DOS:

El camino a casa está un poco alejado pero necesito despejar mi mente, así que decido regresar caminando.

En el trayecto, me pongo a pensar en lo rápido que ha pasado todo. Un día estoy en casa, con absoluto control de todo, y al siguiente, el chico de mis sueños me pide que salga con él. Era tan perfecto, tan tierno, atento, amable, que no pude negarme, me dejé llevar y a la semana siguiente ya era la novia del chico más popular de la escuela. Pasé de ser invisible a ser de "la realeza" por así decirlo, y aunque nunca me he sentido muy cómoda estando con ellos, estaba dispuesta a aceptarlo solo por estar cerca de él... No me di cuenta en qué momento se volvió todo en mi contra. Mis padres lo aman, y hasta hace poco eso fue suficiente pero...

   - No deberías andar por estas calles sola. - escuché una voz, seguida del ruido de un motor deteniéndose. 

Mis músculos se tensaron por el miedo y un escalofrío me recorrió por todo el cuerpo, hay estaba yo, en plena noche, varada en una calle sola y oscura con un desconocido que quien sabe que intenciones tenia.

Sé que debí haber continuado mi camino, correr hasta perderle de vista, pero la curiosidad me hizo volverme a ver de quien se trataba. ¡Valla sorpresa la mía al ver al chico de esta mañana!.

    - ¿Eso importa? . No creo que mi día pueda ir peor. - me mira confundido y nuevamente quedo bajo el hechizo producido por esos inquietantes ojos. 

   - ¿Así que esa es la manera en que las niñitas de papi se distraen de un mal día? ... ¡Que aburrido!. - le reproché con la mirada -... Y si. Existen cosas peores que las que te podrían haber pasado hoy.

   Me ofendió la etiqueta de "niñita de papi" y aunque traté de ocultarlo mi ceño fruncido me delató, lo que pareció causarle gracia porque una leve sonrisa se dibujó en sus labios.

   - ¡No estoy de humor para bromitas de mal gusto!... así que adiós.  - iba a retomar mi camino pero me detuvo.

  - Yo podría llevarte. - añadió seriamente. Ahora fui yo la que sonrió.

   - ¿En eso? - añadí señalando su motocicleta. Hizo un gesto de incredulidad y se encogió de hombros. Parecia ofendido, así que añadí rápidamente para aclarar :- ¡Mi madre me mataría si me viera llegar a casa a estas horas y en una motocicleta!.

   Su gesto se suavizó y enarcó una ceja con socarroneria .

   - No me equivoqué... Si eres esa clase de chica.

   El comentario me dejó atónita y por un momento no supe que decir, en cuanto me repuse repliqué:

  - ¿Que es esto?, ¿Un experimento social?, ¿A qué clase de chica te refieres?.

   El chico sonrió divertido y al ver cómo los colores se subían a mi rostro, se quitó el casco y me miró, con la misma sonrisa petulante.

   - Las que le temen a todo. Esas que están tan preocupadas en no defraudar al mundo que viven reprimidas por su propia perfección.

Lo miró perpleja. ¿A qué ha venido eso?, no me conoce, no tiene derecho de decir nada sobre mi... Mucho menos a criticarme. Lo fulminó con la mirada y el pone los ojos en blanco.

   - Estas equivocado. Yo no soy ninguna de esas cosas que has dicho. Solo que... - en este punto ya no sabia que responder. Me aclaré la garganta nerviosa y las manos me sudaban.

   - Tienes miedo de mi. - su gesto se volvió algo oscuro, y la bella sonrisa que había dejado ver minutos atrás desapareció.

   - No te conozco.

   - Te puedo asegurar que no soy ningún depravado o algo parecido. Pero entiendo el escándalo que resultaría para la princesa que la pillen con alguien como yo.

    Sentí la culpa abrazándo mis entrañas. Él por su parte, miraba hacia el frente inexpresivo, aunque pude notar como apretaba los dientes, me apresuré a decir algo, pero no había articulado palabra cuando ya había encendido el motor y desaparecido a toda velocidad.

   Lo pude ver desapareciendo al final de la calle. Tal vez no debí ser tan grosera, pero la forma en la que habló él tampoco había sido la más amable, así que me consolé pensando en ello. Al cabo de una hora ya estaba frente a casa. Mi madre, me esperaba escandalizada por la hora en la que había regresado y sin muchas ganas de comenzar una discusión, me disculpé por la tardanza y subí a mi habitación a prepararme para la prueba. 

    Me di una ducha y me coloqué un vestido verde agua y unos tenis, recogí mi cabello en un moño, y bajé al encuentro del profesor Simons.

   - ¡Más vale que te hayas preparado!- susurró amenazante mi perfeccionista madre.- esta es la única oportunidad que tienes de entrar a esa escuela... ¡ No lo arruines!.

