ARIEL PARTE SIETE

Sin embargo no se trataban del poder que él sintió en la tierra y que lo atrajo. Decepcionado volteó para abrir la puerta y regresar a la sala pero para su sorpresa solo vió el inmenso bosque detrás. No habian ninguna puerta, hubo desaparecido.

Frunciendo el ceño buscó la salida pero no detectó nada parecido. Entonces se concentró en uno de los poderes que pudo sentir y supo la respuesta. La puerta dimensional solo aparecería, frente aquel que sea capaz de unir ambas fuerzas poderosas, que fueron separadas durante millones de años. Aquel era el  mundo de los dragones que tomaban forma humana para mesclarse con los demás.

Genial. Ahora tendría que enfrentarse a un mundo desconocido con criaturas raras y combatir vaya a saber qué para encontrar dos “poderes” que hasta el momento ignoraba qué eran exactamente o que forma tendrían.

No podría irle mejor.

Sin perder más tiempo se dirigió al sur de ese reino ya que allí estaba el primer poder que él rastreó y que descubrió en el interior de un palacio oscuro enigmático.

Sus poderes le permitían permanecer siempre despierto y en optimas condiciones, además no necesitaba comer ni beber nada.

Aquello era un verdadero alivio debido a las circunstancias que estaba atravesando. Comenzó el viaje con su velocidad sobrenatural que le hacía ver el bosque que lo rodeaba como una mancha multicolor a su alrededor, el viento golpeaba su rostro y cuerpo con su helado manto.

En cuestión de segundos llegó a la orilla de un río. Del otro lado podía ver cómo el bosque continuaba y a lo lejos se alzaba el palacio oscuro.

Pero cruzar el río no resultaría tan sencillo como lo imaginó debido al bloqueo que sintió al llegar allí, esa poderosa fuerza invisible lo golpeó de lleno en el pecho deteniendo repentinamente.

Respiró entrecortado por el dolor que inundó su pecho durante unos instantes, luego miró en redondo el lugar en busca de aquel que se interpuso en su camino.

¿Dónde se escondía? Lo hubo tomado de sorpresa por eso tuvo ese resultado a su favor. La ira invadía su ser oscureciéndolo aun más, su niebla oscura se extendió por varios metros a la redonda hasta localizar al odioso ser que intentaba detenerlo.

Se situaba a su izquierda y la niebla fue envolviéndolo, Ariel vió que era un gigantesco dragón cubierto por la niebla negra. Pero cuando esta fue disipándose hasta desaparecer para mostrarle al rival en cuestión, Ariel vió a un muchacho de no más de veinte años de edad parado frente suyo.

Tenía negros azules cabellos y ojos de idéntico color, su piel de una tonalidad celeste porcelana. Vestía un pantalón negro sin zapatos, y con una capa negra también. Su torso totalmente desnudo se agitaba debido al nerviosismo que sentía por haber sido descubierto.

Ariel levantó una ceja burlistamente al contemplarlo, la sombra del desconocido proyectada por la luna del firmamento era la de un dragón pero su apariencia visible era la de una persona. Se trataba de los dragones con apariencia humana.

— No pasarás extraño  —  la voz del jóven dragón era serena, melodiosa y firme a su vez —Te lo advierto.

— ¿O qué? — lo desafió Ariel sin temor alguno —  ¿Qué harás para impedírmelo chico dragón? — los cabellos del jóven dragón pasaban sus hombros y estaban amarrados por un listón negro

— Te detendré  — diciendo esto alargó sus uñas azules.

Ariel sonriendo aún se lanzó al dragón sin dudar de su victoria un instante pero para su sorpresa su oponente tenía grandes y extrañas habilidades que le resultaban muy utiles en las batallas.

Era un experto en esquivar los ataques y hacer certeros contraataques. Esto enfurecía a Ariel más aún ya que rugia y despotricaba de ira.

—Solo tienes ira en tu interior — dijo el jóven dragón a Ariel  —  Así nunca me vencerás amigo.

Sin decir nada Ariel continuó atacando, de tanto en tanto conseguía golpearlo pero su cuerpo era tan resistente como había escuchado, mientras que los ataques recibidos por el jóven dragón le dolían sobremanera.

— No me rendiré — dijo apretando los dientes con furia — Jamás lo haré ¿oíste?

—Bien — le respondió sonriendo su contrincante  — Porque de esa forma será mucho más divertido.

¿Cómo podía burlársele así? ¿Quién se creía que era ese mocoso insolente? Era evidente que no sabía contra quién estaba enfrentándose, peor para él ya que cuando sepa quién era él sería demasiado tarde.

La oscuridad que envolvía a Ariel y lo mantenía aprisionado se fortalecía cada vez más aún mientras que la luz iba debilitándose con cada instante que pasaba aprisionada en su interior.

Cada vez que sus cuerpos chocaban o sus poderes se destruían entre si ambos podían ver más allá en la mente del otro y comprender ciertas cosas uno del otro.

Así Ariel pudo ver que ese mundo era conocido como el Reino De Los Dragones y que era habitado por los dragones de agua, especie a la que pertenecía su oponente, y por los dragones de fuego, la especie rival.

