ONCE:

   Me levanto de la cama y un punzante dolor me atormenta... ¡cierto, la resaca!.

  Me doy una larga ducha y bajo a la cocina en donde me tomo aproximadamente 10 tazas de café.  Me siento fatal, nunca en mi vida volveré a beber de esa manera.

     A mí cabeza vuelven lo recuerdos de la noche y siento un enorme peso en mi espalda que me lleva hasta el suelo, y es ahí cuando las lágrimas comienzan a fluir.

    No sé por qué lo habrá hecho.  Lo si que está muy claro ahora es que no me ama de la manera en la que lo profesaba.

     Después de un rato, vuelvo a mi habitación y me quedo ahí, en silencio, solo pensando en todo lo que ha pasado en tan poco tiempo, en cómo todo cambia y yo sigo igual... estancada en el mismo lugar.

      CHRISTIAM:

   No debí hacerlo, lo sé. Sé que me había jurado que no volvería a acercarme a ella, pero se me hace imposible. 

      Cuando la vi allí, en medio de la pista meciendo sus caderas tan desinhibida, sin importar que y quien estuviese a su alrededor no pude contenerme. Quería tocarla, llevármela a un lugar donde pudiésemos estar solos los dos.  Mis pies comenzaron a moverse inconscientemente hasta su lugar y para cuando me di cuenta ya la tenia abrazada. Puso su cabeza en mi hombro despertandome sentimientos que nunca nadie había provocado; pero fue ahí cuando noté que estaba borracha.

    Seguí moviéndome a su ritmo mientras soportaba la tortura de mis pantalones, quería poseerla, hacerle cualquier tipo de cosas que estoy seguro que jamás ha experimentado... Pero tenia que llegar el capullo del novio.

    - ¿Que crees que haces imbésil ?. - Dice y siento el primer golpe impactando en mi rostro. - ¡Aléjate de ella!..

   No me dio chance de reaccionar.  Uno tras otro sus golpes chocaban con mi rostro dejándome desorientado.  No sentía dolor, estaba furioso.

    Escucho los gritos de ella suplicando que me suelte y de inmediato siento una calidez en el corazón. 

      ¿Estaba preocupada por mi? .

  

    Carl volteó a verla sorprendido por la petición, y yo aproveché su descuido para invertir los papeles. Me subí sobre él y lo golpeé con todas las ganas que había acumulado desde el primer día. Lo golpeé por creerse superior a otros, por golpearme, por ser un idiota, por todo... Lo golpeé por la impotencia que sentía de que fuese el quien la tuviera a ella.

   Lo había visto entrar a una de las habitaciones con Britney y supuse que para compartir apuntes de la clase no fue. No lo golpeaba por acostarse con "mi supuesta novia", eso era lo que menos me importaba, incluso, en otra situación le habría agradecido por quitármela de encima, pero ella...

    La dulce chica que se empeñaba con todas sus fuerzas en ser la novia perfecta. La que incluso había dejado de hablarme solo por no fallarle, esa hermosa  chica que me estaba volviendo loco sin saberlo, la que me hacía cuestionarme si de verdad valía la pena alejarme... esa chica que se había metido en mi vida sin siquiera darse cuenta.

    Lo golpeé  con todas mis fuerzas, y ¡Joder, se sentía tan bien!. No sé en qué momento se invirtieron los papeles y ella me estaba acusando. Lo que le importaba no era yo, era que nadie se hiciera daño. A nuestro alrededor, todos gritaban eufóricos por la pelea, les habíamos dado un tema del cual comentar al día siguiente, pero unos fuertes brazos me separaron de un tirón del ya desmayado señor idiota.

    Me retuerzo para soltarme y veo que es Kevin que ha venido a intervenir. Intento pasar por encima de él,  pero me detiene, me mira con advertencia antes de susurrar.

   - Precioso. Si de verdad te importa Gynna, es mejor que ya lo dejes estar. - lo miro extrañado. ¿Quue le hace pensar que me importa?, ¿Soy tan evidente?. - Ya fue suficiente.

   - Y ¿ a ti qué te importa? . - suelto enojado, luego de eso levantó la mirada y se encuentra con la de ella. Esta aterrada. Es que a decir verdad he sido un animal.  No quiero que me vea así, no quiero que vea lo dañado que estoy y decida que no quiere volver a verme, yo... qq.. quiero gustarle.

   Bajo la mirada avergonzado y salgo de la casa. No se en cuanto tiempo llegué a casa. Solo sé que conduje lo más rápido que pude, y luego de eso bebí hasta quedarme dormido...

   No sé por qué mierda estoy actuando tan extraño.

   El domingo me levanto temprano y dedico toda la mañana a torturarme. Me debato entre dejarla ir o acercarme a ella y entre mi corazón y mi cabeza, ninguno de los dos termina de ceder dejándome intranquilo.

    A eso de las cuatro de la tarde. Mi móvil comienza a sonar, atiendo la llamada rápidamente y para mi desdicha es Marcus.

  -¿ Ya estás listo?. - escucho su arrogante voz al teléfono y pongo los ojos en blanco.

   - ¿Listo para qué?... ¿Me devolverás lo que me pertenece? - suelto para cabrearlo y escucho como resopla.

   - ¡En tus sueños hijo mío! - dice burlón- , la cena... es hoy.

    ¡Mierda, la cena...!

  - En un rato salgo para allá. 

  - ¡Más te vale que no me hagas quedar mal! - sonrío ante su intento de amenaza.

   - Pensándolo bien - digo calmadamente-... sería muy divertido que estos clientes que tanto te importan supieran...

  - ¡No te atreverías! ...

  - Nos vemos al rato... padre.

   

   Dijo algo más pero no llegué a escucharle, pues tranqué la llamada y lancé el móvil a la cama.

   Al cabo de una hora, llegué a la inmensa casa de los Brown, ahora  Patterson. Me quedo parado frente al imponente lugar y mis ojos se humedecen al recordar lo feliz que fui en una época. Mamá preparaba galletas mientras phanie y yo corríamos felices por el jardín. Las vacaciones de verano y navidades... este solía ser mi lugar favorito, soñaba con pasar mi vida acá, ser felices los tres... luego llegó Marcus y todo se fue a la mierda.

   Tomo aire y luego me dirijo a la entrada. No llamo solo para molestarles y entro. Marcos dice una de sus estúpidas advertencias y yo paso a su lado sin siquiera oírle.

Miro mi casa nostálgico, ha cambiado tanto. Ya no tiene ese olor a galletas que la invadía incluso años después de que mamá la dejó, los retratos han cambiado, el calor... ya no se siente como mi hogar. Aunque Silvia la mantiene muy bien, y el lugar parece sacado de una revista, ha perdido ese encanto que hacía de ella un lugar mágico, lo que la hacía especial.

    

     Me falta el aire de repente por tantos recuerdos, hace mucho no regresaba a este lugar, y el simple hecho de estar nuevamente acá es suficiente para sofocarme. Me dirijo al jardín, trstando de alejar de mi mente esos pensamientos, enciendo un cigarrillo y espero. A los veinte minutos de mi llegada, escucho que suena el intercomunicador avisando la llegada de los visitantes.  Respiro profundo y le doy una última calada al quinto cigarrillo que me fumo, y espero a que la farsa comience.

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