Yaneli se casa enamorada a sus 16 años.
en el año de 1978 casarse a esa edad no era raro y más cuando las familias estaban de acuerdo.
Yaneli pensó que sería feliz, fue educada para hacer la esposa perfecta, pero nunca pensó que su infierno empezaría con ese matrimonio.
Antonio no era el hombre que esperaba y en el momento que lo encontró con otra mujer, no lo soporto, su orgullo, su dignidad, la hace abandonar a su esposo, su pueblo y renunciar a su familia.
ahora tiene que sobrevivir y darse a respetar ante una sociedad machista, de doble moral y sobre todo que juzga sin piedad.
te invito a conocer la vida de Yaneli, una joven que no está dispuesta a hacer el mueble de su esposo en una casa donde no tiene otra obligación que obedecer a su esposo.
¿ustedes creen que ella podrá ser feliz después de tener el estigma de una mujer separada?
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CAPÍTULO 04
Yaneli empezó a sentir miedo. Pensar en irse del pueblo, significaba quedar sola en el mundo, nunca iba a poder volver ahí, porque sus padres nunca le perdonarían que abandonara a su esposo; no se atrevía a tomar la tarjeta cuando Amelia toma su mano y la hace que la tome. En ese momento le dijo. — Yaneli, mi hermosa niña, cómo me hubiera gustado que mi hija fueras tú y no Andreína.
Tú eres una persona noble, amable, cariñosa, tienes un gran corazón y me duele decirlo, pero mi hijo no te merece. Por esa razón yo te pido que huyas, que te vayas de este pueblo, que vivas una verdadera vida llena de amor.
Conozco también a mi hijo, que sé muy bien que no podrá darte la felicidad que te mereces; no te la pienses más, solo acepta lo que te estoy dando, es medio millón de pesos, podrás comprar una casa y de ahí pensar en lo que tienes que hacer.
Yaneli sin querer, le dice que sí, y eso solo lo hizo porque realmente sus deseos, su razonamiento, le gritaba que aceptara. Rápida Amelia le ordena al chofer que las lleve a la central camionera, en el camino le explico como tenía que hacer para sacar el dinero de la tarjeta y al llegar, le entrego 3 mil pesos en efectivo, era lo único que traía en su bolsa.
Al llegar a la central camionera, de pura suerte encontró un camión que en ese momento estaba saliendo para la ciudad de Guadalajara, compraron el boleto, que le costó 300 pesos; las dos se despiden con un fuerte abrazo y con llanto en sus ojos, Amelia le entrego la frazada que traía en el carro, siempre la cargaba por cualquier necesidad.
En ese momento fue lo mejor que le pudo pasar a Yaneli; el viaje iba a durar casi dos horas y al llegar a la ciudad iba a tener que buscar un hotel donde quedarse, para pensar en lo que iba a hacer. Estaba mojada, en ese clima tan frío, lo mejor que le pudo pasar era tener esa frazada que era calientita y le ayudaría a no tener tanto frío.
Yaneli subió al camión, se sentó en la parte del fondo, se cubrió con la frazada y empezó a ver por la ventana; fue extraño, pero era como si ese momento si el mismo clima tratara de hacer ese momento más dramático, porque empezó a llover con más fuerza.
Mientras el camión salía del pueblo ella miraba por la ventana, mientras recordaba su pasado, en ese momento donde hecho a perder su vida, cuando lo conoció; era cierto que vivía en un pueblo, pero era bastante grande y no toda la gente se conocía, Yaneli tenía 14 años, había ido a la iglesia como todos los domingos, ahí fue donde se encontró a Antonio por primera vez.
Ella era una jovencita, sus hormonas de su juventud se empezaban hacer presentes y siendo Antonio un joven que resaltaba entre los demás; era guapo, no tenía un cuerpo de gimnasio, pero si era delgado, no tenía músculo, pero su rostro era bastante varonil, sus ojos era lo que más llamaba la atención eran de color azul cielo y era un hombre alto de 1.75, con su cabello castaño claro, que cuando estaba bajo el sol brillaba de una manera hermosa.
