Dos jóvenes de la misma clase social, pero con diferentes personalidades. Se verán envueltos en una difícil situación. Ambos serán secuestrados, para beneficios de otros. ¿Qué pasará con ellos? ¿Lograrán salir ilesos luego de pasar un proceso traumático? Los invito a leer
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Capitulo 10
Edgar se sentía agradecido con sus guardaespaldas, siempre estaban ahí para él. No importaba el día, la hora, o las circunstancias. Sin embargo, él consideraba que ellos merecían tener un descanso.
— Descansen, se lo merecen.— les dijo y se marchó.
Mientras que, por otro lado, Madolyn y unas cuantas compañeras de trabajo, se reunirían en un bar a celebrar el próximo desfile. Los padres de la joven no se oponían a que ella saliera a divertirse, pero en esta ocasión, pusieron objeciones.
— Hija, eres mayor de edad, no te prohibimos que te diviertas, pero ese grupo de modelos no son bien vistas en la sociedad, por sus inusuales conductas.— dijo Amanda.
— Deja el drama, mamá. Eres una amargada.
— Respeta a tu madre. Únicamente nos preocupamos por ti. Esas modelos consumen drogas, y se acuestan con diferentes hombres.
Madolyn sonrió a carcajadas, se cruzó de brazos y preguntó. — ¿Acaso tú estás entre esos hombres? ¿O les vendes las drogas?
La señora Amanda se acercó a ella y la abofeteo.— Esa no es la forma de contestarle a tu papá.
— Me pegaste, solo estaba bromeando. Saben que, al demonio. Me voy, y probablemente no vuelva jamás.
Salió de la mansión, dejando a sus padres preocupados. Aun sabiendo que ellos tenían razón.
La joven iba conduciendo a baja velocidad, el sentimiento de culpa era agobiador. “Caray, por qué les hablé a mis padres de esa manera. No puedo ir a ese bar, necesito pedirles perdón”.
Ella dio reversa para volver a la mansión, pero chocó con un auto. “Joder, estoy en problema”, pensó la joven.
La conductora del otro vehículo salió, y Madolyn sin analizar las consecuencias, bajó de su auto.
— Disculpa, no te vi.— le dijo a la mujer que miraba el golpe en el auto. Ella volteó a mirarla e inmediatamente alguien la sujetó por detrás, y le colocó un paño mojado con un líquido en la nariz, logrando que perdiera el conocimiento.
Por otro lado, Edgar terminó de tener una plática muy amena con su amiga, y decidió irse a la mansión. Estaba en el estacionamiento del lugar, y una pareja aparentemente de esposos discutía arduamente. Notó como el hombre golpeó a la mujer y no pudo evitar acercarse a ellos.
— Hijo de puta, las mujeres no se maltratan.— le gritó al hombre y lo sujetó por el pecho, estaba a punto de golpearlo cuando sintió un piquete de agua en la espalda. La mujer le había inyectado una sustancia.
— ¿Qué demonio me hiciste?— preguntó alterado, pero poco a poco fue perdió fuerza y cayó al suelo.
Por fin, Samuel y Alondra tenían a sus víctimas en su poder. Los llevaron a una cabaña en un bosque, aproximadamente a cinco horas de distancia de la ciudad. No había nada a su alrededor, únicamente árboles gigantes, enormes piedras, y un río.
Los encerraron en el sótano, el espacio era pequeño, con una ventana de hierro para que entrara un poco de aire, y un pequeño cubículo de baño. La puerta era de máxima seguridad, no obstante, el lugar estaba custodio por tres hombres robustos, quienes tenían órdenes de matar a quien quisiera escapar del lugar.
Horas después del secuestro, Madolyn fue la primera en despertar. Miró todo el espacio, vio a Edgar tendido en una pequeña cama, y encadenado por ambos pies. Esa escena le causó terror y gritó fuerte.
— ¿Dónde estoy? Ayuda. Auxilio. Qué alguien me ayude, por favor.— gritó una y otra vez, pero nadie le respondió. Se acercó a Edgar y lo movió para comprobar que estaba vivo. Él empezó a reaccionar y sintió su tacto. Por el impulso, le sujetó la mano con fuerza. Ambos hicieron contacto visual.
— ¿Quién eres? ¿Por qué me trajiste hasta aquí? ¿Dónde estoy? — preguntó Edgar, aún aturdido por la droga, y mientras la sujetaba con más fuerza.
— Suéltame. Me lastima.
Él notó una expresión de dolor en el rostro de la joven, reconoció que estaba siendo brusco con ella y le aflojó el agarre.
Ella recordó ese rostro, del banco y del estacionamiento.— Imbécil, tú me trajiste hasta aquí, ¿qué quieres de mí? ¿Por qué estamos encerrados?
Edgar se levantó y verificó hasta dónde podía, ya que las cadenas le impedían caminar libremente.
No pudo ver, ni escuchar nada. “Maldición, joder”. Dijo frustrado, y con importancia.
Madolyn se le fue encima y lo golpeó en el pecho. — Infeliz, no te hagas el inocente, sé que eres el responsable.
Edgar le sujetó las manos.— Señorita, no la conozco, no tengo ningún interés en tenerla secuestrada, y menos en estar cerca de usted. — él recordó las veces que la había visto, y siempre fue muy grosera.
— ¿Esto es un secuestro?— preguntó aterrorizada.
— Aparentemente, sí.— la soltó y ella se sentó en la cama.
Las horas pasaron, Madolyn logró quedarse dormida después de que se cansó de pedir ayuda. En cambio, Edgar, no pudo pegar un ojo en toda la noche, y permaneció tirado en una esquina.
Era temprano, exactamente las 6:00 AM, se abrió la puerta del sótano. Madolyn se levantó exaltada y unos hombres la apuntaban con armas de fuego. Edgar no se inmutó y se quedó en el mismo lugar.
Uno de los hombres les dijo con una voz grave.— Bienvenidos. Esperamos que disfruten de su estadía en este espacio, ya que probablemente pasen mucho tiempo aquí. Imagino que desean saber el motivo por lo cual están secuestrados, pues será un honor darle esa información. Están secuestrados por un solo objetivo, “Procrear un bebé”. Concebir el heredero de la familia Lewis.
Madolyn se dejó caer en la cama, se pasó las manos por la cabeza confundida, y sin poder asimilar esas palabras tan nefastas para sus oídos.
— Es una broma, ¿verdad? ¿Es una puta broma? No me interesa tener un hijo heredero, lo que necesito es que me dejen en libertad.— gritó exasperada.
Edgar no dijo nada, pero ya sabía de qué se trataba todo. Era evidente que sus familiares tenían que ver con el secuestro.
— Señorita, Parker, usted llevará en su vientre al primogénito de Edgar Lewis. Créame que muchas mujeres quisieran tener esa dicha.— recalcó el hombre.