Después de la muerte de su padre, Naomi es llevada por su padrino a la Villa Lupinville, un misterioso lugar habitado por hombres lobos, que, hasta ahora, ella creía que solo existían en los cuentos. Pero pronto, Naomi descubrirá que su conexión con este lugar siempre estuvo ligado con ella, atrapándola en una antigua profecía, que parece señalarla como la clave de una batalla y la disputa de dos lobos por ganarse su corazón.
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CAPÍTULO CATORSE: ¿CUÁL ES TU PROBLEMA CONMIGO?
≈NAOMI≈
Así de frio e inexpresivo como siempre, Demian se aproximó. No hubo un saludo, ni siquiera un gesto de cortesía hacia los demás. Simplemente se plantó frente a nosotros, y con sus ojos clavados en los míos, sin un rastro de emoción, me dijo:
—“Sube a la moto Escarlata”. — Y ahí me quedé, congelada como una estúpida, sin saber cómo reaccionar.
—¿Cómo? —solo cristo sabe cómo logre preguntar.
—Te dije que subas a la moto —repitió. Por un segundo, pensé en negarme, pero ni siquiera tuve la oportunidad de hacerlo. Geral me corrió sutilmente con una mano hacia atrás y dio un paso al frente.
—No te molestes, amigo. Ahora ella es mi responsabilidad. Tu padre me encomendó...
—¡Me importa un carajo lo que mi padre te haya encomendado! Yo me haré cargo de la humana. —exclamo.
—No. No sucederá —refuto Geral.
—¿Quieres apostar? —Lo provoco con un gruñido bajo, mirándolo como si quisiera arrancarle los ojos. Geral, no se echó atrás y respondió del mismo modo.
—¡Wow, wow, wow muchachos! Tranquilos que todo aquí todo tiene solución —interfirió Mariel en son paz levantando la manos entre los dos —Naomi, por favor, haz lo que te pide Demian.
—¿Qué?!
—Por favor, Naomi, —me pidió calmadamente —no me hagas suplicar —dijo a la vez que se giró hacia Geral—y tú, llévame a casa. Es una orden. — le exigió, sin titubear.
Geral asintió, pero evidentemente no por gusto, si no como si no tuviera elección, igual que yo. Después de todo, mi padrino le había encomendado que cuidará de ambas y eso parecía ser razón suficiente para no cuestionarla.
Yo, por mi parte, sentí como se me contrajo el estómago cuando Alexis y Zoé me dedicaron una mirada de ánimo, como si quisieran decirme que todo estaría bien. Pero, ¿cómo podía estar todo bien? ¿De verdad alguien creía que esto era una buena idea? Porque yo, sinceramente, empezaba a creer que Mariel había perdido la cabeza.
“Tranquila, Naomi” me dije a mí misma, intentando calmarme mientras me dirigía a la moto “Solo será un breve paseo con un lunático que esta maldito” ¡Oh mierda! Entre millones de posibilidades tenía que recordarme justo esta.
—Póntelo —me ordeno Demian ofreciéndome un casco.
—Vaya, que amable. — solté irónicamente colocándomelo en la cabeza y acomodándome en el asiento de mala gana.
Mientras me subía, me aferré al colin del asiento negada a tener que ponerle un dedo encima. Porque claro, prefiero amputarme los brazos yo misma o matarme en la carretera antes que sujetarme de su cintura.
Poco después, él se subió, puso la moto en contacto y la arrancó con una patada, haciéndola rugir frente a todo el instituto. Hice la señal de la cruz y respiré hondo —Dios, de verdad, ¿Por qué estás tan empecinado conmigo? ¿Qué hice para que me castigues así? —pensé internamente.
En tanto Demian comenzó a avanzar, le eché un último vistazo a Geral y a los demás antes de que este lunático acelerara a fondo y todo a mi alrededor se tornara borroso. Eso fue todo. Para cuando quise darme cuenta estábamos en la carretera, con el viento azotándome la cara y el rugido del motor taladrándome el oído.
No estoy segura en qué momento exacto Demian decidió desviarse del camino. Sin previo aviso, se adentró en el bosque siguiendo las huellas de un camino que no parecía conducirnos a ningún lado. —¡¿A dónde me estas llevando?! —Le pregunte, pero no respondió. Y si, ese silencio me hizo entrar en pánico, lo único que pude hacer fue golpearlo.
