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Doce Años En La Sombra

Doce Años En La Sombra

Status: En proceso
Genre:Amor prohibido / Atracción entre enemigos / Traiciones y engaños / Venderse para pagar una deuda / Amor-odio
Popularitas:7.1k
Nilai: 5
nombre de autor: Crisbella

Doce años pagué por un crimen que no cometí. Los verdaderos culpables: la familia más poderosa e influyente de todo el país.
Tras la muerte de mi madre, juré que no dejaría en pie ni un solo eslabón de esa cadena. Juré extinguir a la familia Montenegro.
Pero el destino me tenía reservada una traición aún más despiadada. Olviden a Mauricio Hernández. Ahora soy Alexander D'Angelo, y esta es mi historia.

NovelToon tiene autorización de Crisbella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Una promesa

Punto de vista de Sofía

El trayecto de regreso al penthouse fue un tormento. El aire dentro del coche se sentía pesado, saturado por el rastro del beso y la confesión a medias de Alexander. Mi corazón no había dejado de latir desbocado desde que sus labios se separaron de los míos.

Me había besado el hombre que destruyó a mi familia. El hombre cuyo dolor era tan grande que había consumido su identidad, transformándolo en un magnate despiadado.

Entramos al penthouse. Alexander no encendió las luces; la ciudad iluminaba la sala, creando sombras largas y distorsionadas. Se quitó el saco y lo tiró sin cuidado sobre un sillón.

—Vete a dormir, Sofía —dijo, su voz era áspera, desprovista de la suavidad que había usado en la plaza. Estaba construyendo el muro de hielo de nuevo.

—No voy a dormir —respondí, enfrentándolo. Ya no podía fingir ignorancia—. ¿Por qué me besaste, Mauricio?

Alexander se paralizó. La mención de su nombre real en ese tono, en la penumbra de su hogar, fue un golpe que no esperaba. Lentamente, se volteó. Su rostro, antes lleno de arrepentimiento, se había endurecido hasta ser irreconocible.

—¿Qué dijiste?

—Dije Mauricio —repetí, mi voz temblaba ligeramente, pero mantenía la firmeza—. La prensa te conoce como Alexander D’Angelo. La corporación te conoce como Alexander D’Angelo. Pero yo sé que tu nombre real es Mauricio Hernández, el convicto al que mi padre encarceló por fraude.

Me acerqué a la mesa y tomé el anillo de su madre, que había dejado allí.

—Sé que este anillo perteneció a tu madre, Carmen. Sé que crees que ella murió por culpa de los Montenegro. Y sé que me has besado, no como Alexander, el magnate, sino como Mauricio, el hombre que quiere venganza.

Alexander se movió. No caminó; pareció deslizarse, cubriendo la distancia entre nosotros en un par de segundos. Me tomó el rostro entre sus manos, sus ojos buscando desesperadamente cualquier señal de burla, pero solo encontraron la verdad.

—¿Cómo lo sabes? —Su voz era un gruñido bajo.

—Elías y tu venganza son obvias si sabes dónde mirar. Y esa vulnerabilidad de esta noche, ese momento en la plaza... no fue parte del guion, ¿verdad?

—¡Claro que lo fue! —espetó, soltándome. Caminó hasta la ventana, dando la espalda a la luz—. Fue una manipulación. Un error de cálculo. Quería que mi fachada fuera perfecta, incluso en mi arrepentimiento.

—Mientes. No puedes mirar el rostro de una persona y mentir sobre algo que te costó doce años de tu vida.

Me acerqué a él, decidida a forzar su honestidad.

—¿Qué harás ahora? ¿Me matarás porque sé la verdad?

Se dio la vuelta, con una furia impotente.

—No. Ahora que lo sabes, el juego cambia. Si me delatas, tu padre irá a la cárcel por el fraude que cometió, y la niña en el hospital pagará la cirugía con la disolución de tu fundación. Yo no miento sobre mis amenazas.

—Y yo no miento sobre lo que vi —respondí—. Me besaste, Mauricio. Y ese beso no fue venganza. Fue deseo. Y fue arrepentimiento. Estás enamorado de la hija del hombre que odias. Y eso, querido, es la única cosa que me vas a dar.

Su rostro se contorsionó de dolor y rabia. Él era un hombre atrapado entre el odio y un sentimiento prohibido.

—No te atrevas a usar eso contra mí, Sofía. Te advierto...

—No tienes que advertirme, Mauricio. Ahora, tú y yo tenemos el mismo secreto. Pero la diferencia es que yo estoy dispuesta a arriesgarlo todo.

