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Oh ¡Doctor! Arregla Mi Corazón

Oh ¡Doctor! Arregla Mi Corazón

Status: Terminada
Genre:Completas / Doctor / Amor a primera vista / Amor-odio / Atracción entre enemigos / Polos opuestos enfrentados / Mujeriego enamorado
Popularitas:10k
Nilai: 5
nombre de autor: Mckasse

Soy Bárbara Pantoja, cirujana ortopédica y amante de la tranquilidad. Todo iba bien hasta que Dominic Sanz, el cirujano cardiovascular más egocéntrico y ruidoso, llegó a mi vida. No solo tengo que soportarlo en el hospital, donde chocamos constantemente, sino también en mi edificio, porque decidió mudarse al apartamento de al lado.

Entre sus fiestas ruidosas, su adicción al café y su descarado coqueteo, me vuelve loca... y no de la forma que quisiera admitir. Pero cuando el destino nos obliga a colaborar en casos médicos, la línea entre el odio y el deseo comienza a desdibujarse.

¿Puedo seguir odiándolo cuando Dominic empieza a reparar las grietas que ni siquiera sabía que tenía? ¿O será él quien termine destrozando mi corazón?

NovelToon tiene autorización de Mckasse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Mi mala primera impresión.

El hombre cruza los brazos, su mirada se endurece. La mujer lo imita, aunque parece más curiosa que molesta. Siento el sudor corriendo por mi espalda, y no por la toalla que llevo. Esto es un desastre.

—Oh, esto no es lo que parece —me apresuro a decir, levantando las manos como si eso ayudara a calmar la situación.

El hombre no se inmuta. —Pues explícalo, chico, porque parece bastante sospechoso.

—Bueno… eh, Bárbara me pidió un favor. Ella está en el hospital, trabajando hasta tarde, y me pidió que alimentara a sus gatos. Eso es todo. Solo estoy aquí por eso.

La mujer frunce el ceño, pero es el hombre quien da un paso al frente. —¿Y por qué estabas saliendo de su habitación?

Pienso rápido. —Uno de los gatos… creo que se metió ahí. Y bueno, Bárbara no es fanática de que entren a su habitación cuando no está. Solo estaba tratando de sacarlo.

La mujer, más calmada ahora, baja los brazos. —¿Y por qué estás en toalla?

Un suspiro se me escapa antes de poder contenerlo. Esto no puede ponerse peor. —Me acordé del favor cuando estaba en la ducha. Salí corriendo para llegar aquí antes de que algo pasara con los gatos, y no pensé en cambiarme. Lo siento por la facha.

El hombre me observa unos segundos más, pero finalmente asiente, como si decidiera darme el beneficio de la duda. La mujer sonríe levemente, quizá divertida por la situación.

—¿Y tú quién eres exactamente? —pregunto, más para desviar la atención que por verdadera curiosidad.

—Somos sus padres —dice el hombre con tono firme, aunque la mujer pone una mano en su brazo, como para calmarlo.

Mis ojos se abren un poco más. Perfecto, justo lo que necesitaba. Me paso una mano por el cabello, intentando mantener la compostura.

—Entiendo. Perdón por esta situación tan… incómoda. No era mi intención dar esta impresión. Soy Dominic, su vecino… y colega en el hospital.

—Oh, tú eres Dominic —dice la mujer, con una chispa de interés.

—¿Te mencionó? —pregunto, levantando una ceja.

—De vez en cuando. Dice que eres… peculiar.

No sé si tomarlo como un cumplido o un insulto, pero decido no preguntar más. En cambio, señalo hacia la puerta. —Debería irme. Ya alimenté a los gatos, y parece que ustedes están aquí para quedarse.

El hombre me observa una última vez antes de asentir. —Gracias por cuidar a los gatos. Pero para la próxima, ponte ropa antes de hacer favores.

—Lo tendré en cuenta —respondo, intentando no reírme de la situación.

Recojo lo poco que queda de mi dignidad y me dirijo hacia la puerta. Cuando cierro detrás de mí, suelto un largo suspiro. Definitivamente voy a tener que aclarar esto con Bárbara… aunque, conociéndola, seguramente tendrá algo sarcástico que decir al respecto.