—¡Te estoy hablando! —Le dije mientras empecé a darle puñetazos, uno tras otro en la espalda con la esperanza de que frenara. Por allá me pareció escucharlo reírse de mí, y sí, hasta yo misma sabía que mis golpes eran inútiles en él, sin embargo, seguí insistiendo, al menos quería que supiera que no iba a quedarme quieta por más que me rompiera las manos.
—¡Ey!, ¡¿estás sordo?! —grité, encorvándome un poco—. ¡Pará la moto animal!
Al parecer cansado de mis golpes y gritos, se dignó a responderme, ¡bah! Si soltar una risa irónica se le puede llamar responderme…
—¡Ja! ¿Cuál es tu problema escarlata? Si sigues golpeándome, no voy a parar y te agradecería que encontraras una forma más creativa de expresar tu descontento. No sé, algo menos violento.
—¡Pará la moto!
—¿Quién es el sordo ahora? ¿Acaso no me oíste?
—¡Pará, por el amor de Dios! Demian detuvo la moto en seco, y yo no dude en bajarme casi de un salto.
—¡Maldito seas! ¿Qué demonios pasa contigo? —-le grite completamente frustrada sacándome el casco y lanzándoselo por la cabeza.
—Que mala puntería escarlata. —se rio bajándose de la moto cuando el casco terminó cayendo justo a sus pies. —¿A dónde crees que vas? —pregunto cuando le di la espalda caminando en dirección contraria con total indiferencia.
—¡Me largo de aquí!—dije, sin siquiera mirarlo.
—No duraras ni diez minutos sola, ¡hay animales peligrosos y lobos aquí!
Su comentario me hizo reír.
—¿Animales peligrosos? ¿Lobos? ¡Perfecto! Prefiero cualquier cosa que gruña o aúlla antes que quedarme aquí contigo. ¡Es más! — Exclame girándome sobre mis pies para mirarlo —Ojalá me cruce con un lobo de verdad ¡o mejor aún! con una jauría completa, al menos sé a qué atenerme con ellos. Idiota.No dije más nada.
Mientras caminaba, podía escucharlo riéndose a lo lejos, ¡Dios! ¡Qué tipo más exasperante! Apresuré la marcha lo más rápido que pude con tal de dejar de escucharlo y al cabo de un segundo algo captó mi atención. Seguí el sonido hasta toparme de frente con el río Olivia.
El panorama inesperadamente bello y sereno junto con el sonido del agua fluyendo entre las piedras, me tranquilizo un poco, por lo menos. Continúe marchando hasta detenerme a unos metros de la orilla y me dejé caer en el suelo.
La paz del entorno logró serenarme, aunque solo por unas milésimas de segundo, hasta que lo escuché acercarse. Lo mire de reojo.
—¿Decidiste tomarte un descanso? —preguntó, sentándose a mi lado.No me molesté en responder, simplemente continué mirando el río. Que ironía, el tipo hizo exactamente lo mismo, no dijo ni una sola palabra. No sé si lo hacía por respeto o por simple indiferencia, pero ese breve silencio, que agradecí sin decírselo, por cierto, fue lo único que evito que explotara.
Bueno, al menos hasta que abrió de nuevo la boca.
Suspiré, intentando calmar mi mente, cuando de repente su voz me sacó de mis pensamientos…
—¿Cuál es tu problema conmigo? —preguntó de golpe, rompiendo ese momento de paz con su irritante voz.
Casi me reí. ¿En serio no lo sabía? Bufé, indignada, cruzando los brazos como si lo que me estaba diciendo fuera una maldita broma.
—¿De verdad me estás preguntando eso? —respondí, sarcástica y el asintió—. Y no sé, ¿puede que sea porque nunca has mostrado una pizca de simpatía hacia mí desde que me conociste? ¿O quizá porque casi muero atacada por un lobo el primer día de clases, cuando se suponía que tú debías protegerme? O no, espera…—digo esta vez, sumando los dedos de mis manos para ser más específica —puede que sea porque me amenazaste de muerte si iba a la celebración, o que no me aceptas porque no soy “¡Gracias a dios! Como tú” claro, lo entiendo. No tengo pelaje en el lomo ni una larga cola en el trasero, tampoco ese olfato sobrehumano para oler a kilómetros de distancia y ni hablar de lo ordinariamente que soy. “Es imperdonable”, lo sé. —admití con todo el sarcasmo del mundo con los ojos fijos en él, esperando una reacción, cualquier cosa. Pero lo que hizo fue sonreír, girando la cabeza como si lo que acababa de decir no fueran motivos suficientes para no tener un maldito problema con él.
