Siempre nos hablan del tiempo como algo lineal, primero el pasado, luego el presente y por último el futuro y también nos hablan de que el único tiempo real es el presente, porque el pasado ya pasó y el futuro no está hasta que llega, pero ¿Qué tal si no fuera así? ¿Qué pensarías si te digo que el tiempo, paradójicamente, es y no es línea a la vez? ¿Y que vivimos varios momentos al mismo tiempo y esto no se limita para nada al presente?
Te invito a descubrir poco a poco la complejidad de esta historia y a sumergirte en un océano de emoción a medida que leas su trama.
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Capítulo IX, Elizabeth
Hasta hace poco tuve un
encuentro cercano con la muerte y fui salvada por mi hija, Andrea. Me había
estado preguntando como es que ella reaccionó tan rápido, incluso diría que
anticipadamente. Me dejé de hacer esa pregunta justamente ayer, cuando me gané
el premio gordo de la lotería jugando los números que soñé que jugaba dos días
antes de eso. Hoy recibí en mi cuenta bancaria el dinero del premio, diez
millones de monedas de oro. Suficiente dinero para no tener la obligación de
trabajar el resto de mi vida y aun así heredarle una buena cantidad a mis dos
hijos para que hagan sus vidas.
Evidentemente hay una especie de
don de clarividencia en la familia y es hereditario. Seguramente mi hija soñó
con la caída de la viga que estuvo a punto de caerme en la cabeza y seguramente
matarme.
Hoy tuve otro sueño que tal vez
sea premonitorio, aunque espero que no. En este sueño un terremoto destrozaba
esta ciudad; una ciudad de la que no me quiero ir, he vivido toda mi vida aquí,
estos largos treinta y nueve años.
Estoy sentada en el comedor,
frente a mis hijos, Andrea también está sentada, mientras que mi hijo, Andrew,
está de pie porque cuando estoy a punto de anunciar algo importante para
nuestra familia él siempre prefiere estar de pie. Estoy a punto de decirles que
es lo primero que haré con una parte del dinero del premio.
—Bien, hijos míos, voy a comprar
una casa grande en el norte de la ciudad, en la zona de Black Hero.
—¡Wow, esa es la segunda zona
más lujosa de toda Black Dragon! —exclamó Andrew.
—¡Queda algo apartada de
nuestros liceos! —intervino Andrea.
—Igual podrán llegar en
transporte público y, no sólo eso, voy a comprar un carro y hace años que sé
manejar y tengo mi licencia de conducir, los llevaré a sus colegios siempre que
pueda, no se preocupen, no tengo intenciones de cambiarlos de centro de estudio
—expliqué.
—En ese caso está bien
—respondió Andrea.
—Bueno, perfecto, en ese caso no
tengo razones para oponerme, siempre que la nueva casa sea mejor que la actual
y que no vendamos esta. —Andrew sonrió.
—No te preocupes, no pienso
venderla y vendremos a aquí una vez por semana, y claro, la nueva casa será
mejor que esta, de eso me aseguraré. —Le jalé los cachetes.
Era un momento donde la paz y la
felicidad reinaban en nuestro hogar y agradecí a los dioses por eso y por haber
ganado el premio más gordo de la lotería.
Unas horas después, en la noche,
estaba frente a mi PC, navegando por internet, buscando ofertas de casas en
venta en la zona de Black Hero, cuando ya estaba a punto de irme a dormir sin
haber encontrado lo que buscaba, me topé con una hermosísima casa de cinco
pisos, cuatro baños, trece habitaciones, dos cocinas y dos comedores. Además de
un extenso y realmente hermoso jardín y todo por un precio bastante aceptable
para tratarse de una casa así.
Una semana después la casa era
mía, junto con todos sus muebles, pues iban incluidos en la oferta y realmente
eran muy bellos. Mis hijos y yo nos mudamos apenas dos semanas después de la
compra.
Esa noche soñé que Sonia, que
había sido mi mejor amiga desde que apenas y si teníamos cinco años, moría de
un infarto. En la mañana del día siguiente la llamé a su celular.
—Hola —dijo la voz de un niño.
—Hola ¿Quién habla? Soy
Elizabeth, la mejor amiga de Sonia ¿Podría pasármela?
—Hola, señora Elizabeth, soy
Enrique, el hijo de Sonia, ya le paso a mi mamá.
Un par de minutos después Sonia
atendió la llamada.
—Hola, amiga ¿A qué debo el
placer de que me llames?
—Soñé contigo, amiga, oye ¿Te
gustaría que nos viéramos hoy en la tarde? Te invito a comer sushi.
—Me parece buena idea.
—Perfecto, entonces nos vemos a
las dos en el centro comercial Atlantis.
Nos encontramos en el lugar y
hora acordados y pronto estábamos hablando acerca de nuestra época de
adolescentes y de pronto ella un rictus de dolor de reflejó en el rostro de
Sonia y se empezó a agarrar el pecho. Yo llamé inmediatamente a emergencias.
Afortunadamente la atendieron a
tiempo y quedó hospitalizada bajo observación y estudio. Aunque la verdad, no
sabía aún si le había salvado la vida como tal o sólo le había dado unos días
extra.