Mientras camino hacia mi apartamento, no puedo evitar pensar en la cara de sus padres al verme. Una parte de mí encuentra todo esto hilarante, pero otra sabe que la próxima conversación con Bárbara será cualquier cosa menos fácil.

Bárbara

El final de un turno largo siempre sabe mejor cuando tienes compañía, aunque en este caso es porque Elena, una de mis mejores amigas, tiene el carro en el taller y Victoria, la otra, nunca ha sido fanática de conducir después de tomar un par de tragos.

—Gracias por llevarme a casa, Barbie —dice Elena mientras caminamos hacia el estacionamiento.

—No es como si tuviera otra opción, ¿verdad? —respondo con una sonrisa mientras busco las llaves de mi coche en mi bolso.

Victoria ríe, acomodando su chaqueta mientras camina junto a nosotras. —Por eso te queremos, siempre tan considerada… aunque no lo parezca.

—Muy graciosa.

Nos acomodamos en el coche, y apenas enciendo el motor, mi teléfono vibra en el bolsillo de mi bata. Lo saco rápidamente y veo el nombre "Mamá" en la pantalla. Un suspiro se me escapa.

—¿Todo bien? —pregunta Elena, notando mi expresión.

—Es mi mamá. Seguro quiere recordarme que debería dormir más o que el trabajo me está consumiendo. La misma charla de siempre.

—Igual contesta —dice Victoria, curiosa como siempre.

Suspiro de nuevo y deslizo para responder. —Hola, mamá.

—¡Hija! —La voz de mi madre, Amanda, suena alegre, aunque hay algo sospechoso en su tono.

—¿Qué pasa?

—Richard y yo llegamos hace un rato a tu apartamento de pasada a dejarte algo de comida que te hice para la semana. Siento que estás más delgada. Queríamos sorprenderte, pero parece que el sorprendido fue otro.

Frunzo el ceño. —¿Otro? ¿De qué estás hablando?

Mi madre suelta una risita, y mi estómago se hunde. —Nos encontramos con un hombre en tu apartamento, apenas con una toalla encima.

Casi piso el freno de golpe, pero logro controlarme. Mis amigas me miran con curiosidad. —¿Qué? ¿Un hombre en toalla?

—Sí, dijo que se llamaba Dominic. Nos dijo que le pediste que cuidara a los gatos.

—¡Oh, Dios! —exclamo, cubriéndome el rostro con una mano mientras sigo conduciendo.

Victoria y Elena intercambian miradas rápidas y tratan de no reírse.

—¿Es tu novio? —pregunta mi madre con tono juguetón.

—¡No! —respondo rápidamente, sintiendo que mi rostro se calienta. —Es… solo un colega. Un vecino. Nada más.

—Pues Richard piensa que se veía muy cómodo ahí. Y qué musculoso es, ¿verdad?

—¡Mamá! —Cuelgo antes de que pueda decir algo más y dejo el teléfono en el asiento, dejando escapar un suspiro frustrado.

—¿Qué pasó? —pregunta Elena con una sonrisa que apenas puede contener.

—¿Qué creen que pasó? ¡Dominic! Ese idiota estaba en mi apartamento en toalla, y mis padres lo encontraron. Ahora piensan que estoy… no sé, saliendo con él o algo peor.

Victoria comienza a reírse primero, seguida de Elena.

—Esto es demasiado bueno —dice Victoria, limpiándose una lágrima.

—No tiene gracia.

—Claro que sí la tiene. —Elena se gira hacia mí desde el asiento del copiloto. —¿Qué hacía en tu apartamento?

—Le pedí que alimentara a mis gatos porque tuve que quedarme tarde. Nada más.

—¿Y estaba en toalla? —Victoria arquea una ceja.

—Se acordó mientras estaba en la ducha y salió corriendo. Es un desastre ambulante.

—¿Un desastre que te gusta? —pregunta Elena, y siento que me pongo rígida al instante.

—¿Qué? ¡Claro que no!

