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Corazón de Sangre Y Seda

Corazón de Sangre Y Seda

Status: En proceso
Genre:Vampiro / Amor a primera vista / Amor eterno / Secretos de la alta sociedad
Popularitas:864
Nilai: 5
nombre de autor: Drusila15

Eleanor Whitmore, una joven de 20 años de la alta sociedad londinense, vive atrapada entre las estrictas expectativas de su familia y la rigidez de los salones aristocráticos. Su vida transcurre entre bailes, eventos sociales y la constante presión de su madre para casarse con un hombre adecuado, como el arrogante y dominante Henry Ashford.

Todo cambia cuando conoce a Alaric Davenport, un joven noble enigmático de 22 años, miembro de la misteriosa familia Davenport, conocida por su riqueza, discreción y antiguos rumores que nadie se atreve a confirmar. Eleanor y Alaric sienten desde el primer instante una atracción intensa y peligrosa: un amor prohibido que desafía no solo las reglas sociales, sino también los secretos que su familia oculta.

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La Mansión Davenport

La silueta de la mansión Davenport emergió entre la bruma como un gigante de piedra. A lo lejos, apenas distinguible bajo la luz mortecina de la luna, parecía un castillo olvidado por los siglos, con torres afiladas y ventanales altos, como ojos que observaban en silencio a todo aquel que osara acercarse. El trote del caballo de Eleanor resonaba contra los árboles, aún nervioso tras la huida precipitada del incendio. Ella, temblando todavía, se aferraba a Alaric con una mezcla de necesidad y desconcierto.

El calor del fuego aún ardía en su memoria, pero aquí, bajo la sombra de aquella mansión oscura, el peligro era de otra naturaleza.

Cuando cruzaron los portones de hierro forjado, un crujido metálico resonó, como un eco que marcaba la frontera entre su vida pasada y lo desconocido que estaba por comenzar.

—Ya casi estamos —dijo Alaric en voz baja, como si temiera perturbar el silencio expectante que reinaba en los terrenos de su hogar.

Eleanor tragó saliva. Su voz había sonado suave, pero cargada de algo que ella no podía descifrar: ¿compasión, deseo, advertencia?

El caballo se detuvo frente a la escalinata principal. Alaric desmontó primero con la elegancia de alguien acostumbrado a imponerse incluso en los gestos más sencillos. Luego, tendió la mano hacia ella. Eleanor dudó un instante, pues todavía sentía el pulso acelerado, pero la firmeza de sus dedos la obligó a confiar.

Los peldaños crujieron bajo sus pasos mientras subían. La puerta de roble se abrió lentamente, revelando un recibidor iluminado por candelabros altos y flamas vacilantes. El interior estaba dominado por un lujo sombrío: alfombras persas, tapices oscuros y un techo abovedado donde colgaban lámparas de hierro. Todo parecía diseñado para impresionar y, al mismo tiempo, intimidar.

Alaric no hizo ceremonia. No había un séquito esperando, ni aplausos ni palabras de bienvenida. Simplemente tomó el candelabro más cercano y guió a Eleanor a través de un pasillo largo y en penumbra.

—Necesitas descansar —dijo él, sin girarse—. Lo que has perdido esta noche es… irreparable. Y lo que has visto, aún más.

Eleanor bajó la mirada. No quería recordar, no todavía. El resplandor del fuego en los ventanales, los gritos sofocados, el olor a humo que parecía adherido a su piel. Se abrazó a sí misma.

—¿Por qué me ayudaste? —preguntó al fin, apenas un susurro.

Él no respondió de inmediato. Se detuvo frente a una puerta de madera tallada, abrió con un gesto y la invitó a entrar.

Era una estancia amplia, con un dosel de terciopelo carmesí sobre la cama, cortinas gruesas que bloqueaban toda luz exterior y un tocador con espejos enmarcados en oro. Un perfume tenue de incienso impregnaba el aire, aunque no había velas encendidas. Era un lugar acogedor, pero cargado de un magnetismo extraño, como si no fuese completamente suyo.

Eleanor dio un paso dentro, con la sensación de que estaba cruzando un umbral invisible.

—A partir de ahora, esta será tu habitación —dijo Alaric, dejando el candelabro sobre una mesita de noche—. Aquí estarás segura.

Eleanor se volvió hacia él. La luz oscilante dibujaba sombras en su rostro, acentuando sus pómulos, la curva de su mandíbula. Había algo en esa expresión que la hacía sentir observada y protegida a la vez.

—¿Segura de qué? —preguntó.

Alaric la sostuvo con la mirada, y durante un instante ella creyó que iba a revelar un secreto. Pero él se limitó a responder:

—De todo lo que existe afuera.

Ella quiso insistir, pero el agotamiento le cayó encima como un peso. Se sentó en la cama, el terciopelo frío bajo sus dedos.

—No debería estar aquí —murmuró.

—Y, sin embargo, lo estás —replicó Alaric. Su tono era enigmático, casi resignado.

Antes de que pudiera decir más, la puerta se abrió suavemente.

Un joven alto apareció en el umbral, con el cabello oscuro revuelto y una sonrisa demasiado confiada. Sus ojos, de un azul metálico, recorrieron a Eleanor de arriba abajo con descaro.

—No recuerdo que mi hermano nos advirtiera de una visita tan… encantadora. —dijo, cruzando el marco sin pedir permiso.

