Isabella Dupont ha pasado su vida planificando una venganza que espera borrar el dolor de su infancia. Abandonada a los cinco años por su madre, Clara Montserrat, una mujer despiadada que traicionó a su familia y robó la fortuna de su padre, Isabella ha jurado destruir el imperio que su madre construyó en Italia. Bajo una identidad falsa, Isabella se infiltra en la constructora internacional que Clara dirige con mano de hierro, decidida a desmantelar pieza por pieza la vida que su madre ha levantado a costa del sufrimiento ajeno.
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Capítulo 2
Cinco años habían pasado desde que Clara los había abandonado. La vida de Jean-Luc Dupont e Isabella había cambiado drásticamente. El esplendor y la comodidad del apartamento en el 6ème arrondissement de París eran ahora solo un recuerdo lejano, casi como un sueño perdido en el tiempo. Ahora vivían en un pequeño apartamento de un solo cuarto en Belleville, un barrio al noreste de París. Belleville, conocido por su diversidad y su vibrante vida callejera, ofrecía un contraste marcado con la vida de lujo que Jean-Luc había conocido. El apartamento estaba en un edificio viejo, con paredes delgadas y un ascensor que rara vez funcionaba.
El apartamento era oscuro y desordenado, con solo lo esencial para sobrevivir. En el pequeño salón, que hacía de dormitorio para Isabella, había un sofá desgastado y una mesa de centro con las patas tambaleantes. Las paredes, antes llenas de arte y fotografías, ahora estaban desnudas, apenas decoradas con una o dos manchas de humedad que el tiempo había ido dejando. La cocina, en un rincón del salón, era mínima, con apenas espacio para un pequeño refrigerador y una hornilla con casi todas las manecillas caídas. Los utensilios estaban amontonados en un fregadero que nunca parecía estar ni limpio ni vacío.
Isabella, que ahora tenía diez años, dormía acurrucada en el pequeño sofá, usando un abrigo viejo como manta. Era una niña que había crecido demasiado rápido, obligada por las circunstancias a madurar antes de tiempo. Su cabello castaño estaba enredado, y sus ojos verdes, aunque todavía brillaban con la inocencia de la infancia, estaban rodeados de sombras que mostraban el peso de las noches sin dormir, cuidando a su padre.
La ausencia de su madre la había afectado mucho, los primeros días había preguntado mucho por ella, una noche en la que preguntó por ella su padre finalmente le dijo que Clara se había enfermado y tuvo que irse pero volvería, esa misma noche Isabella salio de su habitación y pasó por el cuarto de su padre donde lo escucho llorar. Ahí supo que ella ya no volvería. No volvió a preguntar por ella.
Jean-Luc, en el otro lado del salón, yacía en la cama, su cuerpo extendido torpemente sobre el colchón con los zapatos puestos, una botella vacía de whisky rodando por el suelo. Su rostro, que alguna vez había sido el de un hombre apuesto y seguro, estaba ahora marcado por las arrugas de la desesperación y la autodestrucción. Su barba crecía desordenada, y su cabello, que alguna vez había sido el orgullo de su apariencia, estaba ralo, enmarañado y grasiento. El alcohol había tomado el control de su vida, ahogando el dolor que sentía por la traición de Clara y la caída de su carrera.
El sonido del tráfico de Belleville resonaba a través de la ventana abierta, junto con los gritos y risas de los niños que jugaban en la calle, ajenos a los problemas que se cocían en el pequeño apartamento. Isabella se despertó lentamente al sentir el frío que se colaba por la ventana, que su padre solía abrir para dejar escapar el fuerte olor a whisky, sudor y orina. Se frotó los ojos, todavía somnolienta, y miró a su padre con preocupación. Había llegado tarde la noche anterior, probablemente demasiado borracho como para quitarse los zapatos o siquiera cubrirse con la manta.
Se levantó del sofá con cuidado, tratando de no hacer ruido para no despertarlo. Sus pies descalzos tocaron el suelo frío, y se estremeció ligeramente. Caminó hacia su padre, observando las líneas profundas que la bebida y la tristeza habían tallado en su rostro. Con movimientos suaves, tomó una vieja sábana que había en el respaldo de la cama y la colocó sobre él, cubriéndolo lo mejor que pudo. Sus pequeños dedos acomodaron la manta sobre sus hombros, y se quedó un momento observándolo, aunque su lento olía horrible, y su aspecto era decadente y apenas la sombra de lo que fue, ella no podía evitar desear devolverle la felicidad que alguna vez había conocido.
La tarde cayó rápidamente, y la luz del sol se filtró débilmente a través de las cortinas desgastadas. Jean-Luc empezó a moverse, despertando con un gruñido de dolor mientras se llevaba una mano a la frente, sintiendo los estragos de la resaca.
—Papá, ¿estás bien? —preguntó Isabella con voz suave, temerosa de que su pregunta lo irritara.
Jean-Luc abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz que le resultaba demasiado brillante.
—Isabella… —murmuró, su voz ronca por el alcohol y el cansancio—. Vamos a salir, ¿quieres? Vamos al campo, como solíamos hacerlo.
Isabella lo miró con una mezcla de sorpresa y preocupación. Hacía mucho tiempo que no salían juntos, y menos al campo. Cuando su madre aún estaba con ellos tenían una pequeña casa a dos horas de París a la que solían ir un fin de semana una vez al mes, aunque de eso ya nada.
Jean-Luc rara vez tenía la energía o la lucidez para hacerlo.
—Papá, no sé si deberíamos… —empezó a decir, pero al ver la expresión de su padre, supo que no tenía caso discutir—. Está bien, vamos.
Jean-Luc esbozó una sonrisa, la primera en días, y se levantó con dificultad de la cama. Su cuerpo parecía más pesado de lo normal, y sus movimientos eran torpes, pero logró ponerse en pie y dirigirse al pequeño armario donde sacó su chaqueta.
tiene buen argumento,
hasta el final todo esto está emocionante.
y lo peor es que está arrastrando así hija a ese abismo.
cual fue la diferencia que se quedará con el.
a la vida que si madre le hubiese dado..
Isabella merece tener un padre en toda la extensión de la palabra.
no te falles ni le falles.
la narración buena
la descripción como empieza excelente 😉🙂
sigamos..
la historia promete mucho