Amor encontrado:Fue un encuentro fortuito, una chispa que encendió una pasión arrebatadora. Él y ella, dos almas distintas, se vieron envueltos en un romance fulminante, pero frágil como una llama a punto de extinguirse.
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Capitulo 10
Capítulo 10
Conforme pasaban los meses, la conexión entre Lucas y los libros se fortalecía cada vez más. Sofía y Alejandro se deleitaban observando cómo su hijo exploraba con entusiasmo cada nuevo título que llegaba a la librería, acariciando las portadas con sus pequeñas manos.
Una tarde, mientras Alejandro acomodaba unos nuevos ejemplares, Lucas se acercó a él arrastrando un libro gordo y brillante.
—¡Libro! —exclamó el niño, con una sonrisa radiante.
Alejandro se agachó, observando el libro que su hijo le ofrecía.
—Vaya, ¿quieres que papá te lea este? —preguntó, acariciando suavemente la cabeza de Lucas.
El pequeño asintió enérgicamente, sentándose en el piso con el libro entre sus brazos. Alejandro se acomodó a su lado, abriendo el volumen con cuidado.
—A ver, ¿qué aventuras nos esperan hoy? —dijo, atrayendo a Lucas hacia él.
Sofía, que había estado observando la escena desde lejos, se acercó con una sonrisa en los labios.
—Parece que alguien está emocionado por una nueva historia —comentó, sentándose junto a ellos.
Alejandro le dedicó una mirada llena de orgullo, acercándose para besarla suavemente.
—Sí, nuestro pequeño explorador está decidido a descubrir cada uno de los tesoros que esconden estos libros.
Lucas soltó una risita, abriendo el libro con entusiasmo. Sofía y Alejandro se miraron con una mezcla de amor y asombro, deleitándose en la conexión que su hijo había forjado con el mundo de las historias.
Durante las siguientes semanas, Lucas se convirtió en el principal asistente de sus padres en la librería. Recorría los pasillos con una expresión de concentración, eligiendo con cuidado los libros que le llamaban la atención. Sofía y Alejandro lo observaban con una sonrisa, disfrutando de ver cómo su pequeño explorador se sumergía en ese universo de letras y páginas.
Una tarde, cuando la librería estaba a punto de cerrar, Alejandro se acercó a Sofía con una mirada pensativa.
—Oye, mi amor, ¿has notado lo muy interesado que está Lucas en los libros? —comentó, observando al niño que jugaba con unos cuentos en un rincón.
Sofía asintió, acariciando suavemente el brazo de su esposo.
—Sí, es evidente que este es su lugar favorito. ¿Crees que deberíamos...?
Alejandro la interrumpió con una sonrisa entusiasmada.
—¿Qué te parece si organizamos un pequeño club de lectura para niños? —propuso—. Podríamos tener sesiones semanales donde les leamos historias y les enseñemos a amar los libros.
Los ojos de Sofía se iluminaron con emoción.
—¡Esa es una idea fantástica, Alejandro! —exclamó—. Estoy segura de que a los niños del vecindario les encantaría.
Alejandro la abrazó con entusiasmo, besando su frente con cariño.
—Entonces está decidido. Vamos a crear un espacio mágico donde los pequeños puedan disfrutar de las maravillas que esconden los libros.
Sofía asintió, sintiéndose llena de emoción. Tener la oportunidad de compartir su pasión por la literatura con otros niños le llenaba el corazón de alegría.
Esa misma semana, Sofía y Alejandro comenzaron a correr la voz sobre su nuevo proyecto. Repartieron volantes en los negocios cercanos, invitando a los padres del vecindario a inscribir a sus hijos en el club de lectura.
La respuesta fue abrumadora. En cuestión de días, la agenda del local se llenó con reservas para las sesiones semanales. Sofía y Alejandro se miraron con una mezcla de entusiasmo y orgullo, sabiendo que habían acertado con su iniciativa.
El día de la primera reunión, la librería se llenó de voces alegres y risas infantiles. Sofía y Alejandro dieron la bienvenida a los pequeños, quienes se acomodaron en un amplio círculo, emocionados por lo que les esperaba.
—Bienvenidos a nuestro club de lectura —anunció Alejandro, con una sonrisa radiante—. Hoy vamos a sumergirnos en una historia muy especial.
Lucas, que se encontraba sentado entre los niños, observaba a su padre con una expresión fascinada. Sofía, que se encontraba a su lado, le acarició suavemente el cabello, sintiendo que su corazón rebosaba de orgullo.
A medida que Alejandro leía el cuento, los pequeños escuchaban con atención, absortos en las palabras que los transportaban a mundos mágicos. Sofía observaba la escena con una sensación de calidez, consciente de que este era el comienzo de algo maravilloso.
Cuando la sesión llegó a su fin, los niños salieron de la librería con brillantes sonrisas, abrazando sus nuevos libros con entusiasmo. Sofía y Alejandro los despidieron con la sensación de haber sembrado una semilla que estaba lista para florecer.
—¿Viste la emoción en sus rostros? —comentó Alejandro, tomando la mano de Sofía con cariño.
Ella asintió, recostándose en su hombro.
—Sí, mi amor. Estoy segura de que este club de lectura será una experiencia maravillosa para todos.
Lucas, que había estado jugando con algunos cuentos, se acercó a ellos con una sonrisa radiante. Alejandro lo tomó en brazos, besando su mejilla con ternura.
—¿Te gustó, campeón? —preguntó, observando cómo el niño asentía con entusiasmo.
Sofía se acercó a ellos, acariciando suavemente la espalda de Lucas.
—Creo que nuestro pequeño explorador ya tiene un nuevo lugar favorito —dijo, con una sonrisa llena de ternura.
Alejandro asintió, estrechando a su familia con cariño.
—Así es, mi amor. Y estoy seguro de que este será solo el comienzo de muchas aventuras en el mundo de los libros.
Durante las siguientes semanas, el club de lectura se convirtió en un éxito rotundo. Los niños del vecindario acudían entusiasmados cada sábado, deleitándose con las historias que Sofía y Alejandro les leían.
Lucas, por su parte, se había convertido en el asistente estrella de sus padres. Recorría la librería con una expresión de concentración, ayudando a elegir los libros adecuados para cada sesión. Sofía y Alejandro lo observaban con orgullo, maravillados por la conexión que su hijo había forjado con ese mundo repleto de letras y magia.
Una tarde, mientras Alejandro leía una historia a los pequeños, Sofía se acercó a Lucas, que se encontraba acurrucado en uno de los cómodos sillones.
—¿Cómo te sientes, cariño? —preguntó, acariciando suavemente su cabecita.
Lucas la miró con una sonrisa brillante, extendiendo.