CUATRO:

GYNNA:

Me abro paso entre los estudiantes apresuradamente. La ola de emociones que había tenido lugar ayer me había dejado tan agotada que me fue casi imposible pararme de la cama. Me duché lo más rápido que pude y salí de casa con lo primero que encontré en el armario, sin siquiera tener oportunidad de arreglarme un poco, así que esta mañana al entrar al aula, parecía de todo menos una persona decente.

   Las miradas de todos se cruzaron en mi apenas crucé el umbral de la puerta. Camino hacia mi lugar con la mirada fija en el suelo. Puedo escuchar los murmullos de mis compañeros aunque decido ignorarlos y continuar mi marcha. Me siento en silencio y centro mi atención en mi libreta con el fin de no hablar con nadie. Si mi día de ayer fue un desastre,  lo que lleva de este esta resultando una porquería.

   Después de un rato, comienzo a examinar a mi alrededor a ver si mi desaliñado moño, pantalones rasgados y botas aún seguían siendo motivo de murmuraciones. No me siento muy bien. Sinceramente, no me ha caído muy bien el que todos hablen y critiquen mi imagen, no es algo a lo que estoy acostumbrada y tampoco es que tengo mucha experiencia en lo que al rechazo se refiere; solo me siento aquí diariamente a ver y escuchar como todos hablan de lo bien que me veo, o de lo "perfecta" que soy. Es algo extenuante, pero llega un momento en el que te acostumbras a ser el principal motivo de adulación; lo que hace extremadamente difícil poder cambiar alguna vez "el gran concepto que la gente posee de ti"... Al final parece que el insoportable chico de negro tenía razón... La supuesta perfección me ha traído reprimida por demasiado tiempo.

   - Nadie te ha visto. Ya deja de esconderte. ¡Es muy molesto eso que haces!.

    Volteo a ver quién me ha hablado y me encuentro con el "chico de negro" sentado a mi lado. Hago una mueca al verle y el parece captar el gesto, pues se encoge de hombros, dándome a entender lo poco que le importa que me haya molestado su intromisión.  Pongo los ojos en blanco y el sonríe petulante para incomodarme más .

  - ¿Que hago? - pregunté cortante - ... además, ¿Y Sandra?, ¿Que haces en su lugar?

  - Estar ahí... - añadió luego de una larga pausa en la que sus inquietantes ojos me analizaban intensamente- ...tan pendiente de lo que dirán los demás. Esa necesidad de ser aceptada... es muy molesto.

- No se trata de eso. Yo...

  - No estás acostumbrada a que te rechacen. - soltó como si de pronto pudiese leer mis pensamientos. No supe que responder, había dado en el clavo y no tenía ninguna réplica para ello.

  - ¡Olvidalo!. - en sus labios se dibujó una triunfante sonrisa -. No es asunto tuyo. 

  - Como digas. - respondió sin ganas y regresó la vista al frente. Continué anotando en la libreta intentando prestar la menor atención al molesto chico de mi lado.

   No pude volver a concentrarme durante el resto de la clase. Los cuchicheos inaudibles entre Sidney y Christian (creo que así escuché que se llamaba) y su flirteo ocasional, me habían dejado totalmente fuera de mi estado de concentración habitual. Al final de la clase, apenas si pude entender lo que se nos dejaba pendiente para la próxima clase, y salí disparada del salón en cuanto sonó el timbre de salida, con la única finalidad de alejarme de aquellos dos.

    Caminé por los corredores sintiendo más que nunca la ausencia de mi amiga. ¿Como rayos se le ocurre faltar justamente hoy?, me quedo de pie frente a mi casillero y me dispongo a guardar mis cosas, un poco distraída por Carl, quien al final del corredor charlaba enérgicamente con una chica recostado de su casillero. Los libros se me caen al suelo por el descuido y al agacharme a recogerlos mi cabeza choca con la rodilla de alguien que llegó a pararse a mi lado justo en ese momento.

   - ¡Aush!... ¿Podrías mirar por donde caminas? - replico con la mano puesta en el punto de la frente donde era seguro que me saldrá un moretón-.

   - Si estuvieses más pendiente de lo que te rodea, te hubieras fijado de qué llevo rato parado aquí. - levanto la vista para ver al inoportuno acompañante, y los libros se me vuelven a caer al suelo por la sorpresa. Christian me miraba desde su altura con una encantadora sonrisa dibujada en el rostro.

   《 ¿Encantadora?... ¿Que estupideces dices Gyna?》.

   - Lo siento. - intente suavizar un poco la voz. Al fin y al cabo, el incidente había sido culpa mía -. No he debido hablarte con tanta grosería,  es que estoy un poco cansada y de mal humor.

    Me quitó los libros de las manos y los depósito en el casillero, el cual cerró con el candado que yo tenía en mano y luego me miró serio.

   - No pasa nada. - sonríe amablemente, o eso creo. - Yo trato mal a la gente todo el tiempo. Que tengas un mal día no es algo por lo que debas disculparte. 

   - No he dormido casi nada y los preparativos para los exámenes finales me están volviendo loca. - me quejo de repente sin darme cuenta quién es el receptor de mis alaridos.

   Christian me mira con atención y asiente en respuesta. Cuando caigo en la cuenta de que estoy contando mis problemas a un extraño, sacudo la cabeza rápidamente y me disculpo por molestarle. Pero ya es muy tarde. Las comisuras de sus labios se curvan en una leve sonrisa, casi inapreciable y en sus mejillas se dibujan unos pequeños y encantadores hoyuelos, los cuales puedo jurar, no he visto en mi vida algo más encantador. Intento disimular el efecto que ha tenido su sonrisa y me aclaro la garganta, me despido y doy la media vuelta, pero antes de que pueda comenzar a caminar sus grandes manos me detienen.

  - Acompáñame a un lugar. - me giro sorprendida, y mi rostro parece expresar lo que siento pues se muerde el labio inferior y sonríe divertido.  - ¡No te arrepentirás!.

   - Tengo clase. - respondo rápidamente para zafarme del compromiso. El continúa observándome en silencio y yo no sé si podré seguir resistiendo el encanto de esa sonrisa. - Además si mi madre se entera que...

   - No tiene porqué enterarse. - enarcó una ceja retándome. -  ¡Vamos y volvemos antes de que las clases culminen!, No seas cobarde... atrévete a soltar aunque sea una vez.

   Ladeé la cabeza indecisa, no creo que sea correcto que me escape de la escuela con un chico al que apenas acabo de conocer, pero al mismo tiempo, la curiosidad que me inspira es indescriptible y la sensación de libertad que me genera me impulsa hacia ello. Es como una fuente magnética,  que me atrae con todas sus fuerzas hacia lo desconocido y me impulsa a tomar riesgos que realmente me asustan.

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