POR ÉL, CUMPLO MIL TAREAS

El brillo en los ojos de Flora desapareció y fingió estar asustada -¡Por favor, Su eminencia, no me haga daño, haré cualquier cosa por usted!- Exclamo entre lagrimas de cocodrilos.

Los labios del hombre detrás de ella se crisparon ante su acto tan falso, ella no era buena actuando en lo más mínimo, su mentira se podía ver de un vistazo.

Al ver que el tipo no reaccionó, Flora se quedó en silencio, dándose cuenta de que a este hombre no se le podía engañar.

Ella notó que la daga no se movió más, simplemente se quedó al lado de su cuello, como si esperara su reacción.

-¡¿Es así como Su Alteza trata a su salvadora?! ¡Hump!- Cuestiono en un tono de queja, cruzando sus brazos sobre su pecho mientras sus labios hacían pucheros de tristeza.

Antonio bajo la daga con tranquilidad y con agilidad se dio la vuelta y se sentó al lado de Flora, olfateando un poco el olor tan tranquilizante que la chica desprendía.

-No soy alguien desagradecido, por supuesto, no pretendía hacer daño a la dama.- Dijo Antonio con rostro frío y mirada indiferente, mirando de soslayo a la chica.

Flora negó con la cabeza y frunció sus bonitas cejas -¿En que puedo ayudar a Su Alteza? ¿Ya se ha enterado de mi hermana mayor?- Preguntó la joven, dejando de lado el disgusto del momento, en su lugar, se sintió feliz al ver que Antonio había venido a buscarla.

Fue un segundo encuentro extraño, pero ligeramente romántico.

Los labios de Antonio se presionaron ante la mención de la chica en su corazón, sin embargo, se sentía obligado a no pensar en ella, después de todo, estaba comprometida con su medio hermano, el Príncipe Heredero, desde hace diez años.

Pensando en el Príncipe Heredero, una luz fría brillo en sus ojos esmeraldas, ese hermano suyo envió gente para tratar de acabar con él.

No era la primera vez que lo hacía, pero aun así lo molestaba hasta el punto de querer actuar personalmente.

Aunque él no dijo nada de Mary, Flora lo sabía en su corazón, por lo que dijo -Mi hermana ha salido de confinamiento y regreso a su antiguo patio, puede encontrarla si la busca bien, Su Alteza. Su patio está en la zona oeste de la Mansión.

Los labios de Antonio se apretaron con más fuerza al escuchar la información de Flora, de todo corazón deseaba ir a ver a Mary, pero eso estaba en contra de su orgullo como su verdadero yo y Príncipe.

-¿No te molesta?- Preguntó de repente, sus ojos indiferentes la miraron con gran atención, como si quisiera ver todos sus cambios y expresiones.

Parecía no querer perderse nada de su rostro.

-¿Qué?- Preguntó Flora con confusión, expresando que no entendía, pero luego de pensarlo, comprendió a lo que se refería Antonio.

-A decir verdad, Mary no está dispuesta a casarse con el Príncipe Heredero. Si no fuese porqué mi padre hubiese tomado la decisión de elegir a Mary para ser la Consorte Imperial del Príncipe Heredero, ella estaría feliz a tu lado ¿No? Ella no tuvo elección. Pero sé que la persona en su corazón es usted.- Expreso Flora con toda sinceridad.

Siendo doctora, siempre fue compasiva y amable con todos, excepto con quienes la lastimaban.

Mary no le había hecho nada, por tanto, no la odiaba, no tenía razones para hablar mal de ella o decir algo indebido.

La sorpresa pasó por los ojos de Antonio por unos segundos antes de volver a la normalidad.

-Por cierto, odio a Mary y no la considero mi hermana, soy demasiado arrogante para eso. Aún así, siento que no es justo para ella sufrir de esa manera.- A pesar de que sus palabras fueron duras, el Cuarto Príncipe sintió la honestidad en ellas.

No pudo evitar preguntar -¿Porqué odias a Mary?- Luego, pensó que su pregunta era algo estúpida ¿No era clara la respuesta? Desprecia a la hija de una concubina.

Los labios de Flora se fruncieron cuando lo miró directamente a los ojos antes de responder sin dudar -Porqué tiene a su disposición el amor de un hombre tan guapo como Su Alteza.

Sus palabras fueron tan sinceras que los labios de Antonio no pudieron evitar crisparse y toser un par de veces. De hecho, se sintió algo avergonzado al ser expuesto de esa manera, no, de que ella se confesara de esa manera.

-¿No dijiste que antes no me conocías? ¿Cómo puedes odiar a tu hermana por mí si ni siquiera me conocías?- Preguntó sospechosamente el joven, mirándola con una leve sonrisa en sus ojos.