—Victor —advirtió Alaric con frialdad.

Victor ignoró la advertencia. Se inclinó con una reverencia exagerada frente a Eleanor.

—Victor Davenport, a su servicio. Y déjeme decirle que esta casa se ha vuelto infinitamente más interesante con su presencia.

Eleanor enrojeció, incómoda por la intensidad de su mirada. Alaric se colocó un paso más cerca de ella, como si quisiera erigir una muralla invisible.

—Basta por esta noche —dijo Alaric, con voz firme.

Victor levantó las manos en señal de rendición, pero sonrió de nuevo antes de retirarse.

—Duerma bien, señorina.

La puerta se cerró tras él. Eleanor dejó escapar un suspiro.

—¿Siempre es así? —preguntó.

Alaric se giró hacia ella, con un gesto casi de fastidio.

—Victor disfruta jugando. No le preste atención.

Pero Eleanor no podía evitar sentir un escalofrío. Había algo en Victor que le recordaba a un lobo acechando tras una sonrisa.

Cuando Alaric finalmente se despidió, la dejó con un simple:

—Intenta dormir. Estás a salvo aquí.

La puerta se cerró, y Eleanor quedó sola. Se tumbó en la cama, pero el sueño no llegó de inmediato. Las imágenes del incendio volvían una y otra vez. Para escapar de ellas, se levantó y recorrió la habitación. Tocó el marco dorado del espejo, acarició la tela de las cortinas. Nada en ese lugar le pertenecía, y aun así tendría que llamarlo hogar.

Un golpe suave en la puerta la sobresaltó. Antes de que pudiera responder, una mujer entró. Tendría alrededor de su edad, con el cabello negro como la tinta y ojos grises. Su porte era elegante, aunque su sonrisa era apenas un esbozo.

—Perdona la intromisión. Soy Selene, hermana de Alaric. Quise presentarme antes de que te sintieras… demasiado sola.

Eleanor se relajó un poco. Había en Selene una calidez discreta, aunque envuelta en misterio.

—Gracias —respondió—. No sé qué pensar de todo esto.

Selene se acercó y se sentó al borde de la cama.

—Lo comprendo. Esta casa impone. Pero tarde o temprano, descubrirás que puede ser también un refugio.

—¿Un refugio de qué? —preguntó Eleanor, repitiendo sus propias palabras a Alaric.

Selene la miró fijamente, como si meditara la respuesta, pero finalmente dijo:

—De todo lo que te persigue.

Un silencio cargado quedó entre ambas. Selene se levantó con gracia.

—Descansa. Mañana tendrás mucho que asimilar. Menos mal que hay otra mujer en esta casa.

Eleanor apenas alcanzó a despedirse cuando la joven salió, cerrando la puerta tras ella.

A la mañana siguiente, un mayordomo anciano la despertó para invitarla al desayuno. El comedor era tan vasto como una sala de baile, con techos altos y cortinas pesadas que apenas dejaban entrar la luz del día.

Allí estaban Alaric, Selene, Victor y Sebastian.

Selene, serena y elegante, la recibió con una calma que contrastaba con el nerviosismo de Eleanor; Victor, con una sonrisa cargada de picardía, no tardó en lanzar alguna broma insinuante; y Sebastian, el más joven, se mostró encantador y ligero, dispuesto a suavizar la tensión del momento.

La conversación giró en torno a reglas veladas: no salir sola de la mansión, no abrir ciertas puertas, no hacer demasiadas preguntas. Eleanor escuchaba, desconcertada.

—¿Y si lo hago? —preguntó, con una chispa de rebeldía.

Victor sonrió, apoyando el codo en la mesa.

—Entonces descubrirás cosas que quizá preferirías no haber visto.

La mirada severa de Alaric lo obligó a callar. Eleanor bajó los ojos a su plato, pero una extraña mezcla de miedo y curiosidad empezó a crecer en su interior.

Al terminar la comida, Alaric se acercó a ella en el pasillo. Su proximidad era abrumadora, y Eleanor se obligó a mantener la compostura.

—Sé que todo esto es abrumador —dijo Alaric, con voz tranquila, pero firme—. Tómate tu tiempo para acostumbrarte.

Eleanor alzó la vista hacia él, intentando leer su expresión. Había algo en su mirada que parecía exigir respeto, pero sin presionar. Con un leve suspiro, respondió:

—Haré lo que pueda.

Alaric asintió, como aprobando su decisión. —Eso es todo lo que pido por ahora. —Una ligera sonrisa se dibujó en sus labios, apenas perceptible, suficiente para que Eleanor sintiera una extraña mezcla de curiosidad y cautela.

El silencio que siguió no era incómodo; más bien, había algo en él que invitaba a la reflexión. Eleanor apartó la mirada hacia la ventana, contemplando los jardines de la mansión, sintiendo cómo su mundo, aunque desconocido, empezaba a abrirse frente a ella.

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Paola Uchiha 🩸🔥✨
No sé cómo voy a aguantar el suspense, ya quiero leer la siguiente parte. 😭
muhammad iqbal
Tu historia es increíble, estoy obsesionada. 😍 Por favor publica más rápido, ¡necesito saber lo que sucede después! 🤞
Uryū Ishida
Hola, necesito la continuación
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