—No puedes engañarnos, Barbie. Siempre te estás quejando de él, pero te brillan los ojos cada vez que dices su nombre.

—Eso no es cierto.

—Lo es, pero está bien —dice Victoria con una sonrisa tranquila. —Solo necesitamos que lo admitas.

—No hay nada que admitir. Dominic es irritante, egocéntrico, desordenado y… —Hago una pausa. Maldita sea. —Y sí, es atractivo, ¿vale? Pero eso no significa que me guste.

—Como digas, Barbie —responde Elena, burlona.

Llegamos a la casa de Elena, y mientras ella baja, Victoria se vuelve hacia mí con una mirada que me incomoda.

—¿Qué? —pregunto, sin paciencia.

—Nada, solo que lo niegas demasiado.

—Porque no hay nada que aceptar.

Ella sonríe y sale del coche para despedirse de Elena. Me quedo sola un momento, mirando al frente. Dominic, me estás volviendo loca, y ni siquiera estás aquí ahora.

Victoria regresa, y seguimos hacia su casa, aunque su sonrisa sigue presente todo el camino. Definitivamente necesito que esto termine pronto… antes de que mis amigas, y mi propia mente, terminen traicionándome.

Bárbara

Cuando finalmente llego a mi apartamento, todo está en completo silencio. Abro la puerta y me recibe la suave luz que dejé encendida en la sala, junto con el ronroneo de Cleo y Max, mis dos gatos, que se acercan a mis piernas.

—Hola, chicos —les digo mientras cierro la puerta tras de mí y dejo caer mi bolso en el sofá.

Todo parece estar en su lugar, y el apartamento tiene un ligero aroma a comida casera. Camino hasta la cocina y, para mi sorpresa, encuentro un par de recipientes en el refrigerador con notas pegadas en ellas.

"Cariño, hicimos algo de comida para que no tengas que cocinar. Descansa. Con amor, mamá y papá."

Suspirando, saco uno de los recipientes, pero no tengo ánimo de comer. La conversación con mi madre aún me está carcomiendo. ¿Por qué diablos tenía que ser precisamente Dominic quien estuviera en toalla frente a mis padres? ¿No podía ponerse una maldita camiseta antes de correr a alimentar a los gatos?

Dejo el recipiente en la encimera y abro el pequeño gabinete donde guardo las botellas. Saco una de whisky, una de las pocas cosas que reservo para días como este, y busco un vaso.

—Un poco no hará daño, ¿verdad? —le digo a Cleo, que me mira con curiosidad desde la esquina de la sala.

Vierto una generosa cantidad en el vaso y me dejo caer en el sofá. Max salta al respaldo y comienza a jugar con mi cabello mientras tomo el primer sorbo.

—¿Por qué, mamá? —digo en voz alta, mirando a los gatos como si pudieran responderme. —¿Por qué tenías que asumir que Dominic es mi novio? ¿Por qué tuvieron que verlo medio desnudo? ¡Es tan típico de él!

Tomo otro trago y empiezo a sentir el calor del alcohol recorriéndome.

—¿Sabes lo peor? —le digo a Cleo, que ahora está en mi regazo. —Es guapo. Malditamente guapo. Pero también insoportable. Egocéntrico. Un desastre de persona. ¡Y aún así no puedo dejar de pensar en esa maldita toalla!

Río un poco, aunque no sé si es por la ironía o porque el whisky ya está haciendo efecto.

Una hora y varios tragos después, ya estoy lo suficientemente mareada como para sentirme valiente. Esto no puede quedarse así. Me pongo de pie, tambaleándome un poco, y decido enfrentar a Dominic.

—Voy a decirle lo que pienso. —Apunto un dedo al aire, como si estuviera declarando una gran misión. Cleo y Max me miran con indiferencia. —No puedes ir por la vida semidesnudo y arruinarme la reputación frente a mis padres, ¿entendido?

Salgo de mi apartamento sin pensarlo dos veces y cruzo el pasillo hasta su puerta. Tocó fuerte, esperando que esté despierto.

Se oyen pasos del otro lado, y escucho su voz, algo despreocupada. —¡Ya voy, ya voy!

