¿Hasta dónde estás dispuesto a olvidar por amor? ¿Mentiras, traiciones, o quizás... muertes?
Realmente, ¿es posible vivir con una venda en los ojos?
Bienvenido a un mundo donde los héroes no son tan valorados como se parece.
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Capítulo 18: Investigar desde las sombras
«Soy una persona preparada»
...
«Si conseguí infiltrarme en la SSMH, puedo hacer lo que sea»
...
«Tengo que poder con lo que sea...»
...
Las afirmaciones son lo único que consigue convencerme en momentos como este, miro el reloj, sus manecillas a penas marcan el medio día, aún así siento que ha pasado una eternidad, había pasado demasiado tiempo sin conseguir otra pista del supuesto asesinato del Dr. Phil Davids.
Acomodo y estivo las carpetas, con la esperanza de encontrar algo nuevo entre las páginas, pero no podía ser más decepcionante para mí -todos los documentos eran recientes- sus fechas apenas pasaban unos cuantos meses atrás.
Es imposible toparme con algo que ocurrió hace dos años.
Aunque tal vez eso deberia agradecérselo a mi jefe, no tenia pruebas, pero tampoco dudas sobre el paso de su mano sobre las gavetas.
Desde mi conversación con Hayley - la viuda de Davids- digamos que he reconsiderado mi perspectiva sobre algunas cosas.
En especial, «en cosas» relacionadas con el hermano menor del Sargento.
Esos filosos ojos verdes me vigilan desde las sombras.
Silvestre y yo, jugamos desde hace días a una especie de «estira y afloja» él de un extremo y yo del otro, tirando con todas nuestras fuerzas para ver quién cae finalmente al suelo.
No he vuelto a ver el expediente de Jena.
Por lo que ahora estoy segura sobre mi teoría de que era cebo implantado por Silvestre.
No me sorprendería que suceda lo mismo ahora, no creo que la repentina reorganización de los expedientes sea parte de su rutina.
«¿O es que esa rutina empezó desde que baje la guardia?» me digo imaginando lo diferente que habría sido, de haber ignorado su trampa.
Continuo con mis labores, acomodo los documentos, revisando con la mirada, lo suficiente para reconocer los rostros, buscando esas «gafas azules» «el cabello recortado de un solo lado» «el lunar...» que desaparece al escuchar el crujido de la silla, acercándose de vez en cuando, cuidando mis pasos....
Cada uno de ellos.
Me comporto como una paranoica, haciendo teorías y desconfiando tanto de las cosas, incluso he contado las veces que Silvestre finge no verme‚ justo cuando encontramos las miradas -fueron siete veces- y en la séptima cubrió disimuladamente el expediente que traía entre manos.
Al parecer somos dos desconfiados, él observa mis manos y yo las suyas.
-¿Necesitas algo Jones? -pregunto con tranquilidad
-No, nada. -digo y regreso al trabajo
Nadie volvió a decir nada por media hora, y para el resto del día ya actuamos con la misma monotonía de siempre.
«¿Cómo es posible sospechar así?» terminamos nuestras labores, hablamos de nuestro día, de lo difícil y aburrido que resulta estar en la oficina, tomamos el café y vamos por el almuerzo como dos buenos colegas.
El ajetreo de la cafetería no podía ser más estimulante. Aunque no estaba segura si mi nerviosismo se debía a ello, o solo estaba pensando demasiado la posibilidad de ser pillada en el momento menos esperado. Relajo las muñecas, el calor del café consigue desentumecer mis dedos, los muevo, intentando recobrar la calma, recuperar la valía, porque se que debo... Avanzar en la investigación.
Es mi turno, de tirar de la cuerda.
Los dientes me tiemblan, pero consigo apretar lo suficiente para que de mi boca solo salgan palabras.
-¿Y es difícil hacer amigos por aquí? -menciono entre bocados, con el almuerzo y el corazón en la garganta
Silvestre rie despreocupado, no se si por mi pregunta o por que ha olido el miedo desprendiéndose de mis poros.
-¿Amigos? No, es bastante sencillo, aunque para mí son colegas.
«Bien, estamos en buen rollo» me digo llevando otro trozo de ensalada a mi boca.
-¿Colegas?
-Si, Jones, compañeros de trabajo.
«Esa fue una respuesta tonta» Trago la comida tan rápido que me raspa la garganta.
-Ah, ya veo, ¿entonces no tienes amigos? -digo tratando de resolver la torpeza anterior
-Yo no diría eso, al menos no en voz alta.
Tomo un trago de agua, antes de decidir arriesgarme solo un poco más.
-¿Por qué?... -las palabras casi regresan a mi garganta
Silvestre sonríe condescendiente y se agacha a mi altura.
-¿Por qué haces tantas preguntas?
La lengua se me atora en el esófago, junto con el pollo frito, la ensalada y cualquier otra cosa que estuviera dentro del almuerzo.
Me estoy ahogando y lucho por no demostrarlo -tengo miedo- como cualquier embustero que sea atrapado a medio acto.
Veo el filo de sus ojos, buscando la respuesta que reflejará mi reacción a su sutil amenaza, «ha tirado de la cuerda» casi puedo sentir el fango ensuciando mis rodillas, pero su Victoria tendrá que esperar un poco más, porque ahora...
