Mi madre tenía una extraña obsesión: la vida después de la muerte. Y yo, que la amaba con locura, vivía aterrorizada por sus historias. Su amor incondicional por mí y por mi padre era nuestro universo, un refugio perfecto donde todo giraba en torno a la familia.
Mi padre, un hombre que se desvivía por nosotros, era la definición de lo que era una familia normal, hasta que ella hablaba. Hasta que llegaban esos días en los que, sin aviso, rompía la normalidad con sus historias sobre reencarnación y un destino que, según ella, ya estaba escrito. En esos momentos, nuestra vida perfecta se sentía como una frágil mentira, a punto de romperse.
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Capitulo X Algo despertó
Punto de vista de Aria
Hasta hoy, el mundo era un cuadro incompleto. El sol, un personaje principal en el lienzo del día, había sido para mí un único color: un blanco brillante que lo opacaba todo. Los árboles, manchas difuminadas; los rostros, figuras borrosas.
Pero hoy, algo cambió. Un cosquilleo recorrió mis ojos, un ajuste que no podía ignorar. Y de repente, el sol no era solo luz; era una explosión de tonos dorados y anaranjados que se mezclaban con el azul de un cielo que nunca antes había visto tan profundo.
Las hojas de los árboles no eran una mancha verde, sino una sinfonía de verdes vibrantes y matices marrones. El rostro de mi madre no era un contorno borroso, sino una constelación de pecas y el rosa cálido de sus mejillas.
El mundo, hasta ahora una canción monocromática, había encontrado su orquesta. Y yo, Aria, estaba lista para escucharla.
Mis padres insistieron en no que saliera a la calle y fuera a la escuela, pero no los escuché. Tomé mis cosas y salí para descubrir el maravilloso mundo que me esperaba afuera.
El sonido del motor de un carro llamó mi atención. El auto se detuvo a mi lado y de él salió un muchacho de rostro angelical y facciones impresionantes. Lo reconocí de inmediato, pues sus ojos me habían enamorado desde hacía mucho tiempo.
—¿Te llevo a la escuela? —preguntó Ethan mirándome fijamente—. Te ves distinta hoy —comentó, y una sonrisa cautivadora se asomó en su rostro.
—Sí, dejé los anteojos —mentí—. Empecé a usar lentes de contacto. Nadie me creería si dijera que recuperé la visión de la noche a la mañana.
—Te ves hermosa —dijo de manera casual—. Vámonos, no podemos llegar tarde.
—¿Y este auto? ¿Dónde está tu moto? —pregunté mientras caminábamos al coche.
—Prometí conseguir un vehículo de cuatro ruedas para llevarte a la escuela. ¡Y aquí lo tienes! —respondió mientras me abría la puerta.
Estaba viviendo el mejor día de mi vida, se sentía tan irreal.
—Gracias —dije tímidamente.
—Eres mi amiga. Si no puedo ser un buen amigo, entonces no merezco estar a tu lado.
Sus palabras resonaron en mi oído: soy solo su amiga. Pero por algo teníamos que empezar.
El ruido del motor en marcha me hizo regresar a la realidad. El mundo me llamaba y, ahora que podía verlo y oírlo, no me quería perder nada. En el camino a la escuela, me dediqué a mirar por la ventana.
Las montañas rodeaban el pueblo de una manera tan sublime que me sentí pequeña ante la majestuosidad del lugar.
El viento acariciaba mi rostro como un toque suave. Las nubes se movían con sutileza, los árboles danzaban al ritmo del viento y, en la cima de las montañas, la nieve las decoraba, revelando su antigüedad. Era un espectáculo que mis ojos veían sin deformaciones, un regalo.
—Estás muy callada hoy —comentó Ethan, llamando mi atención.
—Solo quiero disfrutar del paisaje para relajarme —respondí sintiendo cómo un nudo se empezaba a formar en mi estómago.
—Todo saldrá bien, no te preocupes —su voz estaba cargada de optimismo.
—Si lo logro, es gracias a ti.
—No te menosprecies, eres muy inteligente. Confía un poco más en tus habilidades.
Ethan mantuvo la mirada en el camino, pero sus palabras sonaban sinceras.
Llegamos a la escuela. Nuestros compañeros nos miraban, más bien, me miraban a mí. Me sentía extraña en medio de todas estas personas. En el pasado no me importaban, pues no los podía ver con claridad, pero ahora podía notar sus caras de idiotas.
—Veo que tus gustos han cambiado.
Reconocí la voz de uno de los amigos de Ethan.
—Deja de molestar y búscate una vida —respondió Ethan divertido.
—Esta noche tenemos reventón. ¿Nos vas a acompañar? —preguntó Javier, mirándome de arriba abajo.
—No lo creo, estoy ocupado.
Ethan tomó mi mano, empujándome a continuar nuestro camino. Teníamos una cita con el profesor de matemáticas y no podíamos llegar tarde.
—No le hagas caso a mis amigos, ellos solo buscan molestar —su voz sonaba fría, con un tono amenazador, ya que se había dado cuenta de la manera tan despectiva en la que me miraba su amigo.
—Estoy acostumbrada a que me miren así. No es algo nuevo para mí —dije, encogiéndome de hombros.
—Pues me parece muy mal que te acostumbres a eso. Eres alguien muy especial, y los demás deben aprender a respetarte.
Sentí calidez en mi corazón al escuchar a Ethan decir que soy especial.
Llegamos a la oficina del profesor quien nos esperaba con cara de pocos amigos y además con él se encontraba el rector de la escuela. Esto parecía más una cacería de brujas que un examen.
—Buenos días, señores. —Saludo Ethan despreocupado.
—Buenos días, jóvenes. Tomen asiento por favor. — Dijo el rector señalando las sillas frente a nosotros. —Estoy enterado de la situación, lamento mucho llegar a estas instancias, pero como saben no aceptamos este tipo de conductas en nuestra escuela. —Hizo una pausa para mirarme. — Señorita Estrada. aún está a tiempo de decir la verdad y quedar liberada de este asunto.
Ese hombre quería que culpara Ethan de algo que él no había hecho. Me sentí asqueada de su propuesta, pero yo no era una traidora y no les daría la razón.
—Nosotros no hicimos trampa, si estamos aquí es demostrar nuestra inocencia y una vez que lo hagamos espero sus disculpas públicas. —Tome asiento con la mirada apuesta en el rector, era una seña. De advertencia, pues él sabía quienes eran mis padres y que esto no se quedaría así.
—Entonces profesor entregue las pruebas y esperemos los resultados. — Dijo el rector.
La evaluación fue puesta en mis manos, no se si eran los nervios, pero no recordaba nada de lo que me había explicado Ethan el dia anterior, mis manos empezaron a sudar me sentí perdida. Levanté la mirada y puder a Ethan respondiendo con facilidad el examen, en ese momento desee poder leer su mente. Cerré los ojos lista para decir la verdad, cuando de repente pude ver lo que Ethan estaba escribiendo en su hoja, eran los mismos problemas que yo tenía en la mía, entendí lo que había que hacer. Fue algo extraño, estaba asustada; sin embargo, mis manos no dejaban de escribir. No tenía idea de lo que me estaba pasando. Algo había despertado en mí.