-No, yo no conocía a Su Alteza hasta ayer.- Contesto honestamente -Pero eso solo hizo que la odie más. Más que odio creo que es envidia.- Continuó Flora con tranquilidad, bajando un poco la mirada.

-De cualquier forma, ella ya está comprometida con mi hermano el Príncipe Heredero, además, fue un decreto del Emperador. No es algo que alguien enfermizo como yo pueda cambiar.- La voz de Antonio era baja y algo solitaria.

La segunda calidez que sintió en este mundo provino de esa niña tan delicada y dulce, siempre sonriendole y preocupándose por él.

Ella atrapó su corazón con cuidado y lo envolvió con pequeños pétalos cálidos, sin embargo, algunos pétalos se rompieron cuando el Emperador realizó el decreto.

Hasta el día de hoy, esos pétalos seguían rompiéndose, uno por uno, suave y lentamente hasta dejar un simple cascarón vacío.

Al escuchar eso, los ojos de Flora se abrieron con sorpresa, no se lo esperaba ¿El mismo Emperador fue quien decretó el matrimonio?

Bueno, probablemente se podía considerar un gran favor para Julio, el médico imperial más importante al lado del Emperador.

Qué una de sus nietas se pudiese casar con alguien de la realeza era un gran honor. Sobre todo al ser elegida para ser la Consorte Imperial del Príncipe Heredero.

Al saber la verdad, Flora no supo que decir para consolarlo. De cualquier forma, el Cuarto Príncipe no era alguien favorecido por el Emperador, solo la Emperatriz Viuda lo atesoraba.

-No sé que decirle a Su Alteza.- Dijo Flora mientras negaba con la cabeza.

-De hecho, además de ver a Mary, hoy vine para conversar contigo sobre algo importante.- Dijo Antonio con indiferencia, uniendo sus manos debajo de sus mangas con elegancia.

-¿Conversar algo importante conmigo?¿Qué?- Preguntó Flora con curiosidad, viendo la ligera mueca en el rostro de Antonio, como si no estuviese muy dispuesto.

Antonio sacó su mano derecha de su manga, sosteniendo en esta una pequeña caja de madera cuidadosamente hecha. Cuando abrió la caja, un loto tan rojo como las llamas del fuego apareció a la vista de Flora, aturdiendola.

En efecto, era algo que Flora nunca había visto, pero recordaba haberlo leído en un libro de textos antiguos en la biblioteca personal de su abuelo paterno.

-¿Es el legendario loto flameado que se utiliza para tratar enfermedades del corazón?- Al hacer la pregunta, Flora no pudo evitar respirar hondo y tomar la caja antes de guardarla apresuradamente entre sus mangas.

Temía que Antonio se arrepintiera y lo quisiera de vuelta, ella lo miró con recelo y se alejó un poco de él.

-Ok, iré directo al grano, el Doctor Imperial Cheng llegó esta tarde al palacio Imperial y fue a mi Patio, además de revisarme, también me comento sobre un tema en específico...- Las palabras de Antonio se detuvieron y sus ojos parecían complicados.

Flora lo miró con extrañeza y no pudo evitar sentir que el tema era más difícil de lo que parecía.

-Dijo que su segunda nieta estaba en la edad de casarse y que quería concertarle un matrimonio para decirle al Emperador...- Continuo, mirando con seriedad la expresión de Flora, quien levantó las cejas con un brillo extraño en sus ojos.

-Luego de comprobar que todo estaba bien conmigo, fue a ver a mi padre.- Dijo antes de detenerse y quedar en silencio, haciendo que Flora tuviese un extraño presentimiento.

-Aunque mi padre no me favorece realmente, siempre busca consejos de mi parte. Se puede decir que soy como un consejero, me ve más como subordinado y acompañante que como hijo, por eso me tiene aprecio en esos ámbitos.- Dijo él en voz baja con los ojos entrecerrados.

El Emperador no lo favorece como hijo, si no como un consejero, tal vez por eso lo apreciaba en privado.

Antonio metió las manos dentro de sus mangas y sacó un pergamino dorado con un grabado de dragón. Al verlo, Flora quedó sin palabras, sin embargo, Antonio se lo entregó a ella para que lo mirará, dejando a la chica cada vez más confundida.

Flora lo abrió con cuidado, unos segundos después, sus ojos se abrieron como platos y los latidos de su corazón casi se detienen -¡¿Qué dem..?!- Un grito fuerte y agudo sonó al lado de Antonio, quién le cubrió la boca casi de inmediato, mirando los alrededores con una luz fría.

¡Era un decreto matrimonial!