Antonio era un hombre que no solo era guapo, sabía como comportarse ante los demás, siempre tenía un porte perfecto, daba la apariencia de ser un joven educado, decente, respetuoso con las damas, pero la realidad era que no; era un hombre perverso, que solo le gustaba disfrutar de una buena dama y no se refería a las mujeres liberadas de esos tiempos, le gustaba jugar con las jovencitas de buenas familias, para su corta edad, ya le había desgraciado la vida a más de una.
Yaneli fue una joven que no salía mucho de casa. Entre semana iba a la secundaria y al salir tenía que ayudar a su madre con los quehaceres de la casa; por la tarde, su madre siempre la ponía a trabajar en su costura, así se la pasaba de lunes a viernes.
Los fines de semana su madre la ponía a que limpiara toda la casa, a mover muebles y sacudir; los domingos iban a misa en las mañanas y de regreso se la pasaba en la casa cuidando de su hermoso jardín, un lugar que tenía en el corral de su casa, aunque su madre solo le permitía usar un espacio pequeño, ya que no le gustaba la jardinería.
Ella solo convivía con sus amigas cuando estaba en la escuela, aunque nunca hablaba de su vida privada, mucho menos llego a quejarse de sus padres, siempre los respeto y obedeció en todo lo que se le ordenaba; sus amigas muchas veces le dijeron que sus padres exageraban con sus restricciones, pero Yaneli nunca se atrevió a cuestionar las órdenes de sus padres y cuando sus amigas trataron de cuestionar sus ordene, ella no se los permitió, ante todo sentía que el respeto era primero.
En aquellos años se inculcaba a los jóvenes que el adulto siempre tenía la razón y que alguien les faltara el respeto o fuera en contra de una orden era ser rebelde, buenos golpes recibían por sus padres; las reglas, las normas morales, los valores, eran en blanco y negro, se tenía que obedecer lo que sus padres decían, estuvieran bien o mal.
Educada en un hogar profundamente religioso, Yaneli se sentía atormentada por la culpa. Sus acciones contradecían todo lo que le habían enseñado, y el miedo al juicio divino y social la consumía. La idea de ser considerada una "mujer libertina" la avergonzaba profundamente.
Yaneli se enfrentaba a un dilema moral. Temía el castigo divino y el rechazo social que conllevaría abandonar a su esposo.
No pudo dejar de llorar en todo el camino, estaba tan asustada por lo que estaba haciendo, que a mitad del camino si pensó en regresar, el remordimiento, la angustia de quedarse sola en ese mundo la hizo sentir tal inseguridad, que pensó que no podría hacerlo sola.
Se iba a poner de pie cuando el camión se frenó de repente, haciendo que todos los pasajeros, se sacudieran ferozmente, pero ella al no estar bien concentrada termino golpeando su rostro con el asiento de enfrente; ella aún tenía su mejilla hinchada por los golpes que había recibido de su madre y su esposo, que en el momento que su rostro pego con el asiento le hizo recordar el dolor que había sentido.
Lleva su mano a su mejilla, recordando cada golpe que recibió y eso solo hizo que su orgullo, la necesidad de ya no seguir viviendo humillada, de ser una verdadera mujer, no un mueble de la casa de un hombre machista, que solo la usaba para satisfacer sus necesidades, y como la empleada doméstica de su cada; definitivamente ya no quería eso, prefería ser juzgada como una mujer libertina, que seguir siendo el mueble de Antonio.
Se quedó sentada, recordando todo lo malo, llenándose de valor para no dar media vuelta, para no mirar atrás, porque en el momento en que volteara atrás, seguro se arrepentiría, sabía que su valor se espumaría y terminaría regresando.
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