Mia está en un gran problema.
Luego de la muerte de su madre, un extraño hombre que dice ser su padre aparece en la vida de Mia, poniendo de cabeza su mundo entero. El mundo que pensó que era un mito se convierte en su realidad. No solo existen los hombres lobos, sino que ella también lo era, precisamente un beta. Confundida con los acontecimientos, Mia hace lo que mejor sabe hacer: adaptarse.
Sin embargo, ella no esperaba que su burbujeante personalidad la metiera en más de un aprieto cuando descubre que es la compañera destinada de uno de los príncipes alfas de sangre pura.
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No me hables con familiaridad
La sonrisa que había colocado en mi rostro desapareció por completo en cuanto escuché sus palabras. Por lo visto, él no parecía para nada amigable. Es una lástima porque en cuanto mis ojos miraron los suyos, aunque esto puede sonar algo trillado, sentí una extraña conexión como si lo conociera desde toda la vida, lo que era extraño, porque un rostro como el suyo es imposible de olvidar.
Nunca me había sentido así por nadie.
— No me escuchaste, muévete.
Pero toda la magia desapareció en cuanto abrió su linda boquita.
Él parecía impaciente y molesto.
¡Wow! ¿Qué diablos pasaba con este muchacho? ¿Acaso no le enseñaron algo de modales? Un “por favor” me hubiese bastado o un simple “permiso”. Pero su “muévete" sonó tan dominante como si la opinión de los demás ni siquiera le importará.
— No veo tu nombre aquí — le dije con una sonrisa porque como dice mi nana, el mundo es hermoso si lo ves detrás de una sonrisa. Ya que puedes encontrar belleza incluso en los peores lugares o en los peores momentos.
Ante mí descarada respuesta, el joven delante de mis ojos me miró con confusión como si no esperara que le respondiera sino que lo obedeciera. Pero soy Mia, y la obediencia no es una virtud que posea. Y de eso está más que al tanto mi adorada nana. Pero, incluso si quisiera moverme de asiento, no podia hacerlo ya que todos estaban ocupados. No es como si fuera a recibir las clases de pie. Sentido común, bebé.
Pronto la clase entera se sumó en un profundo silencio en el que hasta el sonido de una aguja se podía escuchar. Pude sentir que la presión en el aire se volvió más pesada como si la gravedad hubiese aumentado. Ante este cambio de ambiente me di cuenta de que no me podía seguir comportando como siempre lo he hecho.
Dado que siempre he hecho lo que quiero y no he tenido que medir mi comportamiento olvide por completo que ahora el mundo en el que habitó se rige por la ley del más fuerte. Y el joven de mirada afilada y actitud de mierda era fuerte, vaya que lo que era. Había sido arrojada a este nuevo mundo en dónde yo estaba en la escala más baja socialmente. Por lo que si cometía un error nadie me iba a defender. Y si me pasaba algo malo no podía ir corriendo a los brazos de mi nana en busca de consuelo.
Estaba sola.
Por lo que sonreí de nuevo mientras retiraba una silla y le cedía el asiento de la ventana. Ya que el pupitre era compartido y sentí que había pisado una mina terrestre decidí retroceder y mostrar mi bandera blanca en señal de paz.
— Lo siento, sufro de bipolaridad. Puedes sentarte. Soy Mia y seré tu compañera de asiento — le dije con una sonrisa — Por favor, cuida de mí. Seamos amigos.
— ¿Acaso eres tonta? — preguntó.
Bueno, sabía que quería sentarse solo así que solo estaba haciéndome la tonta, por lo que lo miré con ojos lastimeros.
— ¿Por qué lo dices?
— Tú...
El chico no supo qué decir ante mi cambio de actitud. Su mirada era vacilante, me observaba como si fuéramos de diferentes especies. Quizás estaba pensando que era una lunática, bueno, no me importaba. Lo único que quería era sobrevivir en este lugar hasta que pueda marcharme. Y para eso, era mejor evitar problemas cuando aún ni siquiera estaba segura de lo que estaba pasando con mi vida. Pero por lo visto los problemas me buscaban a mí. Mientras escuchaba los murmullos a mi alrededor me di cuenta de que yo no necesitaba enemigos, yo era mi mayor enemiga.
Al escuchar los comentarios a mi alrededor me di cuenta del grave error que cometí al decir está tontería del duque siendo mi sugar daddy. Por favor alguien traiga papel higiénico para ahorcarme y así evitar este suicidio social.
— ¡Ella está loca!
— Ser la amante del duque parece que le ha dado valentía para hablarle así a Su alteza Asther. ¿Acaso quiere morir?
— El príncipe Asther no dejará pasar esta afrenta.
— Las fanáticas del príncipe Asther no la dejarán en paz.
— Insisto que el duque es demasiado, no encuentro ningún punto lindo en esta beta.
— Bueno, ella tiene una linda sonrisa. Sus dientes se asemejan a las perlas. Y sus ojos lucen tan verdes como la piel de una rana.
Gracias por el halago. Supongo que era un halago, ¿cierto? Sin embargo, ¿qué es eso de beta? Me llamo Mia. Mia. Mi mamá no me tuvo en su vientre, aunque no me quisiera, y me puso un nombre, aunque tampoco me gustaba, para que me llamen por un término tan despectivo.
Además, todo esto de hombres lobos, reyes, príncipes, alfas, betas o lo que sea, me sonaba muy fantasioso, por lo que no podía seguir con el hilo de la situación.
Lo que sea.
Me concentré en el chico llamado Asther, en sus ojos helados y en sus labios rojizos. ¿Acaso está usando algún labial? ¿Por qué sus labios se ven mejores que los míos? ¿Debería pedirle que me diga que marca usa? Concéntrate, Mia. Me regañé internamente ante la dirección extraña en la que estaban yendo mis pensamientos.
— ¿No piensas sentarte? ¿O no te gusta estar cerca de la ventana? Si gustas puedo cambiarlo — mencioné al ver que Asther no decía nada. — ¡Su Alteza! — añadí con confusión, ya que, todo el mundo lo llamaba "Su Alteza" o "Príncipe Asther"
— No me hables con familiaridad. El duque debe estar loco para mandarte directamente a la academia sin siquiera enseñarte etiqueta o sentido común — tras decir aquello se sentó y me ignoró.
¡Me ignoró!
¡Wow! ¿Acaso no sabe lo que es la amabilidad? ¡Qué bastardo! Además, tampoco quería ser su amiga. Además estaba siendo tan arrogante y malo.
¿Y como era eso de que todo el mundo sabía de mí mientras yo no sabía nada de ellos? Esto era tan injusto. Se que siempre quise ser popular pero este no era el tipo de popularidad que anhelaba.
Justo cuando iba a preguntarle algo, el profesor a cargo de la clase entró por lo que no tuve más remedio que cerrar mi boca.