La puerta se abre, y ahí está él. Dominic. En ropa interior.

—¿Eres tú, Bárbara? —pregunta, cruzándose de brazos mientras una sonrisa divertida cruza su rostro.

Me congelo por un segundo. Su torso está desnudo, y no puedo evitar notar lo bien definidos que están sus abdominales. El calor del whisky sube a mi rostro.

—¿Qué haces aquí? —pregunta, arqueando una ceja mientras me inspecciona.

—¡Qué demonios haces tú así! —respondo, señalándolo con un dedo acusador.

—Pensé que eras el delivery de la pizza —dice, riendo ligeramente.

—¿Por qué siempre tienes que estar… así? —balbuceo, mis palabras arrastrándose.

Hago un gesto para señalar su ropa, pero tropiezo con mis propios pies y pierdo el equilibrio. Antes de darme cuenta, caigo hacia adelante, directamente contra él.

—¡Ey! —exclama, atrapándome instintivamente.

El impacto nos hace retroceder unos pasos, y siento su cuerpo musculoso contra el mío. Mis manos, torpes, se apoyan en su pecho mientras trato de estabilizarme.

—¿Estás bien? —pregunta, aunque su tono sigue siendo burlón.

Estoy demasiado cerca. Demasiado. Su aliento cálido roza mi rostro, y mi cabeza gira, ya no sé si por el alcohol o por lo cerca que estamos.

—Estoy… —Trato de apartarme, pero mis pies siguen siendo un desastre. —¡Maldita sea!

—Relájate, tigresa —dice, sujetándome de los brazos para evitar que me caiga de nuevo. —Creo que has bebido más de lo que deberías.

Finalmente me aparto, aunque no del todo. Mi orgullo está más golpeado que mis piernas.

— ¿Primero Barbie y ahora tigresa? No importa. Solo vine a decirte que… —Empiezo a hablar, pero sus ojos azules me están mirando con diversión, y pierdo el hilo de mis pensamientos.

—¿A decirme qué? —pregunta, inclinándose ligeramente hacia mí.

—Que dejes de andar por ahí en ropa interior. —Mi voz suena menos firme de lo que quería.

Él se ríe. ¿Por qué siempre tiene que reírse?

—Bueno, técnicamente, tú tocaste mi puerta. Si alguien tiene que disculparse, creo que eres tú.

—¡Eres imposible!

—Y tú estás borracha. —Se cruza de brazos, esa sonrisa arrogante aún presente.

—¡No estoy borracha!

—Claro que no —responde con un tono sarcástico.

—Buenas noches, Dominic. —Me giro rápidamente, tropezando un poco de nuevo, pero consigo mantenerme de pie esta vez.

—Buenas noches, Bárbara. —Su voz suena casi melódica, burlándose hasta el final.

Cierro la puerta de mi apartamento con fuerza y me dejo caer en el sofá, cubriendo mi rostro con las manos. Maldita sea, Bárbara. ¿Por qué siempre terminas haciendo el ridículo con él?

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Iliana Oliva Remon
🌺🌺🌺💐🌺
mar rodriguez
es el finsl??
Mckasse Escritora: primera parte
total 1 replies
Emérita Soledad Briones Oyarce
ah se me olvidó decirle que quité todos los me gusta
Emérita Soledad Briones Oyarce
no lo puedo creer pensé que la autora era más seria pero es tan fome dejar el final o lo mejor en blanco no me atraen así siempre pensando en ella que a los lectores
Marcela
5 capítulos van pasando y sigue comenzando a escribir la historia le voy a prestar una lapicera se ve que no le anda. Así la escriben de una vez
Marcela
Excelente
Eret Lopez
Dominic te dicen MI ALMA y YA QUIERES LA RECIDENCIA
Eret Lopez
Bárbara EL TE VA A CONQUISTAR A TI
Eret Lopez
Las PERSONAS LLEGAN a NUESTRA VIDA PARA DISFRUTAR y VALORAR LA VIDA
Eret Lopez
Bárbara está GUAPO y TIENE BUEN CULO AHORA FALTA que TE SEPA CONQUISTAR
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