrió de forma malvada haciendo que Amenadiel diera un paso hacia adelante.

—Te quiere ahora.

Lucifer volvió a sonreír.

—Deja que miró en mi agenda —hizo como que sacaba una —sí, tengo un día libre, justamente el día vete a la mierda, del que te jodan del año jamás.

Intenté reprimir una risa, pero fue imposible.

—¿Qué te hace gracia, señorita?

Miré a Amenadiel y negué.

—Nada que a usted le importe, con permiso —me acerqué al gran ventanal y miré las calles de Praga, se veía todo hermoso, aunque había algo que no me cuadraba, las personas, coches y pájaros que pasaban iban desapareciendo poco a poco, me giré hacia Lucifer y Amenadiel, ellos seguían hablando como si nada.

—Mantén alejados a los humanos de ti hermano, siempre acaban mal —dicho eso desapareció dedicándome una mirada.

Lucifer se acercó a mí, yo solo miré las calles y todo volvía a estar como siempre, la gente andando, los coches andando o pitando, los pájaros volando con libertad.

—¿Por qué no desapareciste? ¿Qué eres?

Me miró como queriendo descifrar algo.

—Soy Irena, y no sé de qué hablas.

Él me miró y negó.

—Tienes que acompañarme a un sitio.

Empezó a andar hacia la puerta

—¿A dónde?

No me respondió y siguió andando.

Salimos del pub y nos subimos a su coche, era uno de los antiguos, un impala, era precioso color negro, nos subimos y él empezó a manejar.

—Conozco a una psicóloga, que me ayudará en algo y de paso a ti.

Me apunté con el dedo haciéndome la ofendida.

—No tengo ningún problema como para tener que ir a un psicólogo.

Él rio y siguió manejando.

Llegamos a la psicóloga que nos atendió muy amablemente, era una señora de unos 40 años más o menos, tenía el pelo negro, los ojos marrones, vestía de traje, y tenía en los labios una sonrisa sincera que a decir verdad ya era hora de verla.

—Buenos días, Lucifer, ¿quién es tu acompañante.

Lucifer me miró.

—Es... Mi nueva alma, una larga historia, vengo porque tengo un problema.

Se cruzó de brazos mirando a la psicóloga.

—Me refería a... —La corté.

—Se refería a mi nombre, y soy Irena, encantada.

Sonreí.

—Encantada, yo soy María.

Ambas nos sonreímos y los tres nos sentamos.

María frente a nosotros, Lucifer y yo en un sofá que tenía en la consulta.

—Esta mujer de aquí, no ha desaparecido —María lo miró sin entender —. Cuando Amenadiel aparece todas las personas humanas desaparecen, ella estaba allí con nosotros.

La mujer me miró.

—¿Y estás pensando en..?

Lucifer suspiró.

—En qué Irena ha sido enviada por mi padre, ella no me quiere decir que es, pero sé que algo esconde.

Reí llamando la atención de ambos.

—Me hace gracia que piensen que fui enviada por tu padre cuando tú fuiste el primero en aparecer en mi vida.

Él abrió la boca y me señaló mirando a la mujer.

—Esa es precisamente la manera que tendría mi padre de hablarme.

Fruncí el ceño y me eché hacia atrás mirando al techo.

—No todo tiene que ver con Dios, Lucifer —dije agotada.

—Pero tú tienes algo, las mujeres al verme no se asustan al revés, sienten atracción hacia mí, en cambio, ella ni siquiera duerme, es increíble.

Desvíe la mirada hacia él.

—Dices que es increíble, pero te molesta —continúo hablando María.

—Me aburrí.

Me levanté y salí.

Esperé en el coche a Lucifer hasta que llegó.

—Dime algo que nadie sepa de ti.

Me miró a los ojos, entrecerró los ojos.

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