Desde hacia milenios ambas razas estuvieron enfrentadas y por más que lo intentaron jamás llegaron a un acuerdo. El muchacho con quien él se enfrentaba era el hijo mayor del rey de los dragones de agua, el príncipe que custodiaba el palacio oscuro tal como su padre se lo hubo ordenado y no dejar que ningún indigno entre allí.

Por su parte el príncipe dragón vio en la mente de su rival su densa raza y su triste historia. Una raza legendaria como poderosa y contaminada por la oscuridad, la mayoría yacia en la prisión de los inmortales situada en su planeta de origen.

El había sido contaminado hacia poco y luchaba por conservar la escasa luz que yacía en su interior. Pero lamentablemente estaba perdiendo la batalla. Ariel tenía un inmenso poder que nadie de su planeta podría superar y muy pocos igualar pero él no se encontraba entre esos pocos.

El príncipe comprendió que ese extraño, pese a la intensa oscuridad que lo envolvía, podría ser la clave para la salvación de su mundo y la definitiva unión de las razas dragón. En ese momento dejó de enfrentarlo y se alejó deteniéndose.

Ariel, quien hubo visto cada una de sus intensiones en la mente del príncipe, también se detuvo:

— ¿Qué planeas?  —  dijo desconfiando Ariel — si piensas que vine aquí para ayudarlos en su patética lucha estás muy equivocado.

— Lo se, pero aún así pienso arriesgarme Ariel —  contestó el príncipe dragón  —  Se que ahora solo te consume la oscuridad pero aún así tengo esperanzas para mi gente. Tu nos ayudarás.

— ¿Qué te hace pensar eso?

—Porque deseas salir de este mundo y la única forma de lograrlo es uniendo ambos poderes que son la esencia de este reino. Y eso, para nosotros significará la unidad entre los dragones de agua y los de fuego. La armonía definitiva. ¿Ves? Ambos deseamos lo mismo pero con propósitos diferentes.

—¿Dices que me ayudarás?

—Digo que no necesitas ayuda amigo, eres poderoso. Pero te guiaré mientras estés en este reino ¿trato hecho? — le extendió la mano aguardando pacientemente

— Trato hecho — dijo Ariel pero cuando estrechó la mano sintió un ligero escalosfrío recorrerle el cuerpo, al querer soltarse de la mano del príncipe no pudo lograrlo — ¿Qué me estás haciendo?

—Asegurándome de que no nos traiciones — contestó muy calmado

— ¿Qué?

— Un acuerdo a nosotros te ata y jamás podrás volver a tu mundo hasta haberlo cumplido — continuo diciendo el príncipe dragón — ¿Entendiste?

— Los mataré a todos, eso será lo único que entienda — rugió furioso Ariel

— No podrás — dijo sonriéndole el príncipe dragón — Como verás nuestra piel es muy dura y por más poderoso que seas amigo, el trato te ata a nosotros. Jamás podrás eliminar a ningún dragón sin una razón valedera — luego lo soltó.

Ariel furioso se lanzó al príncipe pero cuando quiso atacarlo su cuerpo se paralizó y por más que forcejeó no consiguió mover un músculo del mismo. Abría grande sus ojos sin dar crédito a lo que estaba ocurriéndole. La sonrisa del príncipe se intensificó más aún.

— ¿Qué me hiciste? ¡No seré tu esclavo! —  rugía enardecido

— Esa nunca fue mi intensión Ariel, te lanzé una maldición temporal  — luego lo miró a los ojos intensamente hasta llegar a la diminuta luz que yacía prisionera de la oscuridad en su propio ser. Escuchó su llamado desesperado “ayúdame” — Haré lo que pueda — dijo con su mente a la luz  sin dejar que la oscuridad escuche ni se interponga

— Pero no conseguiré liberarte, solo fortalecerte para que sigas resistiendo. Lo siento pero no puedo hacer más — “Gracias, con eso bastará”. Respondió el verdadero Ariel

— ¿Una maldición temporal? —  preguntó el Ariel oscuro - ¿Qué demonios es eso? — dijo sin haberse percatado del dialogo que el príncipe dragón y su otro yo sostuvieron

— Un paralizante — dijo — Servirá para que respire tranquilo y no esté  en continua guardia cada vez que te desates con esa locura peculiar que posees.

— ¡Dejame moverme!

— Podrás hacerlo cuando hayas abandonado todo deseo de golpearme o dañarme.

Sin poder dar crédito a lo que escuchaba Ariel intentó romper esa odiosa y molesta parálisis sin éxito alguno, cuando se dio por vencido recién fue capaz de volver a moverse. Su cuerpo volvía a ser suyo. Respiró aliviado.

— Ahora que acabaste de jugar Ariel ¿ estás listo para proseguir la marcha? — la mirada asecina que le lanzó su interlocutor solo sirvió para que él intensificase su sonrisa — Veo que si, lo estás. En ese caso vamos.

— Te sigo — respondió Ariel con los dientes apretados de furia y frustración. El joven cambió de apariencia en cuestión de segundos transformándose en un inmenso dragón azul ante los asombrados ojos de Ariel.

—¿Qué esperas? Súbete a mi espalda Ariel — su voz seguía siendo la misma que tenía en su aspecto humano. Moviendo la cabeza repentinamente divertido Ariel trepó al cuello del príncipe dragón quien comenzó a batir sus alas azules hasta despegar del suelo y elevarse por los aires — Rumbo al palacio oscuro.

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