Capítulo 11 El veneno viene en frasco pequeño

Capítulo 11 El veneno viene en frasco pequeño

Había pasado una semana después del incidente que sucedió en el dichoso almuerzo donde doña Ágata por fin había hablado de lo que pensaba hacer con respecto a su fortuna.

En esos dos días el abogado quién era el encargado principal de encontrar a los sobrinos, no había portado por la mansión y tampoco se había comunicado con doña Ágata.

Se escuchó el timbre de la mansión y salió Rigoberto a ver quién era puesto que doña Ágata no tenía pautado recibir a ninguna visita.

Abrió la puerta y era nada más y nada menos que Don Alejandro, Rigoberto lo saludó pero antes que terminara de entrar le dijo cerca del oído en voz baja:

- Pudo averiguar algo de los sobrinos?

El abogado le respondió en voz muy baja:

- Sí necesito reunirme con uds en la cocina, llamé al doctor Gregorio y también viene para acá con la excusa de hacerle un chequeo de rutina a la vieja, por cierto, dónde está?

- Está en su alcoba ( Dijo Rigoberto señalando hacía la escalera)

- Muy bien entonces vamos a la cocina primero porque necesito decirles lo que averigué.

Rigoberto le hizo señas al abogado de que lo siguiera y cerró la puerta con mucho cuidado sin hacer mucha bulla.

Se dirigieron a la cocina donde estaban Cleotilde y Serafina.

Ya reunidos los cuatro en la cocina, se sintió que tocaron por la puerta de servicio, era el doctor Gregorio que había acordado con el abogado, entrar por la puerta de atrás de la mansión para así evitar ser visto por doña Ágata, ya que querían reunirse primero ellos cinco antes de verla a ella.

Serafina le abrió la puerta, el doctor venía algo sudado, pero siempre venía con su típico pañuelo para secarse la frente.

- Hola buenas tardes a todos, disculpen la tardanza pero es que se me accidentó el auto y tuve que venir en taxi. Y dónde está la vieja? (Al igual que el abogado preguntó por doña Ágata de forma despectiva).

Serafina respondió esta vez:

- Se encuentra arriba es su alcoba. (dijo señalando hacia arriba).

- Muy bien al terminar ésta pequeña reunión, subiré con la excusa de chequearla y así aprovecho a sumar ésta consulta a todas las que me debe. (Dijo el doctor).

Cleotilde había preparado café y unas galletitas, así que comenzó a servirle a todos, mientras degustaban, Don Alejandro interrumpió la pequeña tertulia diciendo:

- Bueno señores, les cuento que doña Ágata mando a contratar a un investigador privado de su total confianza, la vieja no se conformó con que yo me encargara de buscar a sus sobrinitos, al parecer no me tiene la suficiente confianza como yo creía y resulta que dicho investigador dió con el paradero de los cuatro.

Todos pusieron cara de impresión porque no se esperaban semejante noticia.

Serafina enseguida preguntó:

- Y ahora qué vamos a hacer? y dónde están los susodichos?

Cleotilde agregó:

- Ayyy nooo! pensar que si vienen a vivir a esta casa voy a tener que cocinar más.

Rigoberto por su parte dijo:

- Mientras más gente viviendo en ésta casa, más trabajo y menos herencia para nosotros.

El doctor que comenzó a sudar de los nervios, se pasó el pañuelo para secarse el sudor de la frente y expresó:

- Tenemos que pensar algo para librarnos de esos sobrinos pero ya.

El abogado era el que más pensaba con la mente en frío, trataba siempre de buscar la mejor estrategia para encontrar soluciones, así que después de escuchar lo que cada uno dijo, agregó:

- Señores vamos a tener un poco de calma, no podemos presipitarnos de esa forma. Tenemos que actuar con cautela.

Los sobrinos se encuentran viviendo en el mismo pueblo de dónde es doña Ágata, al parecer según me informó el investigador, trabajaban para un hombre con muchísimo dinero que tiene una de las haciendas más grande de Bejuma, pero al igual que nosotros también están detrás de la fortuna de la vieja, al punto que robaron una fuerte suma de dinero de la hacienda de su patrón, el cual iban a usar para emprender un viaje y buscar a doña Ágata, pero corrieron con tan mala suerte, que el patrón los descubrió y los denunció a las autoridades, por lo que en este momento se encuentran los cuatro detenidos y acusados de ladrones.

El doctor Gregorio exclamó:

- Pero y ahora que van a hacer si están presos? Y ya doña Ágata está enterada?

El abogado contestó:

- Sí, doña Ágata sabe que aparecieron porque el investigador se lo comunicó a ella primero y luego ella me llamó a mi para que yo sea el que los saque de la cárcel.

Rigoberto preguntó:

- Y los va a sacar?

- Pues sí, lamentablemente no puedo negarme a hacerlo, pero estuve pensando que tal vez nos convenga tenerlos aquí en la mansión, recuerden que hay un dicho que dice: "a los amigos hay que tenerlos cerca, pero a los enemigos aún más".

Serafina agregó:

- Es verdad, cuando estén aquí tenemos que buscar la forma de deshacernos de cada uno de ellos.

El doctor se volvió a secar el sudor de su frente agregando:

- Yo tengo la forma de acabar con ellos sin levantar sospechas.

Todos miraron al doctor con cara de asombro y preguntaron al unísono:

- Cómo?

- Pues muy fácil, tengo un antídoto que fue inventado por mi abuelo para matar roedores, le pones unas pequeñas gotas en la comida o en alguna bebida y Zas! se quedan paralizados y sin poder respirar. Lo mejor de todo ésto, es que no quedan secuelas del veneno en el organismo, así que al momento de realizar una autopsia, no encontrarían ninguna evidencia. Qué les parece?

Todos se miraron entre sí, realmente era espeluznante la forma tan frívola con la que hablaba el doctor.

El abogado concluyó:

- Me parece excelente tu idea, sin embargo debemos actuar con mucha cautela para que no se levanten sospechas.

Cada unos de los cinco quería apoderarse de la fortuna de Doña Ágata, realmente tenían que cuidarse de ellos mismos ya que por llegar a ser el beneficiado en esa herencia, todos estaban dispuestos a sacar del medio a quien se les cruzara en su camino.

Ese veneno era un grave peligro ya que el doctor era uno de los principales interesados en recibir la herencia, así que había que estar muy atentos ante la posibilidad de que él decidiera acabar con cada uno de ellos y así no compartir la fortuna.

Todos estaban pensando en apoderarse de ese frasquito pequeño, que podía quitar del medio a cualquiera que estorbara los planes de cada uno.

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