    Sus palabras me infundieron más temor que seguridad y para cuando me senté frente al piano, mis manos temblaban tanto que no estaba segura si podrían entonar alguna nota bien.

He intentado por todos los medios ingresar a esa prestigiosa academia de música, pero todos mis intentos han sido en vano. No importa cuánto dinero tengas, si tu talento no se ajusta a sus estándares... ¡olvídalo!. Este es mi tercer intento, y el último. si no pasó la prueba de hoy, estoy jodida.

Después de saludar al profesor con una reverencia, me senté frente al instrumento y me dispuse a tocar algo que convenciera a todos de que yo merecía esa oportunidad.  Las miradas de mi padre, Simons y mi madre estaban encima de mí, por lo que al comienzo de la canción, desentoné un par de notas. Me detuve. Necesitaba hacer esto, había practicado demasiado para este día, y no podía dejar que una mala tarde definiera el resto de mi vida.

Busqué en mi memoria un momento agradable, o al menos divertido que me hiciese sentir mejor y me fijé una diapositiva mental.  Cerré los ojos y comencé a tocar, mientras en mi mente se reproducían las imágenes infundiendome seguridad. Ahí estábamos, Sandra y yo cantando alocadamente en mi habitación, Kev sonriendo ampliamente en su fiesta de cumpleaños sorpresa, los almuerzos con mis amigos, Carl saliendo victorioso en una competición... y luego apareció él.  Por alguna extraña razón, aquel chico misterioso de hoy se alzaba en mi mente y su intensa mirada me daba seguridad.

Apreté los ojos nerviosa, como si tuviese miedo de que alguien descubriera lo que pensaba y luego de un momento me relajé.  Tuve la misma sensación curiosa y fascinante que había absorbido mi cabeza durante toda la tarde, y una mezcla de tranquilidad, seguridad y miedo se apoderaron de mi. Apreté mis manos al instrumento, y sin pensar en nada más que eso, dominada por un espíritu de libertad, culminó mi concierto.

   Abro los ojos nerviosa y un público perplejo se levanta ante mi. Mi madre,  con lágrimas en los ojos aplaude, mientras que mi padre y Simons que me miran no se si asombrados o atemorizados,  lo siguen estando luego de un momento.

Yo me quedo ahí; Detrás del instrumento sin saber que hacer hasta que el Profesor Simons se acerca a mi.

  - ¿ Y... Qué tal estuvo?. - pregunto inquisitiva y observo como su seria expresión se va transformando hasta convertirse en una afable sonrisa.

   - Fue... ¡Maravilloso!. - abro los ojos por la sorpresa y mi madre se acerca y me toma de la mano. - En todos mis años como instructor jamás había tenido una estudiante tan brillante,  tan versátil, eso de hoy fue... ¡No tengo palabras para expresarlo!.

   - ¿Eso quiere decir que estoy dentro?.

   - Si de mi dependiese por completo no debería caber duda, pero hay que esperar la decisión de toda la junta directiva. - mis hombros se bajaron un poco por la decepción-... Solo muéstrale a la junta algo como lo de hoy y no dudarán en aceptarte.

   - ¡Se lo aseguro!. No los defraudaré. 

   Simons asintió repetidas veces y luego acompañó a papá al estudio y mamá se quedó conmigo en el salón. Cuando estuvimos solas al fin pude preguntar:

   - ¿Que he tocado? - mi madre me miró confundida y luego cogió su móvil de la mesilla para mostrarme.

   Me quedé pasmada al ver lo que me mostraba.  No pronuncié ninguna palabra hasta que se paró la reproducción y volteé a ver a mi madre.

  - ¡Esa no era yo!... ¡Yo no toco tan bien!.

   - Lo haces Gyna, y si continúas así, te espera un futuro brillante.

  - Pero yo...

   Iba a decirle que quizás la música no sea lo único a lo que quisiera dedicarme toda una vida. Pero al ver la ilusión que hacia que sus grandes ojos azules brillarán tan profundamente, desistí de mi idea.

  - ¿Tú qué cielo? - me ahogué cuando intenté hablar y comencé a toser. Ella pasó su mano suavemente acariciando mi espalda, hasta que la tos comenzó a  ceder - ... Decías cielito?

   - Nada. Solo quería preguntarte si Simons se molestaría si regreso ya a mi habitación... Es que no me siento muy bien.

   - ¿Te sientes enferma ? ... si es así puedo llamar al doctor para que...

   - ¡Tranquila mamá ! - la calmé para que no hiciese un escandalo- Solo que ha sido un largo día... estoy un poco cansada. -

   Me miró con ternura y luego de acariciar mi cabello añadió:

   - Ve a descansar. Yo te disculpo con Simons. ¡Sin duda podrá disculpar a su prodigio!.

 

   

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