Valeria pensaba que la universidad sería simple, estudiar, hacer nuevos amigos y empezar de cero. Pero el primer día en la residencia estudiantil lo cambia todo.
Entre exámenes, fiestas y noches sin dormir, aparece Gael, misterioso, intenso, con esa forma de mirarla que desarma hasta a la chica más segura. Y también está Iker, encantador, divertido, capaz de hacerla reír incluso en sus peores días.
Dos chicos, dos caminos opuestos y un corazón que late demasiado fuerte.
Valeria tendrá que aprender que crecer también significa arriesgarse, equivocarse y elegir, incluso cuando la elección duela.
La universidad prometía ser el comienzo de todo.
No imaginaba que también sería el inicio del amor, los secretos y las decisiones que pueden cambiarlo todo.
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10. Un paraguas para dos
Valeria salió de la biblioteca con tres carpetas bajo el brazo, antes de que cayera la primera gota. La lluvia empezó sin estar preparada.
En cuestión de minutos, el campus se convirtió en una coreografía de mochilas corriendo y risas bajo los techos.
Valeria se refugió bajo una marquesina, resignada, observando cómo sus apuntes se doblaban de la humedad.
- “¿Necesitas refuerzo jurídico o meteorológico?”, dijo una voz a su lado.
Al girar, lo vio, era Iker, con un paraguas enorme, el tipo de sonrisa que podría convencer a cualquiera de que la lluvia era parte del plan.
- “Depende del tipo de cláusula”, respondió Valeria. “Si cubre dignidad bajo tormenta, acepto”.
- “Perfecto, porque mi paraguas incluye defensa personal y sentido del humor”, comentó Iker.
Él se acercó y, sin preguntar más, abrió espacio para ella bajo el paraguas.
El sonido de la lluvia se volvió más suave, casi agradable.
- “Nunca te había visto por aquí a esta hora”, dijo Iker mientras caminaban hacia la salida del campus.
“Normalmente estudio en la residencia, pero hoy tuve que huir de los rumores”, respondió ella, con media sonrisa.
- “¿Rumores?”, preguntó él, con curiosidad genuina.
“Digamos que la gente cree que soy parte de una telenovela legal con Gael Sotelo como protagonista”, respondió Valeria.
- “¿El tipo que siempre parece estar en una competencia de quién parpadea menos?”, bromeó Iker, “me desaparezco unos días y esto se convierte en una telenovela”
Valeria rió.
- “Ese mismo”, dijo Valeria.
- “Entonces entiendo el drama”, respondió él. “Pero si te sirve de consuelo, yo no leo el grupo de Derecho desde que alguien me confundió con un asistente administrativo”.
- “¿De verdad?”, preguntó Valeria.
- “Sí, aunque técnicamente lo era. Trabajé medio año en recepción mientras esperaba vacante”, respondió Iker.
- “Eso explica por qué siempre sabes dónde están las cosas”, comentó Valeria.
- “Y por qué nunca me pierdo los buenos chismes de los profesores”, añadió Iker con tono travieso.
Caminaron bajo el paraguas hasta la cafetería del campus. Se podía percibir el olor a tierra mojada en el ambiente, mientras que la lluvia seguía golpeando los cristales con insistencia.
- “¿Quieres algo?”, preguntó Iker, señalando la barra.
- “Un café con azúcar. Mucha”, respondió Valeria, soltando por fin las carpetas sobre la mesa.
- “Perfecto. Yo me encargo”, dijo Iker.
Mientras él se alejaba, Valeria lo observó un instante, su forma relajada de hablar con la barista, el gesto amable con el que entregaba las monedas.
Era un contraste absoluto con la tensión constante que sentía con Gael. Con Iker, todo parecía tan fácil.
- “Aquí tienes”, dijo él al volver, dejando una taza frente a ella. “Café con contrato de felicidad momentánea”.
- “¿Y las cláusulas?”, cuestionó ella.
“No hay letra pequeña. Solo la posibilidad de una segunda taza si me caes bien”, respondió Iker.
- “¿Y si te caigo mal?”, preguntó ella, divertida.
- “Entonces me quedaré a convencerte de que no”, dijo Iker.
Valeria rió por primera vez en todo el día, sin sarcasmos, sin máscaras. Hablaban de cualquier cosa, sobre películas, series, exámenes, profesores. Iker tenía la capacidad de escuchar sin interrumpir, y de hacer reír sin esfuerzo. Y entre una broma y otra, el tiempo pasó sin que ninguno lo notara.
Cuando la lluvia se detuvo, él cerró el paraguas y la acompañó hasta la residencia, era una distancia algo larga para ir caminando, pero parecía perfecto para conversar de todo y a la vez de nada.
- “¿Sabes?”, dijo Iker mientras estaban por llegar. “A veces, lo mejor que te puede pasar en la universidad no es una nota alta, sino encontrarte a alguien justo antes del diluvio”.
- “¿Y tú siempre dices cosas así o solo cuando rescatas estudiantes empapadas?”, cuestionó Valeria.
- “Solo cuando valen la pena”, respondió, mirándola a los ojos.
Valeria ingresó y, antes de que la puerta se cerrara, Iker levantó el paraguas y sonrió.
- “Nos vemos, Torres. Y esta vez sin tormenta”, dijo Iker con una sonrisa.
Ella lo saludó con la mano, sin poder evitar sonreír.
Mientras se adentraba, Valeria abrió su celular y vio que Gael había vuelto a escribirle: “¿Sigues viva después del caos de hoy?”
Ella miró el mensaje y lo dejó sin responder. Después de muchos días, no tenía prisa por pensar en Gael Sotelo.
Esa noche, en la residencia estudiantil, Lucía resumió todo con su habitual sabiduría.
- “Un rumor te persigue, otro te rescata bajo la lluvia”, comentó Lucía.
- “Y los dos me van a volver loca”, dijo Valeria.
- “Entonces relájate, porque la locura te está quedando preciosa”, bromeó Lucía.
Valeria rió. Pero cuando apagó la luz de su habitación, y su compañera de cuarto, Jimena solo dormía plácidamente, pensó en una sonrisa distinta, una que no venía acompañada de ironía, sino de calma.