El Sacrificio De Meskhenet

Mientras Vlad hablaba, una punzada bajo de mi cabeza al centro de mi estomago. “¿Por qué mencionaba a los humanos de forma tan despectiva? Si él era uno, al igual que yo, y ¿a qué se refería con mis instintos? ¿No se supone que la razón siempre debe superponerse a los instintos?” Cuando hablaba con él, había veces que era difícil entender a donde quería llegar, o lo que en verdad estaba tratando de decir, era como ser cubierta con un velo a través del cual sólo se distinguen sombras. Su voz me embriagaba, embotando mis sentidos, sólo deseaba hacer lo que el pidiera y seguirlo a donde él fuera; mi mente racional dejaba la conversación y mis deseos más primitivos tomaban el control. Ante Vlad, yo me convertía en una criatura sumisa, deseosa de complacerlo en cualquier cosa que pidiera, era un deseo más fuerte que mi voluntad; un deseo con mente propia, que parecía haber estado reprimido por tanto tiempo que ya no podía continuar confinado dentro de mi alma...

Pero yo no tenía derecho a desear; mi educación, mis principios tan humanos me detenían ante el umbral del éxtasis, era un hechizo al que ya no podía resistirme. Ahí, de pie frente a él, sin poder contestar, ya que su sola presencia drenaba todo el aire de mis pulmones; sin poder defenderme y sin poder tocarlo. Vlad comenzó a caminar a mi alrededor, como el elegante depredador que se prepara para atacar a su presa, una imperante necesidad de escapar me atravesó, iluminando por un instante mi mente entumecida, mientras él seguía hablando:

—Iselda— escuchar mi nombre entonado con su voz grave, cargada de un anhelo que mi alma pareció reconocer, borró todas mis inhibiciones al instante —Te estuve esperando por tanto tiempo— dijo deteniéndose, listo para atacar, al tiempo que todas mis alarmas internas gritaban y mi corazón vibraba con un deseo, hasta ese momento, desconocido —Llegué a pensar que en esta vida tampoco vendrías a mí, y sin embargo Meskhenet tiene razón— al escuchar el nombre de mi amiga mi corazón dolió, con cada día que pasaba sin saber de ella, la razón le ganaba a mi deseo de seguir confiando en ella —Un sacrificio requiere de una buena preparación; el sacrificio perfecto es aquel que camina voluntariamente hacia el altar ceremonial, confiando ciegamente en las manos de su verdugo...

En ese momento supe que algo no estaba bien conmigo, todo se sentía tan difuso, incluso el temor se había convertido en un grito lejano que no tenía nada que ver conmigo. Toda mi atención se centró en Vlad; en la cadencia de su voz, en la profundidad de su mirada y el calor que parecía envolverme ante su cercanía. Cuando Vlad me tomó por el cuello, su cálido roce me hizo encender, mi cuerpo vibraba ante su toque, ansiando un poco más —Tan simple que sería terminar con todo ahora mismo— dijo acortando la distancia entre nosotros, al tiempo que su pulgar acariciaba mi garganta y con su otra mano me sujetaba de la cintura —Devorar tu inocencia y sellar nuestro pacto— me dio un pequeño tirón que me acercó un poco más a él, al tiempo que apretaba su agarre —Pero sé que de esa forma no serías feliz, y yo siempre he deseado, aunque alguna vez lo dudaste, hacerte feliz.

En este punto la fuerza de Vlad ya se sentía abrumadora, su agarre se había intensificado a tal grado que lo que en un inició había sido una caricia, ahora me comenzaba a arrebatar el aire. Traté de quitar su mano de mi cuello, pero mis dedos sólo resbalaban, sin que él pareciera notar mis esfuerzos. Entonces él se inclinó y rozó con sus labios la comisura de mi boca, como buscando. Al sentir su cálido roce y la cercanía de su respiración; mi boca se abrió sin que yo se lo pidiera, permitiendo que sus labios se encontraran con los míos. El aire dejó de llegar a mis pulmones y una oscuridad absoluta cayó sobre mí...

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Messalina fue invadida por un terrible presentimiento que la obligó a buscar a Iselda. Sin embargo no imaginaba lo que se encontró al abrir la puerta de la oficina de Vlad. La escena era inconcebible, los colmillos de Manzur estaban totalmente expuestos y sus marcas comenzaban a extenderse, al tiempo que sostenía el cuerpo de Iselda con una fuerza despiadada para su frágil condición, la pobre niña ya tenia la mirada perdida y su boca ligeramente abierta, mostraba los rastros de un feroz beso.

—¡Manzur Vladislav! ¿Qué estas haciendo? ¡Suéltala!— gritó Messalina, rogando en su interior que su amigo pudiera detenerse.

De inmediato Manzur deshizo el firme agarre que tenía sobre la joven, al tiempo que Messalina se apresuraba para atraparla para evitar que se golpeara, mientras la joven se desplomaba, y como si Iselda no pesara, la cargó, para colocarla en la mesa de trabajo. Al tiempo que su amigo cubría su rostro, visiblemente alterado, con sus manos, que aún mostraban sus garras, y se contraía sobre si mismo debido al esfuerzo que requería controlar sus instintos.

—¡Lo lamento!, ¡lo siento!— repetía Vlad en tono asustado.

—¿Qué demonios estabas haciendo? ¡Ya te he dicho que los humanos son frágiles..!— respondió Messalina en tono molesto, mientras continuaba revisando el estado de Iselda.

—Yo no... No la quería lastimar... no sé qué me pasó... no medí mi fuerza... ¡Es la maldita espera!— dijo consternado mientras retrocedía para derrumbarse en su escritorio.

—Y si no hubiese llegado a tiempo, todo estaría terminado— suspiro Messalina —Tú sabes que primero necesitamos el sacrificio, no importa cuanto la estés deseando— en ese momento terminaba de revisar el cuello de la joven, concluyendo que necesitaría la ayuda de Luzige para arreglar ese desastre—Quita esa cara de angustia, ella va a estar bien— y endulzando el tono de su voz continuó —Lo siento; por hablarte así— la disculpa estaba cargada de compasión —Sí Luzige y yo no nos hubiéramos encontrado hace un siglo... seguramente ninguno

existiría ahora...

—No todos hemos tenido tanta suerte– contestó Vlad con tono cansado.

—Ni tu paciencia... muchos de los nuestros se han rendido en el camino... ¡Ya quedamos tan pocos..!— el lamento de Messalina resonó en el corazón de su amigo, sin embargo, él ahora necesitaba concentrarse en lo que podía hacer.

—¿Cuándo podremos terminar con todo esto?— preguntó Vlad con tono frío.

—Ya esta casi todo servido. Hablé con Meskhenet esta mañana, ha llegado la hora de que hagas tu aparición, pero ¿estas seguro de que ella estará lista para tomar “la decisión”..?