La Extra Es Una Detective

Tras aquella situación, la fiesta continuó. Por supuesto, el príncipe tuvo que echar a Eleanor debido a las palabras de Magnus, ya que la palabra del hombre era ley. Lo cual le molestaba de alguna manera; odiaba que su tío tuviera el total y absoluto poder en el reino y que con unas simples palabras pudiera controlarlo.

Aelin observaba a la villana desde el barco que se encontraba en el jardín. Era una chica hermosa; nunca entendió por qué ella estaba tan obsesionada con el príncipe cuando merecía algo más de lo que ese infiel podría ofrecerle.

—¡Señorita Alethea! —Ante su llamada, la chica levantó la cabeza, haciendo contacto visual con ella. Aelin se apresuró en dirigirse hacia el jardín, encontrando a la chica.

—Señorita Aelin — Alethea sonrió.

—¿Me conoce? —preguntó Aelin.

—Por supuesto —respondió la chica. —. ¿Quién en la capital no la conoce? — Aelin sonrió. —Incluso hay libros que hablan sobre usted —Continuó.

Aelin abrió la boca, sorprendida tras las palabras de Alethea. Tendría que investigar esto luego.

—¿Usted se encuentra bien? —La chica bajó la mirada.

—No entiendo por qué decidió traer a esa mujer justo hoy aquí, en el banquete, cuando claramente soy su prometida —Se mordió el labio inferior. —. Eso no es solo un insulto para mí, sino para mi familia.

—¿No es la primera vez que le ha hecho eso, cierto? —Sabía muy bien que, en el libro, el príncipe siempre fue un mujeriego y siempre le restregaba sus mujeres en la cara a Alethea, hasta que apareció Eleanor y él comenzó a enamorarse de ella.

—Sí, pero espero que cuando nos casemos pueda cambiar — Murmuró animado a sí misma.

Aelin no pudo evitar sentir pena hacia la chica, ya que ella sabía muy bien cómo terminaría esto: al final, Alethea terminaría siendo asesinada por el príncipe.

—¿Cambiar? —resopló—. Si le hace eso cuando ni siquiera se han casado, ¿se imagina qué clase de cosa será capaz de hacer cuando lo estén?

—Espero... —Antes de que pudiera continuar Aelin la interrumpió.

—No esperes —le interrumpió—. Nunca debemos esperar que alguien cambie por nosotros. La gente solo cambia si ellos mismos quieren hacerlo, y no por alguien más. Si él es capaz de hacerle eso ahora, no hay garantía de que vaya a cambiar después de casados. De hecho, es probable que las cosas empeoren. Dime, ¿va a estar toda la vida esperando por alguien que no vale la pena? — Alethea se quedó callada, sin poder responder a la pregunta de Aelin. —Sé que mis palabras suenan mal, y a mí tampoco me gusta entrometerme en asuntos que no sean los de mi familia, pero considere mi consejo, y no lo estoy diciendo para ofenderla. Hay que amarnos primero si esperamos que nos amen, o si no, ¿cómo pretende que alguien más la ame si ni usted misma se ama? No hay que rogar por amor ni menos por una atención que no valga la pena.

—Ahora lo entiendo.

—¿En serio? —preguntó Aelin, sorprendida, ya que esperaba que la chica comenzara a gritar o la insultara por ser entrometida en cosas que obviamente no tenían que ver con ella.

—Entiendo por qué todo el mundo habla de usted. Es realmente sabía dando consejos —Ambas se sonrieron mirándose.

—Hace mucho que he estado queriendo romper ese compromiso, pero mis padres me lo impiden. En lugar de defender a su hija, que está siendo maldecida, han estado detrás de mí para que busque una manera de atrapar al príncipe. Lo único que quieren ellos es que entre en la familia real —Aelin alzó una ceja sorprendida, ya que en el libro nunca hablaron de eso.

—No voy a negar que una vez quise al príncipe, lo quise demasiado. Pero mi amor nunca fue correspondido. Aunque quise romper el compromiso, nunca tuve apoyo. Me dije a mí misma que él cambiaría cuando nos casáramos. Podía esperarlo, pero... Hoy, tus palabras me han hecho darme cuenta de que, cuando alguien quiere cambiar, lo hace por sí solo y no solo debería estar sentada aquí esperando que ese milagro ocurra.

—¿Qué pasa si digo que puedo ayudarle a romper el compromiso? —preguntó.

—¿En serio? —Alethea asintió con la cabeza.

—Por favor, mañana envíeme una carta de invitación a su finca. Quisiera hablar más detalladamente sobre el plan que tengo en mente.

—Por supuesto, la estaré esperando —dijo Alethea, haciendo una leve reverencia. Aelin hizo lo mismo, viendo la espalda de la chica desaparecer poco a poco.

Había cosas que estaba descubriendo que nunca pasaron en el libro. La protagonista no parecía ser tan inocente y la villana no parecía ser tan villana. Se dio cuenta de que debía regresar, sin embargo, se encontró al emperador, quien se encontraba caminando hacia ella.

—Saludos, su majestad —Hizo una reverencia y levantando la mirada poco a poco para mirar al hombre.

—¿Qué hace la señorita Aelin aquí? —preguntó Magnus con una sonrisa.

—Me temo que esto es un asunto privado —Respondió intentando pasar de largo. Sin embargo, una mano tomó su brazo, tirando de ella.

Y la arrastró hacia la pared del palacio, en un lugar apartado.

—Su majestad... —Forcejeó sorprendida.

—¿Qué es lo que pretendes? — Mira el rostro del hombre que parecía estar ansioso.

—Yo debería hacerle esa pregunta —soltó una risa—. El que vino aquí tras mío es usted, su majestad. ¿Qué podría pretender yo? —Sonrió de lado, sin apartar la mirada de los ojos azules del emperador. —¿Qué es lo que pretende usted, su majestad?

Sobresaltó al sentir los labios del emperador sobre los suyos. Intentó alejarse del hombre, sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano. Cuando Magnus tomó sus manos y las puso encima de su cabeza, siguió besándola. Finalmente, pudo liberarse al morder el labio inferior de este.

—¿Qué cree que está haciendo?

—¿Qué? —Magnus se acercó hasta su oreja para luego susurrar—. Se enoja por un simple beso. No olvide que he tocado cada parte de tu cuerpo.

—Sinvergüenza —Sussurro logrando zafarse del agarre de Magnus. Pasando de largo, apresurada, tocando sus labios con una sonrisa.

«Vaya, no me tomará mucho tiempo tenerte en mis manos»

Una sonrisa juguetona se dibujó en sus labios.