—Mirándolo de ese modo, puede que tengas un poco de razón.
—¿Perdón? —dije, levantando una ceja—. ¿Escuche bien? ¿me estas dando la razón?
—Bueno, teóricamente —reconoció, aún con una sonrisa en el rostro—, en mi defensa, no sabía que conocerte implicaba ser simpático. En cuanto al ataque en el instituto… ¿cómo iba a saber que un estudiante querría decapitarte? Bueno, sí, en realidad, debería haberlo considerado teniendo en cuenta que eres humana. Mis disculpas por eso. —Dijo enderezándose y continuó con un tono más serio, pero aún con un dejo irónico.
—Y sobre amenazarte… sí, puede que haya exagerado un poco.
—¿Solo un poco?
—¿No puedes simplemente conformarte con que lo reconozca?
—Por ahora…
—Bien, —se encogió de hombros— No me caes del todo mal, humana. Es tu especie la que aborrezco.—dijo, con un tono que casi me pareció mordaz—. Los humanos... son tan impredecibles, embusteros, egoístas y, bueno, francamente decepcionantes.
—¿Así que todos los humanos somos volátiles, mentirosos y egoístas? —Dije acomodando mi postura para mirarlo mejor —Mira, no voy a negar que hay muchas personas que hacen cosas horribles, y no sé cuál es tu historia con ellos, pero déjame decirte que tu especie no se queda atrás. Uno intento matarme de hecho y otros viven sacándome el cuero como si fuera un deporte, pero si vas a juzgarme—dije levantando un dedo para enfatizar, sin dejarlo hablar cuando atino a abrir la boca—. Júzgame por lo que soy, no por lo que puedan llegar a decir de mí.
—Entonces, ¿con todo esto que me estás diciendo, pretendes que me interese en conocerte? —dijo, con ese tono coqueto que me hacía querer romperle la cara.
—¡Oh, por favor! Como si fueras tan importante —resoplé —. La idea de que me conozcas no me entusiasma en absoluto. Y mucho menos la de entablar un trato diario contigo, créeme, no me quita el sueño que alguien como tú se interese en conocerme. Pero... —hice una pausa para mirarlo de reojo, intentando parecer más tranquila de lo que me sentía— si eso significa que dejarás de juzgarme gratis cada vez que se te da la gana, puede que tal vez, ponga un poquito de voluntad. Solo por tu familia y mi padrino, claro.
—Qué generosa eres, Escarlata —me dijo con una mueca de lo más irritante—. Me siento halagado por tu... buena voluntad.
Lo miré, intentando mantener la calma, aunque el flujo de sangre se concentró en mi cara.
—No te malacostumbres —le respondí con una sonrisa que, para mi sorpresa, no solo fue correspondida, sino que también vino acompañada de una mano extendida…
—¿Te parece si empezamos de nuevo y nos damos una tregua? —No voy a mentir, lo miré escéptica, pero al final decidí estrechar su mano.
—Está bien —dije mientras le eché un ligero apretón, solo para darme cuenta que su expresión se volvió fría y sombría ¿Y ahora qué bicho le picó?
—Quédate quieta. —Me susurro con un tono que no admitía discusión. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Mi instinto me gritaba que hiciera lo que él decía, pero mi terquedad siempre ha sido más fuerte que mi sentido común, por lo tanto, no le hice caso. Solté su mano y me di la vuelta.
—No puedes ser tan terca mujer…—se quejó en voz alta, en tanto echaba un vistazo a mi alrededor.—¿Qué? si no hay…nada…—susurre la última palabra cuando alcance a ver un pequeño lobo castaño escondido detrás de un tronco musgoso, asomando la cabeza y observándonos curioso. —Retiro lo dicho —dije conteniendo la respiración cuando detrás del pequeño cachorro una jauría completa salió de entre los árboles, rodeándonos en silencio. —Decime que no son lobos de verdad y que son como tú.
—No, son lobos de verdad.
—Bueno, ahora sí estamos en problemas— dije, tratando de no hiperventilar.
—No te muevas —repitió Demian con un tono bajo—. Yo lo resolveré.