«Es mi turno de tirar»
Pienso, sacando la valentía desde el fondo de mi estómago.
-Por buscar plática, ¿Acaso no quieres?
La amenaza rebotó de regreso a su dueño, había esquivado una bala, una muy rápida.
-Si, porque no querría. Es solo que no estoy acostumbrado a algo tan personal.
-Lo siento, no quería incomodar.
-Esta bien, Jones. No considero que tenga amigos aquí, pero estoy seguro que tú si los encontrarás.
-Eres muy agradable, Silvestre. Muchos deben pensar lo mismo.
-Gracias, pero estoy bien con "lo de solo colegas"
Suspiro internamente, llena de alivio, libre de poder soltar la tensión que tenía en los hombros.
Así que, «solo colegas» digo con la confirmación proveniente de su propia boca.
La tensión vuelve a disiparse, Silvestre se retira a continuar con sus labores y yo puedo volver a mis conjeturas.
Silvestre asegura no tener amigos dentro de la SSMH, pero a palabras de la viuda Davids, él era un amigo cercano -tan cercano- que era invitado muy a menudo a las cenas familiares, tan, pero tan cercano, que juro que he visto su rostro colado en una de las fotografías.
Es sospechoso y no puedo negarlo, yo misma he visto las pertenencias de alguien más en su oficina, las he guardado en una caja, igual o parecida a la que Hayley llevaba en manos el día que choque con ella.
La forma en la que omite desviarse hacia el tema, la seguridad con la que se acercó a dar sus condolencias, a calmar a la desconsolada Hayley en sus brazos, no lo sé, simplemente nada de eso me da buena espina, pero la verdadera duda era....
«¿Él sería capaz de...?»
Me detengo a mitad de la frase, no tengo ninguna prueba que relacione a Silvestre con el supuesto asesinato del científico.
Aunque el instinto haga que lo voltee a ver en cada ocasión, no debo apresurarme, pues reconozco que a lo mejor me deje influenciar un poco por las palabras de Hayley o tal vez, sigo intrigada por el camino que tomo nuestra plática aquel día.
Es fácil dejar de ser objetiva cuando hay tantos intereses sobre la mesa.
Y este no debe ser el caso.
Esta claro que él tiene su propia definición de lo que se necesita para pertenecer a la SSMH, una que contrasta demasiado con la mia.
Puedo verlo con su forma de actuar -profesional- por más que vacile con los demás elementos de la organización, sus interacciones parecen ser cautelosas y bien planificadas, sin dar ni poca ni demasiada información, como si temiese que algo fuera a escaparse entre líneas.
Me recuerda un poco a lo que sucedió durante la ceremonia -con teatro de funeral- empleando palabras tan emotivas y encantadoras, no dudo de su amistad con el facellido, es solo que hay algo que hace que no encajen las piezas.
Siempre parece saber «que decir y hacer» en cada ocasión que se presenta o al menos, en las que he presenciado hasta el momento.
Supongo que eso lo hace mantener su estatus.
No puedo imaginarme la torpeza de nuestras interacciones, si en vez de ser él fuera yo la que hablara, supongo que el relleno de los perfiles tardaría más de lo esperado, y no quiero imaginar la cantidad de expedientes que se arman en tan solo un día.
«Es de fácil palabra» sin titubeos, yendo siempre al punto, pero con una sutileza que raya el espacio personal de cualquiera, es sencillo dejarse atrapar por la intensidad de sus conversaciones.
Y por eso mismo, tengo mis dudas respecto a él.
Además del trabajo que realizamos, Silvestre pasa la mayor parte del día en el laboratorio, yo no tengo acceso, pero se que lo que sea que haga en el debe ser lo suficientemente importante para que no mencioné ni una sola palabra.
Todos los días, sin falta, cuatro horas diarias -a veces más- encerrado en la habitación sellada.
Nadie que no sea parte del personal, claro, parece saber lo que hacen ahí y lo comprendo, ¿Que podría interesarle a un novato? La verdad es que muchas cosas más interesantes, que pasar todo el día sondeando matraces y embudos de ahí por allá, los cadetes son hombres de acción y los científicos son más de cabeza.
Es compresible el nulo interes del trabajo de unos con los otros.
Pero a pesar de eso, es joven, cualquiera en esa situación, presumiría a los mil vientos que es «una persona importante» pero él no lo hace, ni una vez, ni siquiera cuando parece que quiere hacerlo, algo parece detenerle.
Tiene la misma mirada que vi en los ojos de Jena.
Supongo que hay personas que simplemente no confían en nadie.
No me gustaría convertirme en ese tipo de persona, por lo que me decidiré por dejar mis dudas sobre la mesa, al menos por el momento, hasta que consiga más pruebas.
Si hay algo que aprendí muy bien en la agencia, es que a veces las cosas no son lo que parecen y menos cuando las pistas parecen ser seguras, la única seguridad que existe, es que el culpable también puede alterar las pruebas.
Así que, aunque tenga mis sospechas, no puedo llegar a una conclusión, sin tomar en cuenta a todos los implicados en el caso.
Debo investigar a fondo a todos los relacionados con su muerte...
Sin dejar que la palabra «asesinato» resalte como un par de letras neón sobre mi cabeza.
El asesino está aquí, puedo sentirlo, y estoy segura que odiara ver qué alguien está intentando destapar sus huellas....