Dejé el anillo de Carmen sobre la mesa, un testimonio mudo de su trágica historia, y caminé hacia mi habitación, dejando a Alexander D'Angelo —o Mauricio Hernández— solo, vencido por su propia pasión.

Punto de vista de Alexander

Sofía había deducido todo mi secreto. Ella era realmente sorprendente, y ahora que sé que la amo, debo probarle que digo la verdad. Fui hasta la habitación de huéspedes. Desde hace unos días ella dormía ahí. La encontré mirando por la ventana. A través del reflejo del vidrio, noté sus ojos humedecidos, mismos que limpió apenas sintió mi presencia.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, girándose a verme.

—Voy a demostrarte que digo la verdad. Te demostraré que tu familia me tendió una trampa enviándome a la cárcel para tapar su corrupción —dije con determinación.

—¿Cómo piensas demostrar algo que es mentira? Entraste a mi vida con engaños, me obligaste a vivir bajo tu mismo techo, me has amenazado con destruir lo que más quiero y ahora me dices que mi familia te inculpó... Ya no puedo creer en ti. Me has decepcionado de todas las maneras posibles.

Quería hacerse la víctima y hacer lo que hace su familia: culparme a mí por sus mentiras, pero esta vez no lo permitiría.

—Tú fuiste quien me engañó, ¿o acaso se te olvida que me diste alas cuando estabas comprometida con el imbécil de Felipe?

Ella sonrió con ironía ante mis palabras.

—Eres un idiota, no tienes idea de lo que hablas. En primer lugar, nunca te engañé, ese compromiso fue inventado por mi padre, quien soñaba con la fusión de ambas familias.

Sofía hizo silencio mientras trataba de controlar sus lágrimas.

—Tú no eres tan diferente a mi padre. Él quería utilizarme para ganar poder y tú me utilizas para una venganza de la cual no soy culpable.

Sus palabras me golpearon como un balde de agua fría. Ella tenía razón: me convertí en el mismo monstruo que destruyó mi vida y, por culpa de mi venganza, estaba perdiendo a la mujer que amaba. Ella también sufrió bajo el yugo de su padre y ahora yo le estaba haciendo daño.

—Siento lo que tu padre intentó hacer, pero eso no cambia nada. Seguiré adelante con mi plan de destrucción y te demostraré que tanto tu padre como tu hermano me hicieron mucho daño.

—Ya no me interesa, solo quiero que cuando todo esto termine me des mi libertad.

—Está bien, Sofía. Una vez que todo termine serás libre y la fundación se mantendrá en pie.

Es el acto de amor más grande que puedo hacer por ella. Me gustaría dejarla libre inmediatamente, pero sé que si lo hago, su padre la casaría con Felipe y así destruiría su vida y obtendría el poder que tanto desea. Por eso, ella estará bajo mi techo y yo la cuidaré.

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Yanet Cristina Vilugron Salazar
Felicidades excelente novela , bendiciones
Yanet Cristina Vilugron Salazar
👏👏👏👏👏
Yanet Cristina Vilugron Salazar
falta ese cabron de Felipe
Yanet Cristina Vilugron Salazar
vamos vamos chico
Yanet Cristina Vilugron Salazar
ya está todo listo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Viejo maldito,que se pudra en la cárcel
Yanet Cristina Vilugron Salazar
malditos desgraciados, corruptos
Yanet Cristina Vilugron Salazar
ahora a esperar el desenlace
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Muy buena historia, felicidades autora
Yanet Cristina Vilugron Salazar
malditos desgraciados y ese padre tan horrible
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ese viejo y el Felipe son de lo peor el hijo lo que es un pelele ojalá abra los ojos
chica°mangaromantico
Jejejeje, tú tienes el poder.... por ahora
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ignacio parece que quiere a su hermana pero es un pusilánime que se deja manejar por su padre, ojalá haga lo correcto
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Mónica se merece un bono por ser tan eficiente 🥰
Yanet Cristina Vilugron Salazar
que pase luego el tiempo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
OMG 😱😱😱, ojalá ese viejo desgraciado pague por todo
ESTER CRISTINA GOMEZ RIVILLAS
Ojalá todo se salga mal nacido
Yanet Cristina Vilugron Salazar
se enamoraron 🥰🥰🥰
Yanet Cristina Vilugron Salazar
maldito viejo, bastardo
Yanet Cristina Vilugron Salazar
Bien Sofía
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